Villa de Guadalupe, DF, s/f. Fotógrafo ambulante. De ¡El que se mueve no sale!, Museo de Culturas Populares, 1989
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Los guardianes
de wirikuta

Marta Molina

Las Margaritas, San Luis Potosí

Para el pueblo wixárika, Wirikuta es un lugar sagrado. Allí se originó la creación y hacia allí peregrinan cada año los wixaritari, recreando el recorrido que hicieron sus antepasados desde la sierra de Jalisco y Nayarit y la costa donde se encuentra la diosa del mar, Aramara. Pasan por el lugar donde nació Tatevarí, el Abuelo Fuego, y llegan al desierto del altiplano en San Luis Potosí. En estas tierras áridas vive Tamatzi Kauyumarie, el Bisabuelo Cola de Venado, y crece el jícuri, ese cactus verde azulado.

En estos parajes, ubicados en el desierto de Coronado, cerca de Real de Catorce, el gobierno mexicano entregó al menos 22 concesiones a la minera canadiense First Majestic Silver Corp, a través de la empresa mexicana Real Bonanza sa. Se trata de 6 mil 326.58 hectáreas de superficie concesionada, el 70 por ciento de las cuales está dentro de la reserva de Wirikuta.

Además, en diciembre del 2011 otra empresa canadiense, Revolution Resources, lanzó un megaproyecto minero llamado Proyecto Universo, que convierte en insignificante el impacto de First Majestic. Este proyecto explotaría recursos minerales en 59 mil 678 hectáreas dentro del Área Natural Protegida de Wirikuta, lo que representa más del 40 por ciento de la superficie total del lugar sagrado para los wixaritari. Cuatro de estas concesiones mineras activas se encuentran en el área de El Bernalejo —ejido de Las Margaritas— y se planean explotar a cielo abierto.

Es en el Bernalejo donde se entregan las ofrendas y se realiza la cacería de jícuri. Es la casa del Venado Kauyumarie. En este cactus se encuentra la biblioteca viva del conocimiento wixárika, planta de sabiduría que por miles de años ha sido la guardiana de un pueblo que habla con el fuego, el viento, el agua y la tierra, y por eso asume la responsabilidad de transmitir el mensaje de que hay que cuidar el equilibrio de la naturaleza, trayendo hasta nuestro tiempo las lecciones del mundo antiguo.

Es su misión desde hace miles de años, pero ahora resulta más necesaria que nunca por las amenazas de megaproyectos, en su mayoría de mineras transnacionales a las que no les importa la destrucción de una cultura milenaria. Por esta razón, los seres sabios, maraka’ate, y todo el pueblo wixárika realizaron una consulta a los dioses más antiguos, hace más de un año, y les preguntaron qué hacer ante la amenaza al equilibrio del mundo. Y los dioses hablaron.

El 7 de febrero de 2012, el maraka’ame Eusebio de la Cruz relató las palabras de las deidades que florecieron durante el canto de esa noche en el Cerro Quemado (Ojarasca, febrero y marzo de 2012). Las escucharon a través de Tamatzi Kauyumarie, portavoz de los sagrados, y les pidieron que a través de Tamatzi Eakateiwari (la deidad del aire) se unan con todos los elementos sagrados para que nada cambie en sus centros ceremoniales; que los tzaurixites (sabios) de todos los puntos cardinales y todos los maraka’ate se unan para ayudar a dar luz a “nuestro universo, a nuestra madre Tierra”.

A partir de los cuatro elementos del universo se crearon los lugares sagrados de las diferentes deidades, los cuales se enlazan con los cuatro puntos cardinales y con los centros ceremoniales.  Sus vidas dependen de ellos y son el equilibrio de la naturaleza. Por eso los pueblos wixárika deben cumplir el mandato: “Se les pide a las personas que están en contra de su creador que dejen en paz los lugares sagrados”.

La destrucción de Wirikuta —fundamento material y cultural de la identidad wixárika— implicaría el final de este pueblo milenario, guardián de la flor, el equilibrio de la naturaleza y el despertar del mundo. Encontrar la flor del corazón del venado azul es como encontrar el archivo del cosmos que contiene toda esa vibración originaria de lo que aconteció en Wirikuta.

Este pueblo indígena mesoamericano es un tesoro cultural vivo que, a pesar de los golpes que ha sufrido, conserva su conocimiento y lo sigue transmitiendo hasta hoy. Su mensaje principal es que la naturaleza está viva y comprende los sistemas de regulación de los cuerpos. Wirikuta es la matriz de vida, de ese espacio donde se teje y sostiene de la vida del planeta.

Ahora que amenazan Wirikuta los intereses económicos de las mineras trasnacionales, los wixaritari responden como tesoreros de la flor del desierto que conocen desde tiempos inmemoriales peregrinando, cantando, rezando y haciendo ceremonia con mayor intensidad. Son guardianes de información necesaria para el equilibrio natural del mundo.