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El sinfonista Philip Glass cumple 76 años
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Periódico La Jornada
Sábado 2 de febrero de 2013, p. a16

Philip Morris Glass cumplió 76 años hace un par de días en medio de un frenesí creativo: su Novena Sinfonía llega ahora a México, en lo que es su disco más reciente, aunque ya estrenó en agosto su Décima Sinfonía.

Pocos compositores en la historia posbeethoveniana se precian de contar en su haber con nueve sinfonías o más, desde el célebre parteaguas que marcó Beethoven en una numerología que se volvió supersticiosa –pues el autor murió tres años después, sin escribir una décima– e hizo temblar al neuras (el diagnóstico de Theodor Reik, alumno de Freud, fue: neurótico obsesivo) de Gustav Mahler cuando escribió su Novena Sinfonía y se apresuró a escribir una Décima, que dejó inconclusa.

El trabajo de Philip Glass resulta, a sus 76 años de edad, sencillamente impresionante, monumental. Fascina a mayorías, lo cual suele levantar la ceja de muchos, ya por envidia, ya por cuadradez, ya por mera soberanía.

El propio Philip Morris lo sabe y hace humor con el tema: hay quienes piensan que lo que yo hago es música para cine, otros piensan que soy un compositor de danza y hay quienes piensan que no soy ni siquiera un compositor, le dijo –botado de la risa, en público, a su entrevistador, Richard Guérin, el 24 de enero de hace un año, en ocasión del estreno de su Novena Sinfonía, en el Carnegie Hall de Nueva York.

Lo que vale la pena resaltar hoy, que aparece su más reciente grabación discográfica, es que Philip Glass es mucho más de lo que muchos imaginan, conocen o dicen de él, generalmente reducido al lugar común de minimalista.

En realidad, Philip Morris Glass es uno de los grandes compositores contemporáneos porque ha logrado romper los esquemas anteriores para imponer nuevos, cualidad reconocible en los gigantes de la historia de la música.

Philip Glass, entonces, no es un compositor minimalista, sino un sinfonista, compositor de ópera, autor de música de cámara, creador de una extensa literatura para piano solo, cuarteto de cuerdas y distintos ensambles, además de un gran procurador de trabajo en equipo. Es precisamente ahí, en sus colaboraciones con otros gigantes, donde se puede demostrar cómo Glass no es un compositor minimalista: si escuchamos sus grabaciones con, por ejemplo, Ravi Shankar y sobre todo con Foday Musa Suso, escucharemos y literalmente veremos cómo el Glass minimalista desaparece para convertirse en un músico dueño de una imaginación creativa sumamente poderosa.

Ese poderío está también patente en sus 10 sinfonías. Ciertamente, para quienes gusten seguir llamándolo minimalista, su uso de los esquemas de repetición son la materia prima de la mayor parte de sus partituras. Pero el uso de tales esquemas no condena a nadie (y ahí están otros ejemplos notorios, como el del gigante John Adams, que también se aparta kilómetros del minimalismo para crear atmósferas muy originales) al confinamiento, al compartimento estanco, a la reducción, al close up de las hojas que impida ver el bosque.

La música de Philip Glass, como el bosque shakesperiano de Macbeth y el bosque goetheano del Fausto, se mueve de una manera fascinante, inconfundible, tanto, que cuando cumplió 70 años recibió entre otros regalos un exquisito pastiche realizado por un colega compositor, quien se vuelca sobre el oleaje de cobalto y el encabalgamiento bruckneriano y el amplio repertorio de recursos estilísticos que hacen de la música glassiana un ente inconfundible; tanto que cuando lo escuchamos, experimentamos no solamente placer estético y fascinación, sino en un momento dado el fluir de esa música nos da la sensación de que ya sabíamos qué nota seguía, no porque se trate de una música predecible, sino porque posee esa magia inexplicable en palabras y que se parece al fenómeno que causa un déja vu y que en este caso vendría a ser una suerte de déja ecouté (jeje).

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Las sinfonías de Glass iniciaron con otra de esas colaboraciones que lo distinguen: La Primera Sinfonía de Philip Glass fue escrita hace 20 años: Low Symphony, que elongó a su Cuarta Sinfonía, Heroes, ambas a partir de la música de sus colegas David Bowie y Brian Eno.

Las Sinfonías 5 y 7 son corales y de contenido espiritual (no olvidar que Philip Glass es budista): la Quinta Sinfonía se titula Requiem, Bardo and Nirmanakaya y tiende puente hacia la actividad futura de la iluminación espiritual. La Séptima Sinfonía de Philip Glass se llama Sinfonía Tolteca y está inspirada en la cultura espiritual wixárika, como le confirmó a mi compañero Ángel Vargas en una entrevista muy reciente para La Jornada (http://alturl.com/n5uat), mientras la Sexta Sinfonía, llamada Plutonian Ode es una intensa cantata para soprano y orquesta con el poema de ese título de su amigo y colaborador Allen Ginsberg. La Tercera Sinfonía de Philip Glass retoma una de sus obsesiones, la partitura de Richard Strauss llamada Metamorfosis, título a su vez de obras capitales suyas.

Tenemos, en esta novedad discográfica de cumpleaños, una Novena Sinfonía tan fascinante, original, maravillosa como toda la música de este autor, quien no tiene empacho en compararla, en cuanto a su ambición estética, con la Novena de Mahler, que por cierto al igual que la de Philip Glass inicia muy leve y suave, íntima y epifánica, y así también terminan ambas.

El autor de esa obra maestra llamada Einstein on the Beach es, no hay que olvidarlo, el gran autor de más de 20 óperas hasta la fecha. Un genial innovador. Y para que nadie se quede con la comezón polémica del tal compositor minimalista, el propio Philip Glass responde así cuando le preguntan ¿oiga, y si dice usted que no es un compositor minimalista, entonces qué es? Pues muy sencillo: soy un autor de música de escena.

Sin etiquetas ni sometido a compartimentos estancos, el maestro Philip Glass cumple 76 años.

Larga vida, don Felipe Vidrio. Namasté.

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