Opinión
Ver día anteriorLunes 18 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Andanzas

Carnavale

H

undido en el olvido, el origen de los carnavales, mezcla prodigiosa de paganismo, júbilo, erotismo y obscenidad, parece aún no haber determinado sus fronteras entre los rituales primitivos de supervivencia y el desenfreno sexual, que de alguna forma ha transitado a través del tiempo por la mayoría de las culturas.

Las llamadas antiguamente fiestas lupercales y saturnales contaban con su propia expresión corporal danzable en la celebración de la muerte del invierno y el advenimiento de la primavera, para lo que se inventaron toda clase de rituales y sacrificios de animales y hasta de humanos, para agradecer a la naturaleza y pedir por la sagrada lluvia.

En sí mismo el carnaval nos transporta a su origen romano con la palabra Carnavale, y a su vez a su significado con las palabras en latín carnem levare, que significan quitarse la carne, desprenderse del cuerpo, idea que, sin duda, conduce a abrirse, desnudarse, quitarse lo de encima, liberar la carne. A pesar de antifaces, disfraces, máscaras y tocados, el cuerpo se libera. Con todo lo riesgoso de esas afirmaciones, se interpreta perfectamente la esencia del carnaval: mover el cuerpo, fingir, jugar, desinhibirse, liberarse de la contención que por milenios ha vivido la humanidad, pese a sus excesos.

Y es así: la política y la religión son las que a través de los siglos han modulado este arrollador impulso de nuestro más profundo origen. Y es ahí donde surgen los prejuicios hacia la danza, pues muchas sociedades y culturas todavía la consideran pecaminosa e indecente.

Ni qué decir de las mujeres, que danzan con su cuerpo voluptuoso lleno de tentaciones y de pecado mortal. Las que se atreven a explotar en el caudal incontenible del ritmo y la vida palpitante siempre fueron consideradas brujas lascivas que pierden a los hombres, y no son muy bien vistas aún en las sociedades más liberadas actualmente, porque de algún modo son peligrosas rivales ante sus hombres.

En los carnavales supuestamente se permite todo, y los límites sin duda son secretos que nadie se atreve a mencionar, aunque es clara la intención permisible de un buen reventón, siempre y cuando los límites sean las leyes y regulaciones impuestas a la sociedad.

La danza, la música y la flamante libertad sexual conquistada por el mundo gay, así como la violencia y el mercado de las drogas, plantean indudablemente el estremecimiento del basamento de sociedades recalcitrantes, estructuradas en el autoritarismo político y religioso imperante en el mundo durante milenios, el cual en la actualidad parece confrontar serios retos y cambios conceptuales esenciales para la cultura de un futuro que ya está aquí.

Sin embargo, no es difícil aceptar lo que la historia nos revela en el ritual más que en la forma: vale por el contenido, la celebración de la vida, el respeto a la tierra, al agua, a los bosques, lo cual enfrenta el pavoroso desperdicio, la basura que hacemos crecer cada segundo en la cultura de la avaricia y la injusticia, en la que consumir es el precio de la vida. Animales, hombres, mujeres y niños van a la miseria como trágicos testigos de la orgía de los que pueden comprar todo, hasta el alma, la conciencia y la sabiduría, en la que siempre pagan la factura la población femenina y los pequeños.

Así, el triunfo del hombre sobre animales y territorios parece imperar más que nunca y jamás cesará. Quién va a parar esta orgía carnavalesca, ridícula y nefasta sobre la faz de la Tierra, la más terrible Babel y la confusión de lenguas jamás imaginada.

Mientras, los carnavales en América Latina, tremendo sincretismo entre las religiones autóctonas y las de los conquistadores, guardan el secreto de las imágenes paganas, los dioses de piedra derrotados con sus mil significados, plasmados en el bordado de los trajes de sus danzantes y el diseño de sus bailes, que conquistan al mundo con sus colores fantásticos y la vitalidad invencible de la resistencia. Todo esto se ofrece al mundo en en playas y cascadas. El paraíso vive ahora la amenaza del desgaste total, una mitología interior que no han logrado derrotar todos los santos del mundo, y que año con año se vuelca en las danzas del carnaval. Alora, bon carnavale!