Opinión
Ver día anteriorLunes 25 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Más recuerdos de un chilancruzano

M

e encontré a Moy Domínguez totalmente recuperado de su enfermedad, cosa que me alegró. Nos pusimos a recordar tiempos mejores y salieron a relucir nombres de compañeros que dejaron huellas imborrables y el recuerdo de su calidad fuera de serie. Vinieron a mi mente recuerdos no sólo soneros, sino, para ir de acuerdo con la ocasión, carnavales que gocé y lugares en Veracruz, el bello, que me han acompañado desde siempre.

Allá, a principios de los años 50 del siglo pasado, por invitación de Toño Peregrino, sobrino de Toña la Negra, pasé el primero, hospedado en su casa. Fui testigo de las actuaciones de la orquesta de Chucho Rodríguez, con una pareja de cantantes extraordinarios, Tony Camargo y Benny Moré, en el edificio del Sindicato de Empleados de Comercio. Ellos ya habían dejado en grabaciones dos versiones de antología, en ese entonces convertidas en éxitos, de un par de composiciones de Chucho: Esta noche corazón y Sin razón mi justicia. En ese carnaval Tony se la pasó enfundado en un disfraz de payaso.

Pasé otros carnavales gozadores ya formando parte de Lobo y Melón con su grupo, con un elenco de bala: Toña la Negra, acompañada al piano por Chucho Zarzosa, la Sonora Matancera con las Mulatas de Fuego, Celia Cruz, Albertico Pérez, Willy el Baby, aparte Bill Halley y sus Cometas y, por supuesto, nosotros.

Otro que fue el aniversario número 50, que presidió Baltazar Pazos, y hay un disco con Las Estrellas Veracruzanas, que tuvieron a bien invitarme. En ese carnaval tuve mucha actividad, hasta participé en los desfiles. ¡Tremendo agasajo! En fin, que Veracruz me ha regalado momentos que mucho agradezco. Debo reconocer momentos que disfruté en Rincón Brujo, Casa Idalia, La Escondida, El Mambo y muchos otros de los que no recuerdo los nombres, pero los visité en compañía de Juan Sigüenza Salazar Juanelo, del que Beto Ávila decía que era una segunda de primera.

También mi recuerdo para el Parque Zamora, que tenía sabor para dar y prestar con el Negro Peregrino, el Ratón y los trovadores que se refugiaban en el parque y noche a noche ponían a gozar al personal con la calidad del Zurdo, el Yuca y, repito, todos los demás.

Hace mucho que no tengo noticias de un amigazo llamado Ángel Ramón Cueto Cabada, conocido por Molinero, que hacía una interpretación muy personal de una canción grabada por Los Tres Diamantes, su nombre Reina mía. Lo dicho, Veracruz me ha dejado cosas inolvidables que hasta me hacen reír a solas.

Hubo un lugar llamado Bahía donde cantó Benny Moré acompañado por el Conjunto Anacaona, de Federico Sánchez, en una Semana Santa que aproveché para visitar el puerto durante las vacaciones que nos daba el señor Faber, propietario del Astoria, lugar donde trabajé varios años. Eso de trabajar no me lo crea, mi asere, porque para mí no puede ser trabajo: cantar son ha sido un regalo de Dios, además de pertenecer a grupos y orquestas que cada noche me regalaban un banquete de sabor y todavía me pagaban.

Volviendo a Veracruz, hubo un lugar llamado El Pirata, que también me trae gratos recuerdos y el viejo Villa del Mar, no se diga la Lonja Mercantil y, por supuesto, sus soneros; ojo, dije soneros porque no cualquiera puede llevar ese calificativo. Además, Carlos Embale sentenció: Para tocar el son hay que llevarlo en el corazón, porque parece fácil, pero, cuidado, que muchos son los llamados y muy pocos los elegidos.

Luis Rovira y un servidor hemos coincidido y ojalá podamos llevar a cabo un taller y empezar por el léxico, para que los interesados no confundan guajeo con tumbao, carretilla con abanico, inspirar con pregonar, tres con tresillo, marímbula con marimbol, porque créame, monina, esto del son no es enchílame otra gorda, ni usar el diminutivo de rumbita. Le aseguro, mi enkobio, que nunca se deja de aprender y sin clave no habrá propiedad.

Guyún dice: “La clave ejerce una dictadura rítmica en la música cubana. Ella en su ciclo siempre alterna un compás fuerte con otro débil. Esta alternancia exige que se sincronice el compás fuerte que ella realiza con el compás fuerte que la melodía señala. De no efectuarse este sincronismo se incurriría en el error o anarquía rítmica y estaríamos tocando con clave montada, atravesada o más comúnmente, ¡fuera de clave! Por mi parte, suplico a los doctos no llamar a la clave ‘los palitos’”. ¡Vale!