Mundo
Ver día anteriorLunes 1º de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Sobrevivientes desafían sus temores y denuncian a los represores en busca de justicia

Afloran más casos de tortura en provincia argentina de Jujuy durante la dictadura

Se siguen rastros del Operativo Quena con Bolivia y Perú para controlar la zona fronteriza

Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 1º de abril de 2013, p. 26

Buenos Aires, 31 de marzo.

En la provincia de Jujuy, extremo noroeste del país, que limita con Bolivia y Chile, aún se puede sentir el miedo de los pobladores en algunas zonas que fueron especialmente castigadas por la pasada dictadura militar (1976-1983), y donde centenares de personas fueron llevadas a los Centros Clandestinos de Detención (CCD) en los que conocieron el horror de las torturas. Algunos fueron trasladados ilegalmente a otras provincias y hay alrededor de 200 desaparecidos en una población de unos 750 u 800 mil habitantes.

Pero la cifra es mucho más alta y ahora comienzan a surgir nuevos casos, a presentarse personas muy humildes a denunciar lo que sufrieron y que habían silenciado por miedo.

Aquí primero salieron los sobrevivientes, con sus trágicos recuerdos y en desafío a sus temores, a buscar verdad y justicia porque los riesgos son más grandes cuando más pequeños son los lugares y todos nos conocemos. Después, las madres y los familiares. Uno de los símbolos de esa lucha fue Olga Aredez, fallecida en 2011, esposa del médico Luis Aredez, secuestrado en el poblado del Ingenio Ledesma y desaparecido en la noche del apagón.

Trasladados a Buenos Aires

Fue entre el 20 y el 27 de julio de 1976 cuando en complicidad los militares, los gendarmes y la empresa Ledesma apagaron las luces y, con camiones facilitados por ésta, grupos de tarea asaltaron brutalmente las casas y se llevaron a 400 trabajadores entre mujeres y hombres. Uno de ellos fue Aredez.

Sobrevivientes relataron a este periódico cómo fueron trasladados en un avión militar a Buenos Aires, donde algunos desaparecieron.

Olga Aredez decidió un día salir a hacer ronda alrededor de la plaza del libertador general San Martín, donde está Ledesma. Sola con un pañuelo blanco, como las Madres de Plaza de Mayo, mientras buscaba con sus hijos al esposo y a otros desaparecidos. Hizo esa ronda solitaria durante varios años. Fue un ejemplo y en los últimos años estaba acompañada por miles.

Ahora somos muchos, dice Hilda Figueroa, valiente mujer de rostro muy juvenil, quien tiene una discapacidad al caminar por haber sido víctima de poliomelitis en su niñez. Fue secuestrada cuando tenía 20 años y llevada a un CCD en Guerrero, población cercana a la capital jujeña.

Allí, vendados, maltratados, con las manos atadas, pudieron reconocer algunas voces y saber que a ese lugar fueron llevados los trabajadores de la Empresa Ledesma y de Calilegua. También fueron a dar ahí los mineros de la mina Aguilar.

Cada uno de los sobrevivientes relata aquellas horas, la crueldad de las torturas, y habla de los compañeros que allí desaparecieron. Lograron reconocer a varios de sus torturadores, también ahora procesados y juzgados. Lo más doloroso era reconocer las voces de los compañeros en los gritos de los torturados, dicen.

Comenzar a salir fue muy duro, pero no estábamos dispuestos a que se olvidara, sostiene Hilda, quien debió sobreponerse a los horrores que sufrió su cuerpo. Torturas y violaciones constantes para quebrarnos, humillarnos, deshumanizarnos, aterrarnos y no pudieron. Hoy trabaja en derechos humanos, como verdadero referente para sus compañeros.

Cuando la llevaron, Hilda tenía 15 operaciones en las piernas. Sin embargo, la subieron a empujones a un camión, tirada sobre otras personas. Su mayor sorpresa fue que, en un momento en que pudo sacarse la venda al ir a un baño, pudo constatar que ese lugar había sido un centro espiritual de la Iglesia.

Cómo no lo iba a reconocer si allí había ido a un retiro de mi colegio católico cuando tenía 15 años. Cinco años después, en el mismo lugar donde se había levantado un altar, se torturaba; me torturaron.

Cuando fue luego a preguntar cómo la Iglesia lo había permitido, le dijeron que el lugar había sido cedido al Estado ese mismo año. Pero todos conocen la responsabilidad de las cúpulas de la Iglesia en el lugar.

Ahora los sobrevivientes luchan para que se reconozca como un lugar de la memoria, junto con otros edificios similares de los alrededores, que también fueron CCD.

Jujuy ya había vivido en el 75 la represión que sufrió toda esa región cuando se implantó el Operativo Independencia (contrainsurgente) con sede en Tucumán, supuestamente para combatir un pequeño foco guerrillero del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Hay cantidades de víctimas y desaparecidos de esos tiempos en todo el noroeste.

Figueroa fue una de las primeras en el juicio oral que conmueve a Jujuy, donde continúa el impacto por el procesamiento al dueño de Ledesma y uno de los empresarios más poderosos de esa provincia, Pedro Blaquier, por su complicidad con la dictadura. Es dueño de buena parte de Jujuy.

Hilda tiene ahora una pierna ortopédica, producto de las torturas, cuando en un momento la arrojaron brutalmente sobre el piso, golpeándola, y le rompieron una de las piernas operadas.

Su testimonio ha sido clave en este caso. Recordó con precisión haber reconocido la voz de una de las víctimas, Rubén Canseco, quien pedía en sus alaridos que pararan (de torturarlo)y ayuda a Dios. Después hubo un silencio y se escuchó la voz de unos de sus torturadores, que dijo se nos fue. Nunca más volvieron a verlo.

Asegura Figueroa que, desesperada durante las torturas recurrió a desdoblarse. Me decía: esto no me está pasando a mí, le pasa a la otra Hilda.

Ahora está a la cabeza de las mujeres que han decidido hablar sobre el tema más silenciado por pudor, por vergüenza, por lo que sea contra la tragedia de las violaciones múltiples. El cuerpo de las mujeres fue usado como campo de batalla, sostiene Hilda con su eterna sonrisa, que oculta las procesiones que van por dentro. También ha luchado por la unificación de las causas porque, de lo contrario, cada sobreviviente tiene que ir a uno y otro juicios y volver a contar los horrores. Es muy cruel para todos.

Considera que “así como el robo de niños, la violación de las mujeres –que es considerado delito de lesa humanidad– fue un plan sistemático de la represión. Nos violaban no para tener datos ni nada. Era una forma de exterminarnos como personas”.

Las violaciones son consideradas delitos contra la integridad sexual de de hombres y mujeres mantenidos en cautiverio y deben ser considerados delitos de lesa humanidad de los que son responsables tanto los autores directos como quienes mantenían el control y dominio sobre los hechos en la estructura del poder y sus subordinados, señala el libro Las grietas del silencio, extraordinaria investigación realizada por seis mujeres que se presentó en estos días en Jujuy y hará historia.

Hay mucho que hablar de lo que sucedió en Jujuy, donde viven muchos bolivianos que no volvieron a su país y, como las familias son muy humildes, no los han buscado como desaparecidos. Imaginaron que se quedaron en Argentina. Pero ahora hay una búsqueda conjunta entre ambos países. Por aquí también se siguen rastros del Cóndor, que existen, y también de otras acciones contrainsurgentes Operativo Quena, operación conjunta entre Argentina, Bolivia y Perú para controlar que esta zona fronteriza argentina no fuera una retaguardia para los grupos subversivos de Bolivia y Perú. Esto tiene su propia historia, que se bifurca en muchos terrores.