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Tezozomoc
U

no de los gobernantes épicos en la historia prehispánica de nuestra ciudad es Tezozomoc. Encabezó por décadas el mandato de Azcapotzalco, urbe fundada por los tepanecas alrededor del siglo XIII. Valeroso guerrero y astuto estadista logró crear un poderoso imperio que sometió a todos los pueblos de la cuenca. Se cuenta que vivió hasta los 120 años y que tuvo decenas de esposas e hijos. A muchos de ellos los casó con mandatarios de las poblaciones conquistadas, para ir creando un poderoso linaje.

Todo iba bien hasta que falleció y llegaron los mexicas o aztecas, que iniciaron su asentamiento como súbditos de los tepanecas, en unos islotes en medio de los lagos. Feroces en la guerra, en poco tiempo pasaron de siervos a aliados, para finalmente someter a los azcapotzalcas, a sus antiguos pueblos vasallos y a otros muchos de lejanas tierras. Su poderío llegaba hasta lo que ahora es Centroamérica. Desde la potente México-Tenochtitlan borraron la historia tepaneca, para erigirse ellos como los fundadores de la dinastía que creó la grandeza de la cultura nahua.

Ya hemos comentado que en muchas delegaciones, barrios y pueblos de la ciudad de México se conservan muchas huellas de sus viejas raíces. Uno de ellos es Azcapotzalco, que además de preservar un rico patrimonio arquitectónico, guarda tradiciones y gran orgullo por su pasado tepaneca; entre otros, con su gentilicio de chintololos.

Así es que nada más lógico que busquen honrar la memoria del monarca que los convirtió en poderoso imperio. Con gran acierto lo hicieron con el parque Tezozomoc, que recientemente fue renovado y se nota que le dan mantenimiento porque luce muy bien cuidado. Se edificó cuando era delegado Tulio Hernández sobre terrenos que pertenecieron a la hacienda del Rosario. Con muy buen tino se contrató al arquitecto paisajista Mario Schjetnan, quien propuso recrear a escala, en las 28 hectáreas, la cuenca de México en el siglo XVI. Para semejar las montañas que la rodean, aprovecharon la tierra que se extraía de la obra de la línea 6 del Metro. El lago se llenó con agua sobrante de la planta de tratamiento de la Unidad Habitacional del Rosario. El resultado es maravilloso y único. En el centro de las aguas un islote representa con figuras de bronce el momento de la fundación de México-Tenochtitlan. Ubicados alrededor del lago hay señalamientos que indican la localización, con una breve historia, de los poblados asentados en la ribera de los lagos en ese tiempo.

Es un paseo familiar muy grato para el fin de semana, ya que cuenta con andadores, ciclopistas, zonas de juegos infantiles, pista de patinaje y canchas deportivas. Asimismo, tiene gran valor ecológico: se han asentado en el lago algunas especies migratorias como el pato cucharón y la garza blanca; hay gansos y patos, algunos peces como la carpa de Israel, tortugas japonesas introducidas por los visitantes y es un paraíso para las ardillas.

Otra faceta interesante es que se sembraron básicamente especies endémicas de la ciudad de México. El parque se inauguró en 1982, así que ya se pueden apreciar ahuehuetes, colorines, ahuejotes, pirules, fresnos y muchos otros de exhuberante fronda. También se aprecia vegetación característica de aguas bajas como el tule.

Seguramente va a salir con hambre, pero no se preocupe, en la avenida Cuitláhuac 3102, se encuentra el restaurante Nicos. De añeja tradición chintolola, el austero y poco atractivo exterior, no nos dice nada del paraíso gastronómico que va a encontrar en el interior.

Si prefiere iniciar el paseo bien nutrido puede ir a desayunar, lo reciben con chocolate espumoso o buen café, acompañado de bizcochos calientitos, recién horneados y si gusta, acompañados de nata fresca. Los huevos Azcapotzalco son exquisitos. Si va a la hora de la comida no deje de probar la sopa de queso de cabra, el tamal de salmón o el filete nicolasa y té de cacao. Si es domingo lleve picnic al parque, porque Nico descansa.