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Religen a Correa en Ecuador
En las zonas rurales ecuatorianas sufragar es asunto serio; no hacerlo implica una sanción

Es un placer apoyar a mi presidente, asegura una anciana de Pujilí

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Aída Andrango, indígena ecuatoriana, emite su voto en una de las mesas receptoras instaladas en el norte de QuitoFoto Ap
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 18 de febrero de 2013, p. 4

Cotopaxi Sierra Central, 17 de febrero. Pujilí, en la provincia de Cotopaxi, vive entre las nubes que tapan y destapan las montañas de la cordillera. Esta mañana, en las juntas receptoras de votos de la pequeña ciudad de mayoría indígena, mitad rural, mitad urbana, se vivió una intensa actividad. A las 12 del mediodía ya habían sufragado casi 50 por ciento de los registrados.

Cinco mujeres de una sola familia, todas con sus coloridos chales de franela y los sombreros de fieltro adornados por soberbias plumas de pavorreal, discutían todavía en la fila de la casilla electoral cómo iban a distribuir sus votos, si en plancha por el partido oficialista o diferenciados los votos para presidente y asambleístas. Era una conversación seria.

Finalmente llegaron a un acuerdo, avanzaron, tomaron sus papeletas y emitieron sus sufragios. La más anciana lo hizo con gran solemnidad y al meter la boleta bien doblada en la ranura acarició casi con ternura la urna. Como si ahí dejara algo importante de ella misma.

Al final recogieron un rectángulo de papel que es de importancia vital para todo ciudadano de este país. Dice: Este certificado sirve para todos los trámites públicos o privados. Cada diligencia burocrática, cada gestión bancaria, pagar la luz, cobrar un subsidio, solicitar un apoyo, sacar licencia de manejo u obtener un certificado de estudios requiere la presentación de este certificado. No tenerlo implica una multa de 40 dólares. Así es como la obligatoriedad del voto no sólo queda en la abstracción, sino que su incumplimiento conlleva una sanción. Por eso para estas mujeres de la etnia pantaleo (kichwas de Cotopaxi) votar es un asunto serio.

Una palomilla de jóvenes también se acerca a votar. Varios tienen 16 años y para ellos el derecho al voto no es obligatorio. Es más bien como un orgullo, como sentirse parte del grupo de mayores. Nos cuentan que sin el certificado no se curra y hasta los adolescentes del grupo tienen que currar. En estos pueblos los índices de pobreza todavía superan 50 por ciento.

Pasados los 65 años, el ejercicio ciudadano pasa a ser facultativo. Sin embargo, en la escuela primaria de Pujilí, con sus decenas de mesas receptoras bien organizadas en filas de hombres y mujeres por separado, abundaban las parejas de personas mayores que acudieron a las urnas.

No es mi obligación, pero sí es mi placer apoyar a mi presidente, dice una anciana que después de sufragar se sienta al sol con su marido a almorzar las viandas que envuelve entre su falda.

El secreto es otro asunto muy serio para estas poblaciones donde la Revolución Ciudadana y el partido oficial Alianza PAIS no tienen garantías de arrasar y el voto es más competido. En la consulta popular que se organizó en 2011 para someter a referendo varias reformas de ley, el no ganó importantes espacios en los pueblos campesinos de la Sierra Central. Es además la tierra de origen de la dirigente del partido Pachakutik, Lourdes Tibán, quien desde hace años realiza una fuerte campaña contra el gobierno de Rafael Correa. A diferencia de los barrios populares en el sur de Quito, en Latacunga (capital provincial), Pijulí y el pueblo alfarero de La Victoria son muy pocas las banderas verdes que exhiben su adhesión a la Revolución Ciudadana. Aquí da la impresión de que el resultado electoral está por verse.

En las puertas de las juntas receptoras se ofrece un servicio indispensable: las plastificadoras del certificado, con los mecanismos más rústicos –plancha y cartones–, cobran medio dólar para preservar en micas el preciado papelito. Y alrededor de estos servicios se levanta el humo y los aromas de los choclos asados, las hornadas de puerco y las salchipapas con las que muchos votantes terminan celebrando la jornada, comiendo al aire libre. Aunque hoy, por lo menos, no hay mucho paisaje que disfrutar, ya que el magnífico Cotopaxi, con sus 5 mil 600 metros de altura nevada, decidió no quitarse su pesada cobija de nubes.