Opinión
Ver día anteriorLunes 21 de enero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

Un maestro de vida/ II

E

n la columna anterior Alma Rosa compartía su desafío de cuidar, desde hace 39 años, de su hijo mayor, afectado de parálisis cerebral ocasionada por lo que se calificó como un trauma obstétrico –con frecuencia otro eufemismo para impericia médica– al momento del parto. A sus 60 de vida, esta enfermera jubilada hace 12, confiesa que vino entonces un proceso de readaptación en el que debió aprender a aprovechar para ambos ese mayor tiempo disponible. Ahora habla del aliado decisivo que encontró.

Al verla tan desesperada, alguien le mencionó una palabra que desconocía: reiki o tratamiento complementario en que la persona experta coloca las manos a corta distancia del área afectada, de modo que una fuerza vital universal es transferida al paciente. Fue en la Clínica 58 del IMSS, recuerda, donde una maestra de nombre Eréndira resultó providencial, ya que impartía gratuitamente clases de reiki a pacientes y familiares. Por increíble que parezca, ese servicio fue quitado de la clínica, sin embargo, poco antes Alma Rosa pudo iniciarse en el estudio del reiki con la idea de ayudar mejor a su hijo, cuya salud empezó a evolucionar desde la inmovilidad hasta poder caminar, ganó en serenidad y sus molestias disminuyeron. Sigue estudiando.

En el reiki aprendió también a estar mejor consigo misma para luego intentar ayudar a otros. Recuperó sus tiempos luego de dejar a su hijo –50 kilogramos y 1.65 metros– cambiado y desayunado, si bien para bañarlo le ayuda su hijo Israel. El reiki ha renovado su energía y modificado sus actitudes del rechazo a la aceptación, lo que le ha permitido diversificar actividades como tai chi, danza árabe y elaboración de velas. Asimismo ha fortalecido un compromiso de crecimiento personal a pesar de la impotencia, un descubrir el para qué de esta situación tan difícil de sobrellevar pero no imposible cuando hay un sentido que trasciende el por qué a ella y por qué a su hijo.

Alma Rosa refiere: Tuve que aprender a vivir en el hoy, no en el pasado y menos en el futuro. Comprobar que hay necesidades más importantes de satisfacer que las materiales, por ello requerimos buscar una línea espiritual que nos ayude a vivir en una aceptación creativa, no a sobrevivir con lamentaciones estériles. Aprender a compartir nuestras cargas con las de otros, no a encerrarnos en nuestros problemas como si estos agotaran la realidad. Si el mundo no lo entiende seguirá como está, o peor.