Opinión
Ver día anteriorJueves 20 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Incrementos y desilusiones
C

omo todos los fines de año acaba de acordarse el nuevo salario mínimo legal que regirá los pagos para una parte de los asalariados del país. Se ha resuelto en los tiempos de la recién llegada administración priísta. Este año se redujeron las zonas salariales a solamente dos, en las que el aumento fue de 2.46 y 2.30 pesos diarios, que en ambos casos representa un incremento de 2.89 por ciento. Al comparar este aumento con la evolución de precios este año resulta que, en realidad, el nuevo salario mínimo legal perderá capacidad de compra, ya que la inflación anual en 2012 será de alrededor de 4.2 por ciento.

Así que, otra vez, las remuneraciones de una parte significativa de la fuerza de trabajo mexicana se reducirán en términos reales, en esta ocasión en 1.31 por ciento. Los aumentos a los mínimos, además, son indicativos de los cambios en el resto de los salarios contractuales. Consecuentemente, es previsible que para el conjunto de los asalariados haya reducciones reales a sus remuneraciones en 2013. Ello confirma una tendencia que se ve desde hace tiempo y que resulta contrastante con lo que sucede en otros países de América Latina, particularmente con Brasil.

Por ejemplo, en el análisis de la economía mexicana para 2011 presentado por Banco de México, se asienta que el ingreso real promedio de los trabajadores de la economía presentó variaciones anuales negativas durante 2011, lo cual afectó el comportamiento de la masa salarial real del total de la economía (p.13). Esto implicó que en el mercado laboral se generarán condiciones de holgura para el manejo de la inflación, ya que hubo alzas salariales moderadas lo que junto con la tendencia positiva la productividad media del trabajo, contribuyó a que los costos unitarios de la mano de obra continuarán disminuyendo (p.19).

El resultado neto es que las condiciones de vida de los asalariados se deterioran, ya que disminuye la capacidad de compra de su salario. Al mismo tiempo, mejora la situación de las empresas, ya que al incrementarse la productividad, es decir, la producción que cada trabajador le entrega a su patrón, lo que combinado con reducciones en los costos salariales resulta en una elevación, por este concepto, de las utilidades generadas.

En el conjunto de América Latina, de acuerdo con información reciente de Cepal (Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2012), hubo aumentos en los salarios reales medios que se combinaron con reducciones en las tasas de desempleo. De esta manera, en la secuela de la crisis de 2009 se ha venido creciendo mejor que en los países desarrollados, con mejoras claras en los ingresos de los asalariados, lo que evidencia la presencia de un modelo de crecimiento que tras la disminución de los intercambios internacionales y la caída relativa en el precio de materias primas, decide ser sustentado en el mercado interno.

En este aspecto la economía mexicana se separa de lo que ocurre en la región. Ello resulta de decisiones de política interna y no de condiciones que estuvieran determinadas exógenamente. Se trata de la vigencia de un modelo que se sostiene en hacer que incrementos en los salarios nominales sean menores que el incremento de precios, de modo que se convierten en anclas para la inflación. Así ha ocurrido desde hace mucho tiempo. Se aplicó tanto en tiempos del priísmo neoliberal, como del panismo neoliberal.

El resultado ha sido desastroso en términos sociales, lo que se evidencia por el sostenido flujo de nuestros migrantes hacia Estados Unidos, pese a las dificultades crecientes para cruzar la frontera y para mantenerse del otro lado, así como en el crecimiento de la Informalidad. El anuncio de los aumentos a los mínimos parece dar cuenta de que en este campo las cosas se mantendrán como han sido durante ya más de treinta años. Si alguien pensaba con ilusión que los nuevos tiempos auguraban cambios trascendentes puede olvidarse de ello. De modo que, como dijera Lampedussa, todo cambió para que nada cambiara.