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Guy de Maupassant: cuentos completos

Los cuentos de Maupassant: de la locura al terror

G

uy de Maupassant nunca seleccionó sus cuentos, sus relatos y sus novelas cortas ni por tema ni por género; los volúmenes en que los recogía eran fruto de una selección personal que espigaba entre los ya aparecidos en prensa cuando el editor le pedía un volumen y e número de páginas bastaba para formar un libro; autor obligado por contrato a entregar dos relatos a la semana, Maupassant los editaba en su mayoría en dos publicaciones periódicas: en Gil Blas, revista parisiense, sobre todo, a cuyos mundanos lectores de clase alta podía dirigirse con más libertad, y en Le Gaulóis, órgano de la burguesía, más conservador y simpatizante de la monarquía constitucional. Al cabo de varios meses ya tenía páginas suficientes e incluso sobrantes para formar un volumen; en los diez años que transcurren desde la publicación de su primer relato, en 1880, hasta la aparición de su última recopilación, L’Inutile Beauté, en 1890, son veintisiete los títulos que Maupassant publicó –quince de ellos de nouvelles–, que alcanzarán el número de diecisiete cuando salgan a la luz dos más con carácter póstumo.

En la selección no lo guiaba ningún criterio concreto que se pueda intuir; por otra parte, muchos no fueron recogidos en volumen, pero no es su calidad como relato lo que motiva esa exclusión. Maupassant tampoco hacía distinciones, ni por asunto ni por trama, ni por el periódico en que aparecían: sumaba así, uno tras otro, cuentos que la posteridad ha calificado de fantásticos, irónicos, morales, libertinos, bélicos, normandos, parisinos, exóticos, etc. El resultado en los volúmenes era un producto heterogéneo que llevaba al lector sin solución de continuidad, de un ambiente en el que se impone la imaginación a otro rotundamente distinto, casi crónica capaz de competir con los artículos periodísticos a los que en ocasiones acompañaba casi como (suceso).

En cambio, las antologías que en la actualidad buscan conexiones en un mundo de ficción tan gigantesco como el de Maupassant obedecen a criterios temáticos, y tienen en lo (fantástico), en lo (imaginario), su justificación más alta: situar la obra de un escritor que se quería y se declaraba realista en el ámbito de lo imaginario puede sorprender, pero es lo que nos guía hasta el meollo más original de este autor que se había criado literariamente bajo la férula –y nunca mejor dicho– de Flaubert; el creador de Madame Bovary y La educación sentimental mantuvo prácticamente inédito a su discípulo (firmó los textos de verso y prosa con el seudónimo de Joseph Prunier) hasta que le pareció bueno un relato, (Bola de sebo), y le permitió publicarlo, con el calificativo entusiasta, eso sí, de (obra maestra). Desde ese momento, Maupassant puede caminar solo por el realismo, la tendencia que en el último tercio del siglo XIX dominaba la literatura francesa, con un amplio abanico de grandes escritores, de Théophile Gautier a Èmile Zola; este último dio un paso hacia delante para convertirse en padre del naturalismo, que se pretendía método científico de analizar la realidad.

La realidad como fuente de lo imaginario

Maupassant está de parte de Flaubert y no cree en ese método científico de análisis propagado por Zola: no admite que el narrador se convierta, como quería el autor de Nana, en un sabio, en un científico que examina la carne por dentro y emplea una especie de probeta para, a través de la sangre, llegar al alma. Para Maupassant, “el realista, si es artista, tratará, no de mostrarnos la fotografía trivial de la vida, sino de darnos de ella una visión más completa, más penetrante, más convincente que la realidad misma (…) cada uno de nosotros se hace una ilusión del mundo. Y el escritor no tiene otra misión que reproducir fielmente esa ilusión con todos los procedimientos artísticos que ha aprendido y de los que puede disponer”. De ahí esa descripción detallada de los ambientes, de los espacios, en que se envuelven o desenvuelven unos personajes que quieren ser reflejo del hombre común en su cotidianidad más, digámoslo, vulgar; la minucia con que describe esos ámbitos termina imponiendo al lector su presencia, igual de obsesiva para él como para el actor o protagonista del relato. Desde el punto de vista sicológico, Maupassant no parece preocuparse mucho por el alma de sus personajes, quiere meterlos cuanto antes en la acción: no debe olvidarse que los relatos aparecen, en su primera publicación, en periódico, y al lector de ese tipo de publicaciones, según regla consagrada en periodismo, hay que (engancharlo) en el primer párrafo, no emplear barroquismos, sino el estilo llano, y, por último, mantener un tono cercano, familiar, un lenguaje sin florituras ni japonerías literarias y una sintaxis directa, lo más opuesta posible a la que poco después inaugurará Marcel Proust. Las cosas, la realidad, ya se encargarán de mostrar al personaje y su carácter en marcha, en acción. Para que esa sensación de realismo, de cosa vivaz, sea más penetrante, la mayoría de los relatos de Maupassant llevan una especie de introducción: en un marco cotidiano o, cuando menos, conocido –la velada tras una partida de caza, por ejemplo– uno de los contertulios narra una anécdota, un episodio en el que ha participado como protagonista o del que ha sido testigo, o ha oído de fuente muy fidedigna; la mayoría de los relatos llevan ese (a modo de introducción): (Sobre el agua), (Cuento de Navidad), (Aparición), (La cabellera)…

Foto
Guy de Maupassant. de Nadar, 1888, incluida en el primero de los dos tomos donde se reúnen los cuentos completos de este autor

Mientras algunos se distraen imaginando el futuro cibernético, las editoriales siguen produciendo belleza en forma de libros. Es el caso del sello madrileño Páginas de Espuma, que pondrá en circulación la próxima semana en México su hazaña más reciente: la edición completa y definitiva de los cuentos de Guy de Maupassant (1850-1893), el gran maestro del género, en una exquisita presentación de dos volúmenes en tapa dura con estuche.

Mauro Armiño, reconocido en España como el más reputado especialista en Maupassant, quien mereció el Premio Nacional de Traducción en aquel país (aunque la polémica por las notables diferencias con el español de México causa esporádica incomodidad en algunos lectores mexicanos), recoge los 301 relatos que forman los Cuentos completos del autor francés y dedica un estudio profundo a su vida y obra, texto que abre esta notable colección.

Además, esta antología presume una divertida clasificación temática de los relatos: Adulterio, Amor, Arte de amar, Asesinato, Celos, Cementerio, Diablo, Dinero, Dios, Divorcio, Enfermedad, Familia, Fantástico, Guerra, Herencia, Hijos, Joven seducida, Libertinaje, Matrimonio, Mujer, Muerte, Paternidad, Prostitución, Religión, Suicidio, Vejez, Viaje, Violación...

La lista de atractivos en cuanto a las opciones lúdicas de esta edición también parece interminable: hay un resumen de las tramas, que se ofrece como valioso instrumento para acercarse a los cuentos y para recordar lo que se ha leído, dispuesto en orden alfabético.

Y más: todos los cuentos que han tenido adaptaciones teatrales y cinematográficas. Un cuadro cronológico con la biografía de Maupassant y el marco histórico en el que se produjo. Una bibliografía: cuándo publicó, y dónde, Maupassant sus cuentos, además de ediciones españolas y estudios sobre el autor y su obra.

Un aparato crítico en el que siempre se da la fecha de publicación original del cuento, además de referencias a cuestiones culturales, políticas y de la vida cotidiana de la Francia de finales del siglo XIX.

Un apéndice de los 301 cuentos y al final del volumen II de este set, se incluyen seis inclasificables textos, que van de la fantasía sin límites hasta un semiensayo sobre la literatura fantástica.

Por último, un índice alfabético de títulos en español y en francés.

Con autorización de la editorial Páginas de Espuma, ofrecemos a nuestros lectores, a manera de adelanto, un episodio del estudio introductorio de la autoría del compilador, Mauro Armiño.