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Venezuela: sobre golpes y transiciones
E

l complicado estado de salud de Hugo Chávez, quien convalece en La Habana desde el 11 de diciembre, cuando fue operado por cuarta vez de cáncer, faltando el día 10 de enero a la juramentación para su nuevo sexenio, despertó especulaciones, controversias y hasta viejas fantasmas golpistas. Pero se iniciaron a la vez procesos políticos que van más allá de su figura: independientemente de si Chávez vuelve o no (y si sí, cuándo y por cuánto tiempo), en Venezuela ya nada será igual.

La ausencia del presidente se presentaba como escenario perfecto para la oposición: invocando el artículo 233 de la Constitución, la derecha insistía en que si Chávez no tomaba protesta empezaba un vacío de poder, había que declarar la falta absoluta, pasar el poder a Diosdado Cabello, el jefe de la Asamblea Nacional, y convocar a elecciones en 30 días.

Para el vicepresidente Nicolás Maduro, nombrado por Chávez sucesor en caso de su muerte y nuevas elecciones, estos llamados equivalían al golpe de Estado (Correo del Orinoco, 4/1/2013).

Pero según el artículo 231, en una situación sobrevenida la juramentación puede tener lugar más tarde ante el Tribunal Supremo de Justicia, lo cual confirmó el mismo TSJ especificando que ni siquiera hay una falta temporal, ya que Chávez está haciendo uso del permiso para ausentarse, otorgado y prolongado por la AN todo el tiempo necesario para su curación.

Para la oposición este fallo era un golpe de Estado: sus representantes solicitaron a la OEA activar sus protocolos, como en el caso de Honduras, y al Mercosur suspender a Venezuela, como en el caso de Paraguay (El Universal, 10/1/2013).

¿Chávez quedándose en el gobierno después del 10 de enero es un golpe?

No es ningún golpe. Es el respeto a la voluntad popular expresada en las elecciones del 7 de octubre. El golpe sería impedir que se cumpliera, dice Gonzalo Gómez Freire, uno de los líderes de Marea Socialista, corriente anticapitalista del Partido Socialista de Venezuela (PSUV).

Por más que quisiera la derecha, no tiene capacidad para deponer al presidente, ni siquiera mediante un golpe blando, a lo que apuntaba su interpretación y defensa de la Constitución Bolivariana (1999), documento que, de hecho, rechaza desde el principio. Incluso hizo un golpe contra ella, aboliéndola durante su efímero Putsch (2002).

Sólo les queda apostar al degaste del chavismo y las divisiones políticas (estrategia que en el caso Maduro-Cabello no tiene mucho éxito), así como en el ejército, cuyo origen popular y formación nacionalista, democrática y socialista (véase el famoso libro-manual De militares para militares, 1964) lo hace parte y garante del proceso bolivariano que se desarrolla en torno a la famosa unidad cívico-milítar (aglutinada durante los golpes de 4 de febrero y de 27 de noviembre de 1992, que reagruparon a la izquierda y cementada el 13 de abril de 2002, cuando el pueblo junto con una parte del ejército venció el carmonazo).

Pero según Gómez, aquel golpe se prolongó más allá de su derrota: El gobierno chavista, presionado por un grupo de militares reaccionarios, tuvo que hacer ciertas concesiones. Estos círculos no han sido extirpados. Hay que estar alertas.

Aquí hay una sola transición, decretada por el presidente, al socialismo, contestó Maduro a los antichavistas, quienes soñaban con un rápido cambio de régimen.

Sin embargo, una mirada a la política venezolana demuestra que la transición post Chávez ya empezó y que el camino al socialismo no es nada decretado, sino un producto de luchas.

Es probable que tarde o temprano Chávez, por razones de salud, tenga que separarse del cargo: La gente ya sabe que él no es para toda la vida. Ahora tenemos que trabajar políticamente como si Chávez ya no estuviera. Ya estamos en una transición, subraya Gómez.

En unos meses o en un par de años el liderazgo de la revolución cambiará inevitablemente. Según Marea Socialista, la dupla Maduro-Cabello se deteriorará a la larga. Por ello será crucial construir un nuevo tipo de liderazgo colectivo ampliando los espacios democráticos.

La más importante será la lucha en el chavismo por el rumbo de la transición socialista. Los movimientos sociales aún no han llegado adonde quieren: los medios de producción no están en manos del pueblo, no existe control obrero en las empresas, las clases populares no forman unidad orgánica con el gobierno, cuyo aparato está secuestrado por la burocracia.

“Seguimos en una eterna ‘transición de la transición’ al socialismo. Todavía tenemos el viejo Estado burgués, si bien en su modalidad de bienestar, pero no es ningún Estado socialista. Hay que dar finalmente unos pasos decisivos”, afirma Gómez Freire.

Una de las amenazas de la transición es la desnaturalización del proceso revolucionario: la burguesía sabe que será difícil recuperar el poder y buscará acuerdos con el post chavismo, queriendo hacerlo más manejable para sus intereses.

Hay que prevenir que el socialismo venezolano se convierta en un elemento de estabilidad para el capital. Esto será posible sólo si habrá suficiente presión anticapitalista desde abajo, añade.

Era la gente que salvó a Chávez del golpe. Cuando tal vez él ya no esté, será la misma gente la que salvará el rumbo de la transición socialista.

* Periodista polaco