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El antropólogo Néstor García Canclini presenta hoy Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales

Ante la revolución tecnológica, se debe redefinir la institucionalidad cultural

La mayor parte del financiamiento del Estado se concentra en el INAH y el INBA, órganos fundamentales, pero que se crearon a finales de los años 40, señaló en entrevista

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El libro se presenta hoy en el CCE a las 19 horasFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Martes 22 de enero de 2013, p. 7

Desde principios de este siglo se han multiplicado las investigaciones acerca de los nuevos fenómenos culturales en México, sobre todo los vinculados con la revolución tecnológica que se vive en el mundo, sin embargo, esos conocimientos no se aplican para redefinir las políticas públicas, destaca el antropólogo Néstor García Canclini, quien agrega en entrevista: Necesitaríamos un nuevo tipo de institucionalidad cultural y una reformulación del Estado y de las políticas en esos temas.

García Canclini charla en su casa de San Ángel a propósito de la publicación del libro Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales (Editorial Ariel-Fundación Telefónica), coordinado por él, Francisco Cruces y Maritza Urteaga Castro Pozo, y con la participación de unos 15 investigadores en las ciudades de México y Madrid, ya que se trata de un proyecto conjunto y comparativo entre ambas urbes.

El libro se presenta hoy en el Centro Cultural de España (CCE) en México, a las 19 horas, y el viernes en la Librería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo, con la participación, entre otros, del investigador Cruces, quien viene desde Madrid.

“Vimos la necesidad de un trabajo específico sobre los jóvenes que hoy marcan tendencias con sus formas de abordar y desarrollar su creatividad, jóvenes que viven en condiciones muy precarias, pero que están altamente calificados, muchos de ellos universitarios, que participan muy activamente en las escenas creativas, de artes visuales, editoriales independientes, festivales de cine alternativos, en la música.

Ninis y oficios emergentes

“El propósito era no diluir la condición de jóvenes con su diversidad en las grandes cifras. Se nos dice siempre: hay 7 millones de ninis. Además de que la categoría es equívoca y no nombra bien lo que está sucediendo con ellos, incluye a gente muy diversa. Y a veces no es que no trabajen ni estudien; no es que esos 7 millones estén todo el día con videojuegos u ociosos en la calle.

Hacen muchas cosas; algunos trabajan de otro modo o crean o estudian en forma alternativa, se agrupan de manera distinta de la que las instituciones reconocen. Hay una extraordinaria diversidad, pero con algunos rasgos compartidos. No era fácil identificarlos, porque no hay censos de artistas en México, ni de músicos, ni una sistematización suficiente de la información sobre la actividad cultural.

García Canclini destaca que se trata de un fenómeno juvenil mundial. En el camino de la investigación nos asociamos con un grupo de investigadores de Madrid que estaban estudiando algo parecido. Ellos le llaman prácticas emergentes de los jóvenes en la ciudad. Encontramos muchos intereses comunes y la comparación fue muy fecunda.

Agrega que el fenómeno se ha atendido por políticas públicas en España, Inglaterra o Alemania, o que en Brasil se tiene una expansión extraordinaria, mucho más organizada, institucionalizada y apoyada por el Ministerio de Cultura. Pero que en México y otros países latinoamericanos aún no se llega a ese nivel.

Estas manifestaciones sociales, responde a pregunta expresa, corresponden a un estado de época de los jóvenes que revela las enormes posibilidades que dan las tecnologías recientes para acceder a mucha información existente, conectarse, producir conjuntamente música, artes visuales, imágenes, y traducir y publicar textos en forma trasnacional, más allá de las barreras fronterizas de las aduanas.

Se refiere además a la emergencia de nuevos modos de hacer cultura, que no pasa únicamente por la capacidad digital, sino por los modos de asociarse. En México nos habíamos acostumbrado a discutir cuánto había que aceptar del Estado, cuánto de la iniciativa privada; si no nos daban dinero, cómo evitar la parálisis. Y de pronto vemos en las dos generaciones recientes, de 35 años para abajo, la emergencia de miles de jóvenes que, no sólo en la ciudad de México, sino en otras urbes del norte, centro y sur del país, están desarrollando un espectro de actividades que no existía hace 20 años.

–¿Cómo se podría caracterizar ese proceso? ¿De democratización, de socialización, de liberación de la creatividad cultural de la sociedad?

–Son nuevas formas de sociabilidad, de agrupamiento y de creatividad.

–¿Impactan a la cultura y a la sociedad?

–Por supuesto, están reconfigurando la escena. Impactan positivamente de un modo complejo, porque se desenvuelven en condiciones de mucha precariedad. No podemos idealizar fácilmente la creatividad de estos grupos.

–¿Cómo han respondido las instituciones culturales?

–Algunas les han dado lugar, otros aún no. Este sector de jóvenes ha generado profesiones nuevas, como los vijéis, los diyéis, los coolhunters o los hackers, que no son como se piensa, que espían en las redes. Los hackers son jóvenes que tienen una disposición al uso intensivo de las redes digitales con una ética basada en la autonomía creativa y en compartir los bienes culturales que circulan en red. La idea de procomún es clave, cómo trascender la propiedad privada, el copyright, y habilitar el acceso a sectores muy amplios, tanto para el consumo como para la reutilización creativa de lo que se pone en la red.

“De ahí que otra de las nociones con la que tuvimos que trabajar es la de prosumidores, pues se está trascendiendo la división entre los que producen y los que consumen. El diyéi es el ejemplo más clásico: tomar músicas prexistentes, recrearlas y convertirlas en otro objeto cultural. Es una manera de apropiárselas y socializarlas.”

–Con el comienzo del neoliberalismo, de tres décadas para acá, se ha dicho que se han acentuado actitudes sociales como el consumismo, el individualismo y la despolitización. Pero al parecer está este otro fenómeno paralelo descrito por usted.

–Esas etiquetas, que suelen tener carga despectiva, son casi siempre resultado de la incomprensión de los adultos hacia los nuevos comportamientos. No diría que hay más individualismo que hace 40 años, sino que hay un modo diferente de articular las búsquedas individuales con las grupales y con las del conjunto de la sociedad, de encontrar lugares no previstos por las instituciones y las formas clásicas de educación y sociabilidad.

Tampoco se sostiene la estigmatización del consumismo cuando vemos que se trata de consumos muy creativos, no en todos los casos pero sí cada vez más generalizados, precisamente porque la flexibilidad de las tecnologías recientes permite un uso mucho más distribuido de las capacidades creativas, una información mucho más diversificada, una transparencia mayor de lo que se ocultaba en las élites políticas o culturales.

Destaca que en la década reciente se han realizado diversas investigaciones, pero después esos conocimientos no se han aplicado para redefinir la política cultural. “Seguimos teniendo concentrada la mayor parte del financiamiento cultural del Estado en el Instituto Nacional de Antropología (INAH) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), instituciones que siguen siendo fundamentales, pero que se crearon a finales de los años 40, cuando no existía ni televisión. La mayor parte de la acción pública tanto federal, en los estados o en el Distito Federal, va dirigida a formas clásicas del desarrollo cultural predigitales, preindustriales.

Varias tareas son urgentes, y una es redefinir la institucionalidad cultural, más que la discusión sobre los nombres que se designan en las instituciones, hay que pensar qué nueva configuración institucional y qué políticas necesitamos para favorecer la participación y el agenciamiento de los jóvenes de sus nuevas posibilidades creativas y comunicativas. El financiamiento debería ser responsabilidad del Estado y de las empresas que están ganando mucho con la expansión de las insdustrias culturales y las tecnologías de la comunicación, pero que no devuelven a la sociedad. Hablo de la responsabilidad social desde Televisa y Telmex hasta Apple.