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La magia de Marian Petrescu en la Sala Nezahualcóyotl
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Marian PetrescuFoto George Klabin
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Petrescu (al piano) en 2012Foto Natalie AE
 
Periódico La Jornada
Sábado 11 de mayo de 2013, p. a16

Cake Walk, composición de Oscar Peterson, abre el disco Thrivin’: Live at Jazz Standard, del pianista rumano Marian Petrescu: un efluvio instantáneo de sonrisas inunda la estancia con esta música saltarina, efervescente, cálida en su caminar de hamaca.

Esa misma pieza abrirá el concierto que Marian Petrescu ofrecerá este domingo 12, a las 6 de la tarde, en la Sala Nezahualcóyotl (Insurgentes Sur, entre Rectoría y Perisur, estación Centro Cultural Universitario del Metrobús que corre por Insurgentes), en una sesión que se antoja imperdible.

Marian Petrescu es una leyenda y su radio de acción se circunscribe hasta el momento al entorno de los conocedores.

Su estilo pianístico decanta una combinación afortunada de idiosincrasia rumana, sabiduría de la escuela concertística de formación conservatoriana y una alegría exultante del jazz en su expresión más fina.

Si habría que ubicar el estilo Petrescu, caería en el territorio del jazz tradicional, con orientación a la música de concierto.

El epíteto lo lanzó como un dardo certero el maestro argelino, el genial compositor y pianista Martial Solal, quien puso el logotipo en su lugar: Petrescu, según Solal, es el Horowitz del jazz.

Es tal su dominio técnico, su poder interpretativo y su originalidad, que no tiene empacho en titular su presentación de este domingo como Homenaje a Oscar Peterson, ya que practica el pasticcio de manera colosal, emula al maestro de forma sorprendente, a grado tal que diríase, si uno cierra los ojos, que el corpulento pianista negro (1925-2007) ha sido suplantado por el rumano Marian Petrescu (Bucarest, 1970).

Lirismo, capacidad asombrosa de tocar una cantidad increíble de notas a velocidades exorbitantes, fraseo exquisito, los méritos de Marian Petrescu lo acercan mucho a su modelo: Oscar Peterson.

Ambos poseen un don que se les da a unos cuantos y que se resume en una palabra que es todo un concepto: swing.

Fuera de las definiciones técnicas, tan gélidas, el swing en Oscar Peterson es un sismo de 8.9 grados Richter que reacomoda el planeta entero sin causar daño alguno, por el contrario, ese mecer de hamaca, ese tremor de glaciales en incandescencia, ese moverse con frenesí y con serenidad al mismo tiempo, es ese no se qué que qué se yo que infunde magia a la obra entera del artista canadiense y que tiene a bien seguir el émulo rumano.

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PetrescuFoto Dirección General de Música/
UNAM

La presencia en México de una personalidad del jazz tan importante resalta la tradición, la coherencia y la fortuna para el público mexicano que ha visto en la Sala Nezahualcóyotl a gigantes del género, entre ellos Bill Evans, Keith Jarrett, Charlie Mingus, Cecyl Taylor, Oregon, Tomasz Stanko, Rainer Brunninghaus, Steve Kuhn, entre otros hacedores de la cultura jazz, al mismo tiempo que evidencia la necesidad de una reactivación de tan sana costumbre.

El disco Thrivin’ es uno de los dos que se consiguen en la producción de Marian Petrescu. El otro se titula Body and soul y de ese álbum también sonarán algunas piezas en vivo, incluyendo la que da título al disco y evidencia la enorme capacidad de emocionar en tempi tranquilos, en situaciones de intimidad, en momentos lentos donde el lirismo se convierte en una flama incandescente que acaricia y mueve a ensoñación.

En esos discos acompaña a Petrescu su cuarteto (formato predilecto de Oscar Peterson), integrado por el notable guitarrista Andres Öberg, el bajista David Finck y el baterista Mark MacClean.

En esta ocasión, Petrescu viene a México con su hermano, Mihai, en el contrabajo y completará la formación con dos músicos mexicanos: el guitarrista Cris Lobo y el baterista Gabriel Puentes.

Será una sesión exultante de buen jazz en la que la música de Oscar Peterson dará paso al pianismo excelso de Petrescu y sus versiones formidable a piezas célebres como Alicia en el país de las maravillas, de Danny Elfman; Little suede shues, de Parker; The man I love, de Gershwin; My Romance, de Rogers and Hart, pero también su gustada lectura del Cielito Lindo y, sobre todo, su manera de entender el Concierto para piano de Edvard Grieg, el aria Toreador, de la ópera Carmen, de Bizet y la mismísima Tercera Sinfonía de Brahms.

Aiquir.

Imperdible.

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