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Democracia del SNTE, ya
E

n la iniciativa de reformas a los artículos 3 y 73 de la Constitución aprobadas hace unas semanas, el gobierno federal priísta reconoce, como de paso, en una frase elusiva, un hecho histórico y político de enorme trascendencia… y gravedad. Dice que el sistema educativo nacional ha debido contender con adversidades de diversa índole, una de ellas ha sido la constituida por las prácticas indebidas y frecuentemente lesivas a la dignidad magisterial.

Pero lo padecido por cientos de miles de maestros mexicanos (no por un etéreo sistema educativo nacional) no han sido meras prácticas indebidas y frecuentemente lesivas de la dignidad magisterial, sino un sistema impuesto desde 1945 por el PRI que ha lesionado, además de la dignidad de los maestros, la posibilidad de su desarrollo profesional y personal, sus condiciones laborales y de vida, y ha anulado su derecho a la libre organización sindical. Más aún, para imponer este sistema, los gobiernos priístas acudieron de manera sistemática a las peores formas de represión.

Esta historia ha sido contada en varios libros e innumerables artículos y ensayos. Muchos investigadores, entre ellos, por ejemplo, Luis Hernández Navarro (en Cero en conducta: crónicas de la resistencia magisterial) y Gerardo Peláez (en su Historia del SNTE), la han documentado y han mostrado cómo la opresión de los maestros por parte del Estado nunca ha sido aceptada dócilmente por todo el magisterio; por el contrario, ha sido enfrentada con dignidad y arrojo por amplios sectores de este gremio.

La remoción de la líder del SNTE por un ajuste de cuentas dentro de los grupos políticos que controlan a este país, los graves errores de los gobiernos panistas de los pasados 12 años y la incapacidad del gobierno federal para elaborar un proyecto de reforma educativa sólido, pertinente y de calidad (para usar su lenguaje), han desembocado en estos días en una situación de verdadera crisis.

En la misma iniciativa de reforma constitucional, presentada por el gobierno federal, se reconoce que el magisterio ha expresado inconformidades, pero mencionan sólo las originadas por las maldades de las evaluaciones impuestas por los gobierno panistas, y las enfrentan con la promesa de que ahora esas evaluaciones serán justas y técnicamente sólidas. Al plantear como meta lograr evaluaciones justas se está reconociendo que esas evaluaciones irrumpen en el espacio de los derechos individuales y no tendrán sólo nobles fines formativos; además, al poner en el centro de atención el aspecto técnico, cancelan el debate, fundamental, de los criterios filosóficos y políticos de la evaluación y la educación.

Reconocen también el reclamo del magisterio y de la sociedad que exigen la dignificación de la profesión docente. Pero han obviado por completo un asunto trascendental, esencial para esa dignificación y para otros valiosos fines: la inaplazable democracia del sindicato, una demanda central de la lucha que ha dado la CNTE a lo largo de más de 30 años.

Al desconocer a la líder del SNTE, el gobierno federal alteró el escenario político nacional y, por supuesto, el del magisterio. Cabe preguntarse si lo hizo con una estrategia en mente y cuál es esa, pues la dirigencia que impuso en el sindicato no tiene la posibilidad de continuar con el control que ejercía el grupo defenestrado, y menos en medio del conflicto generado por las impertinentes reformas a la Constitución indebidamente llamadas reforma educativa.

La CNTE y otros grupos independientes del magisterio han pasado a ocupar un lugar central en la lucha por una auténtica reforma educativa; la han planteado hace mucho tiempo, pero el férreo control ejercido por la dirección del sindicato, en colusión con los gobiernos del PAN y del PRI, y la imposición de proyectos tecnocráticos dictados por los economistas de organismos internacionales, han cerrado la posibilidad de avances en esta materia.

En estos momentos, la lucha de la CNTE por la democratización del sindicato adquiere nuevo vigor y posibilidades de avanzar. La sociedad entera ha prestado atención a las escandalosas condiciones que la dirigente del sindicato construyó impunemente para su beneficio y el de sus allegados vendiendo su capacidad de controlar al magisterio. Pero esta capacidad de control se vio deteriorada por los escandalosos excesos de La maestra, por su pretensión de ejercer un poder independiente del gobierno y por la creciente conciencia y activismo de los maestros mexicanos.

Sin el apoyo ilegal que los gobiernos priístas y panistas han dado a los cacicazgos que sojuzgan a los maestros desde hace casi 70 años, ese control hubiera sido imposible. La democratización del sindicato la hacen los maestros, su postura ante el gobierno federal es exigir que respete sus derechos, que actúe con apego a las leyes. Esta es la demanda que hacen los maestros de la sección 9 del SNTE, militantes de la CNTE, en la marcha que hoy realizan en esta ciudad, y a quienes un acto ilegal de la autoridad les niega el reconocimiento como dirigencia seccional. Por supuesto, la prensa, la radio y la televisión comerciales, y los intelectuales de derecha que alardean de ser paladines de la democracia y la libertad, los acusarán de entorpecer la circulación de los automóviles y crímenes semejantes. Por tratarse de maestros izquierdosos y ruidosos no les reconocen siquiera el derecho a exigir el cumplimiento de la ley, ni el mérito de luchar por la democracia sindical, parte esencial de la verdadera democracia del país.