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Puntos sobre las íes

Rodolfo Gaona XV

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Un grupo aficionados participa en una parodia de las corridas de toros en El Alto, BoliviaFoto Ap
S

ea por Dios…

Teníamos, pues, a don Rodolfo Gaona lamentando el haberse casado, en octubre de 1917, con Carmen Ruiz Moragas, bellísima mujer, actriz y amante del rey Alfonso XIII, y para el mes siguiente planteada estaba ya la separación y sus terribles consecuencias.

Que mil fueron.

Habíamos señalado que por sus condiciones de gran torero, trataron –sobre todo Joselito– de cerrarle el paso, pero, a fin de cuentas y a regañadientes tuvo éste que apechugar por las exigencias de los aficionados, pero buscando siempre la forma de perjudicarlo.

Se desataron tormentas y vendavales por el daño causado a la imagen del monarca, por obra y gracia de un mexicano.

El escándalo crecía y los ataques de la mayoría de la prensa española eran verdaderamente sanguinarios y periódico hubo que publicó lo siguiente: “pobre mestizo sin valor, sin alma y sin leyenda… vuélvete a América… si te quieren”.

Al comenzar la temporada de 1918, se organizó un grupo que seguía al leonés para no permitirle torear y en los tendidos se repartían volantes en los que lo insultaban e injuriaban asquerosa y soezmente.

Y vino el derrumbe.

Para 1918, Gaona perdió casi totalmente la moral. Cayó en un profundo bache; adiós a su sitio de gran figura, salía a los ruedos casi mecánicamente, sin ver por su categoría y por el puesto que había conquistado en base a sus anteriores y constantes triunfos y por su, hasta entonces, indomable carácter.

Y peor cuando bien toreaba.

En esas tardes, cuando parecía resucitar, en vez de los aplausos estallaban la gritería y los insultos y volvía a caer en la depresión y se daba a salir del paso de cualquier manera.

Vivía en un infierno.

Él mismo lo confesó: Llevaba sobre mí como una pesada losa que me aplastaba, no tenía fuerzas y ni siquiera intentaba desprenderme de ella.

Así, lidió más de 60 corridas, gracias a sus anteriores triunfos de 1917, que fue su última gran campaña en ruedos españoles, la mitad de ellas alternando con Joselito, para quien no era ya gran enemigo y –supone quien esto escribe–, feliz por ver como lo abroncaban.

Fuera o no el caso.

+ + +

El defensor

Prudencio Iglesias Hermida era un periodista leído y temido, de armas tomar cuando alguien osaba contradecirlo y por ello tenía fama de guapo y que caminaba portando un grueso bastón, por si las moscas.

Este señor publicó un fantasioso artículo en el que afirmaba que había comido con El Indio Grande y que éste, al terminar, había pedido 12 botellas de champaña indicando que las colocaran en el alfeizar de una ventana y sacando una pistola las había destapado de a tiro por barba.

Ni Rambo.

Aquella calenturienta narración causó gran impacto y casi desapareció el grupo de reventadores que lo seguía, pero el que no cesaba de despotricar contra Gaona era el picador Chanito –a quien Gaona había perdonado después de haberle acusado falsamente de pisotear la bandera de España–, quien en aquellos días supo que el leonés lo iba a despedir, pues de nada le servía, afirmando que iba a darle su merecido al mexicano, al que esperó cuando regresaba de Badajoz.

El picador lo invitó a abordar un coche de alquiler y, una vez en el interior, sacó una pistola y un garrote a la vez que le decía te voy a dar tu merecido, ya lo verás. Gaona ni se inmutó, ordenó al cochero que se detuviera y le dijo a Chanito, el que te va a dar tu merecido soy yo y pronto lo verás.

Se fue Gaona a su casa, donde guardaba una pistola, y con ella fue a buscar al bravucón y lo encontró en un café. Cuando Chanito lo vio, sacó la suya y Gaona lo retó, tú no disparas porque tu pistola está cargada de miedo, pero la mía no, así que vente para afuera y a ver si eres tan hombre como dices. El malagradecido no se movió y entonces Gaona le profirió quien sabe que tantos insultos tratando de provocarlo pero no hubo respuesta, así que encarándose con los asombrados parroquianos les dijo: “ya ven ustedes que este valiente vale…”.

+ + +

El tirano no ceja…

Así que en 15 días habremos de referirnos a lo mucho que todavía tuvo que sufrir y soportar don Rodolfo en España, como todo un hombre.

Hasta entonces.

(AAB)

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