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Toros

Bien presentado y toreable encierro de San José, mal aprovechado por dos alternantes

Lo más torero de la tarde, a cargo del solvente y prometedor Fermín Rivera

Pueblerinas orejas a Juan José Padilla; Arturo Macías, para atrás

Asamblea burriciega

Foto
El torero Morante de la Puebla, durante su lidia en la plaza de toros de GuadalajaraFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de febrero de 2013, p. a38

En la decimosexta corrida en la Plaza México hicieron el paseíllo el gaditano Juan José Padilla (39 años de edad, 18 de alternativa y 65 corridas toreadas en su país el año pasado, ocupando el segundo lugar en el escalafón español), Arturo Macías (30, siete de matador y 40 tardes en 2012), y Fermín Rivera (24, siete de alternativa y 18 festejos) para vérselas con un bien presentado encierro de San José, con nobleza segundo, cuarto y quinto y el resto regateando las embestidas en el último tercio.

Apenas se llenó un cuarto del coso, pues ya se sabe que el público de la México es aficionado a algunos apellidos, no a la tauromaquia y menos a los toros. Con El Juli accidentado y Enrique Ponce sin ánimos ya de repetir aquí su numerito del novillote devuelto, la importadora empresa sólo se quedó con dos marcas taquilleras: los españoles Morante de la Puebla y Hermoso de Mendoza, con quien no se arreglaron para el 5. Pero autorregulación sigue nublando visión, incluso para combinar productos nacionales atractivos.

Tras su triunfo del 6 de enero pasado, Fermín Rivera no se merecía este cartel, pero amiguismo mata taurinismo. Con el peor lote de San José, más uno de regalo, deslucido, del mismo hierro, el joven corroboró a lo largo de la tarde el enorme potencial que atesora. Con su primero, semiparado y soso, al que llevó a los medios por precisos muletazos, destacando un templado cambio de mano rodilla en tierra para un cuadro, se vio sobrio, ensimismado, no encimado, vertical y esclarecido, hasta lograr naturales imposibles. Cobró el primero de sus soberbios volapiés y en una plaza seria habría recibido una oreja.

Con su segundo, Rivera ofreció una bellísima y eficaz brega, suave, sin tocar los lados, una auténtica lidia con el capote para poner al toro al caballo. Tras una vara sin recargar el astado llegó muy medido de fuerza a la muleta. Fermín dejó su segundo estoconazo. Regaló un cornipaso de cuerna al que hizo embestir en series por ambos lados no obstante el deslucido estilo. Siempre sereno y muy bien colocado, Fermín iluminó la tarde con otro deletreado cambio de mano que arrancó la ovación. Consiguió dejar la tercera estocada en todo lo alto y se hizo de un merecido apéndice.

Dos orejas generosas recibió el jerezano Juan José Padilla de su segundo, bizco del derecho, claro y con recorrido, por esa tauromaquia macha que tanta sangre le ha costado, tras petardear con su primero, al que no logró encontrarle la distancia.

Arturo Macías, con el mejor lote, anduvo sin sitio, con un pundonor sin técnica y una tauromaquia indefinida que le granjeó más pitos que palmas. No le lucen las 40 corridas.