Opinión
Ver día anteriorSábado 30 de marzo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Recuperando el poder del Estado
E

l régimen que emergió de las reformas electorales y que fue configurándose en el contexto de gobiernos divididos no logró cuajar en una democracia plena porque esa gran transformación sólo habría sido posible como resultado de un pacto histórico entre las principales fuerzas del Estado y de la sociedad.

En vez de ello se confió en que la configuración de un sistema multi-partidista contagiase al conjunto de los poderes constituidos de suerte que la democratización del régimen fuese resultado de una especie de círculo virtuoso impulsado por aquéllos.

Surge un arreglo institucional frágil y errático incapaz de generar pactos de gran envergadura y amplio horizonte. La competencia electoral ciertamente abrió las puertas del sistema político haciendo tanto la entrada como la salida muy baratas.

Tratándose de tres partidos pragmáticos, la lealtad por contubernio que privó en el régimen autoritario se expandió a todo el sistema. Lo que prevalece es el transfuguismo y los acuerdos mezquinos. El presidencialismo se debilita y deja de jugar el papel de articulador de fuerzas políticas. Los órganos del Estado se fragmentan y la captura de éstos por parte de los poderes fácticos se acrecienta.

El Estado de los poderes fácticos es un no-Estado. No hay visión ni horizonte. En lo único que todas las fuerzas implícitamente concuerdan es en ordeñar el presupuesto público –legal e ilegalmente– que sin una verdadera reforma fiscal dependió de los recursos petroleros. Ha funcionado no como el monopolio de la violencia legítima, sino como el monopolio indolente que compra su decadencia con la generosa distribución de privilegios a todos los poderes fácticos. Es un régimen que ni picha ni cacha ni deja batear porque usa programas y recursos públicos para desarticular polos de construcción ciudadana o gérmenes de iniciativas sociales.

El Pacto por México es la autocrítica del régimen de los poderes fácticos. Su propósito explícito es restablecer el poder del estado limitando y restringiendo a los poderes fácticos. Reconoce que ningún partido está en capacidad de gobernar por sí solo la pluralidad social, económica y cultural del país. Reconoce sobre todo la necesidad de espacios que promuevan una iteración de acciones para construir un nivel básico de confianza entre las cúpulas de las tres fuerzas partidistas.

Este arreglo institucional encarece la entrada puesto que en los tres partidos hay corrientes que impugnan los acuerdos políticos. Algunas lo impugnan por razones ideológicas, en la mayoría de los casos impugnan a los interlocutores que hicieron posible el pacto, no al pacto en sí mismo. La lealtad se construye sobre la base del contenido del Pacto del cual las tres fuerzas se reclaman coautores. La salida será costosísima para las tres fuerzas porque han apostado parte sustantiva de su capital político en ello. En síntesis: todos ganan aunque gana más el Ejecutivo por razones obvias; si se rompe todos pierden pero perdería más también el Ejecutivo. Este espacio es vinculante para las tres fuerzas políticas.

Sus puntos débiles son dos. Uno cómo se insertan en este arreglo las fuerzas políticas no partidistas. No se trata ni de una amalgama ni de cooptaciones; es un tema que toca el centro de un régimen democrático, la vinculación entre la sociedad política y la sociedad civil, el vínculo entre ciudadanos y gobiernos. Segundo, el impulso a una cultura de la deliberación pública frente a la inercia de una cultura que como decía Martín Luis Guzmán está basada en el verbo madrugar y como añadía Octavio Paz se sustenta también en el verbo ningunear.

Estas dos debilidades que son dilemas sociales marcarán la trayectoria hacia una restauración autoritaria o hacia una consolidación democrática. El factor que jugara un papel clave me parece será la calidad y naturaleza de las fuerzas opositoras al régimen desde el régimen mismo.

Twitter: gusto47