Opinión
Ver día anteriorSábado 27 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cine de autor en la playa (o casi)
C

osa curiosa esto del Festival de Cine de la Riviera Maya. En su segunda edición, el encuentro todavía tiene mucha cancha para afinar detalles de organización que, al menos lo que a la prensa se refiere, han estado algo desordenados. Para quienes vienen a cubrir actos, la agenda turística parece imponerse al sentido práctico, pues se procura desplazar al personal de un lado a otro de la zona.

La inauguración del festival, por ejemplo, se hizo en Cancún (con una película, la uruguaya Tanta agua, que ya había estado en Guadalajara). Hubo todo un día dedicado a la película Juego de niños, del supuesto Makinov, en la locación en que fue filmada, la isla de Holbox. Desde luego, demasiado ajetreo para un churro que uno ya había visto en Toronto, pero que, para quienes fueron, sirvió de paseo. Otras conferencias y actividades se han programado con esa amable tendencia y el consecuente traslado a sitios como Tulum y Puerto Morelos.

La programación –que a final de cuentas es el eje principal de un festival– ha mostrado más firmeza. En manos experimentadas –e idiosincráticas– como las de Michel Lipkes y Maximiliano Cruz, que colaboraron en el desaparecido Fico de la ciudad de México, la selección de películas es saludablemente ecléctica. La sección competitiva Plataforma Mexicana ha reunido una catorcena de títulos de cine de autor ambicioso.

Sin embargo, para la cantidad de festivales que ya existen en el país, es difícil encontrar material de estreno. De hecho, de las 14 películas, hasta donde sé, sólo tres –menos de una tercera parte– son primicias: Las búsquedas, de José Luis Valle; El cuarto desnudo, de Nuria Ibáñez, y Panorama, de Juan Patricio Riveroll. Las demás se han exhibido en anteriores festivales nacionales.

Esos estrenos más la selección internacional –dividida en secciones algo aleatorias llamadas Planetario, Gran Público, Panorama Autoral– han servido de columna vertebral del festival playero. Alternando entre el cine minimalista, el de autor y el de géneros, la exhibición en las tres salas de Plaza Pelícanos, minicentro comercial en Playa del Carmen, ha dado suficientes motivos para exponerse a las gélidas temperaturas del aire acondicionado durante la mayor parte del día. Y olvidarse de que el mar caribeño está a unos metros.

Lo llamativo es que debe ser la primera vez, en mi experiencia, que he atestiguado una asistencia nutrida de público en los festivales organizados en esta zona tan turística. Claro, ayuda que la entrada sea gratuita para todos –algo insólito en los intereses de un festival–, pero aun así la que asiste no es gente que se asoma a curiosear. Son, en buena parte, hipsters playeros, además del personal acreditado, que de alguna forma se ha sentido atraído por un tipo de cine que no se volverá a exhibir jamás por estos lares. (Y en la ciudad de México sólo en determinadas circunstancias, si acaso.)

Uno, por ejemplo, ha podido disfrutar de las recientes realizaciones del japonés Takeshi Kitano (Outrage Beyond), su paisano Takashi Miike (Lessons of the Evil) y el hongkonés Johnnie To (Drug War), cada uno con su propia capacidad de delirio en sus respectivos –y muy violentos– enfoques sobre diferentes aspectos de su país. También ha habido lugar para el cine sicotrónico, como es Antiviral, debut en la realización de Brandon Cronenberg (hijo de David), quien sigue demasiado de cerca las huellas iniciales de su papá en cuanto al horror orgánico; la que, en cambio, permanece ajena por completo a la influencia de su padre es Xan Cassavetes que consigue en Kiss of the Damned, película de vampiros al estilo del cine europeo pretencioso de los años 70. De varias de las mexicanas meritorias ya habrá oportunidad de hablar cuando se estrenen (si es que se estrenan).

Total, el festival de la Riviera Maya –abreviado como RMFF– enfrenta el reto de mantener esa programación tan variada e interesante. Y, al mismo tiempo, el de sobrevivir a vaivenes políticos y cambios de presupuesto. Con conseguir eso y no ser tan desparramado en sus actividades paralelas, el festival podría volverse un útil si bien relajado preámbulo previo a la paliza de Cannes.

Twitter: @walyder