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De larga historia en el país, ofrecen juegos, carreras de caballos y peleas de gallos

En las ferias se pone en práctica una obsesión que data de la Colonia

Ilán Semo recoge testimonios y relatos en su ensayo Azar y melancolía

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Detalle de Locomoción animal: una investigación electro-fotográfica de las fases consecutivas de los animales, 1872-1886, publicada en 1887, tomada de Corre caballo corre, de la Colección de la Fundación TelevisaFoto Eadweard J. Muybridge
 
Periódico La Jornada
Martes 5 de marzo de 2013, p. a12

Durante todo el año se realizan ferias en los diferentes municipios y estados de la República, en las que se puede ir a probar suerte en los juegos de azar, carreras de caballos o peleas de gallos. También están los prohibidos juegos de cartas y la ruleta, todos tradicionales y de larga historia en el país. Aunque la mayoría de los visitantes acude en busca de distracción, estos sitios también favorecen el juego patológico.

Prácticamente nada se sabe de los problemas de salud que provocan las ferias, pero existen, asegura Carlos del Moral, especialista en el manejo de la ludopatía. Comenta el caso de un hombre de negocios que está atrapado por las peleas de gallos. Adonde quiera que se realicen, en cualquier lugar de la República, él va. Es lo único que le interesa y casi por lo que vive. Por lo mismo, no es fácil encontrarlo. Como buen jugador, puede tener dinero para las apuestas, aunque no pague la cuenta del teléfono.

Las peleas de gallos representan una de las más añejas actividades en las ferias. Aunque se realizan, no se anuncian como tales, a diferencia de las corridas de toros, por ejemplo. Una evidencia clara de la tradición está en Aguascalientes, en la Feria de San Marcos, la más antigua y famosa del país, así como en la canción que le da identidad: Pelea de gallos.

Según Internet, a lo largo de la feria de abril se realizan casi 300 peleas.

Testimonios

Otros testimonios dan cuenta de cómo por causa de las apuestas y las trampas los jugadores llegan al extremo de perder la vida. En los albores del siglo XX ese fue el caso de José Rosendo Montes Aguilar, hacendado y comerciante de Comitán, Chiapas, apostador en las peleas de gallos.

La historia de ese hombre, recogida por el escritor e historiador Ilán Semo en el ensayo Azar y melancolía, da cuenta de su carrera de gallero y del negocio clandestino que tenía, a pesar de la prohibición impuesta por el gobierno en 1869, que le redituaba grandes cantidades.

Montes Aguilar, de 57 años de edad, murió asesinado el 16 de septiembre de 1901, al salir del palenque, luego de una riña provocada porque su gallo, El Dandy, aparentemente envenenado, perdió la pelea estelar de esa noche.

Como ésta, existen otras historias que datan de la época prehispánica y que de igual forma dan cuenta del gusto por desafiar a la suerte, o a la mala suerte. Desde siempre, los juegos de azar han sido señalados como fuentes del mal y fomentadores del vicio.

No obstante, en las ferias las posibilidades de diversión son numerosas, como las carreras de caballos, también de larga historia en la República. El primer hipódromo fue el circuito de Peralvillo, abierto el 29 de abril de 1882. Allí las apuestas iban de 150 a mil 500 pesos, según plasma Semo en su ensayo, el cual forma parte del libro La Rueda del azar: juegos y jugadores en la historia de México (México, DF, 2000).

También de la época porfirista es el Jockey Club. El historiador comenta que ese grupo, integrado por la élite de la sociedad y la empresa, promovió juegos y entretenimientos, entre los que estaban los naipes. Luego surgió el Country Club. Ambos fueron sedes relevantes de lo que se daba en llamar el deporte organizado.

En la actualidad, de acuerdo con el reporte oficial más reciente, con las autorizaciones que se han otorgado, podría haber en el país 681 casinos. Operan de manera efectiva 349, aunque en esta cuenta no están incluidos los establecimientos y máquinas que funcionan en la ilegalidad. Si se agregan a los permisos oficiales, los concedidos para el funcionamiento de establecimientos de espectáculos en vivo, la cifra asciende a mil 316.

La misma fuente señala que entre 1953 y 2000 los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) expidieron 19 permisos. Con cada uno, los empresarios pueden abrir uno o decenas de casinos.

Durante la administración de Vicente Fox se otorgaron ocho nuevos permisos, y cuatro con Felipe Calderón.

En cuanto al número de centros de juegos y apuestas, los periodos con más licencias concedidas fueron en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, con 296, y de Vicente Fox, en el que se sumaron 230 nuevos establecimientos.

La explicación se encuentra, de acuerdo con Ilán Semo, con el presidente general Lázaro Cárdenas, quien encontró la fórmula para poner en práctica una obsesión que data de la Colonia: el monopolio del Estado sobre lo que ya despunta como las futuras industrias de la suerte.