Opinión
Ver día anteriorJueves 20 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Inseguridad pública, contrastes preliminares
L

eí una nota que dice que Felipe Calderón impartirá dentro de poco tiempo un curso sobre políticas públicas en Harvard. En esa nota se menciona que vivirá probablemente en Cambridge, Massachusetts, donde se encuentra esa universidad, y que en los pasados cinco años sólo ha habido tres homicidios (dato equivocado pues ha habido ocho: cinco en 2011).

Lo primero que le ocurrirá a Calderón será una suerte de encontronazo con la realidad de esa hermosa ciudad estadunidense. Acostumbrado como está a que todos los días había asesinatos, ahora buscará con desesperación la nota en The Cambridge Chronicle y no encontrará en sus páginas asesinatos diarios en la orilla izquierda del río Charles.

Leerá, tal vez vía Internet, que en México su sucesor dio algunos giros a su guerra (que llamó lucha) contra el crimen organizado, entre éstos que el énfasis peñista es contra los homicidios, los secuestros y las extorsiones, es decir, contra los crímenes que más directamente resiente la población. Ya antes tenía que haber leído (si acaso lee), en La Jornada del 18 de diciembre, que tanto el secretario de Gobernación como el procurador general criticaron, sin elipses, que la estrategia (si así se le puede llamar) de Calderón, de abatir a algunos de los grandes jefes del narcotráfico, provocó un proceso de fragmentación de grupos, cuyos capos son más violentos y mucho más peligrosos, por lo que la violencia aumentó considerablemente a pesar de que se incrementaron los recursos para evitarla. Esta crítica ya la habían realizado expertos en el tema, pero el ex ocupante de Los Pinos nunca se dio por enterado y no corrigió su política criminal e irresponsable.

Las notas periodísticas dicen que Calderón irá a enseñar en Harvard, pero se equivocan: va a aprender, si acaso le alcanza la inteligencia para ello. Va a aprender que las políticas públicas, de las que tratará en su curso, no se improvisan sino que se planean y que esta planeación implica crear las condiciones mínimas (y más que mínimas) para que las acciones sean eficaces. Sin ánimo de ensalzar al nuevo gobierno mexicano hay que reconocer que, por lo menos en teoría y propósitos, los encargados de combatir la inseguridad y la delincuencia en México sí han leído y probablemente escuchado a dichos especialistas, entre los que destacan, cito de memoria, Eduardo Guerrero Gutiérrez, Luis Astorga, Fernando Escalante, Edgardo Buscaglia y otros. Ninguno de ellos, que yo recuerde, estuvo de acuerdo con las políticas seguidas por Calderón, pero quizá éste pensó que nadie sabía tanto como él.

Como bien se señala en el editorial de La Jornada del pasado martes, los ponentes en la reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública (17/12/12) hicieron un diagnóstico nada favorecedor de las políticas del gobierno pasado y presentaron seis lineamientos para reformular la política de seguridad pública y la procuración de justicia en el país: reducir la violencia y los índices delictivos mediante la planeación; emprender medidas preventivas a fin de atender las causas de la violencia; respeto a los derechos humanos; coordinación entre las instituciones federales y entre éstas y las estatales y municipales; conversión de la Policía Federal en una gendarmería nacional, y una evaluación constante. Lo que interesa destacar, por ser dos temas ausentes en el pasado sexenio, es la intención de atender las causas de la violencia [y el] respeto a los derechos humanos, además de planear las acciones a realizar de manera coordinada.

Un dato que quizá les interese a los nuevos gobernantes es que a los ciudadanos comunes no nos importa mucho que se produzcan y se comercialicen drogas ilícitas, y menos aún si éstas, en su mayor parte, van a Estados Unidos, donde radica la mayor demanda mundial, pero sí, en cambio, nos preocupa la delincuencia callejera, la inseguridad en y fuera de nuestras casas, los secuestros, las extorsiones (derecho de piso, entre éstas), el robo de vehículos, las balaceras, etcétera. En una palabra, lo que nos preocupa es la inseguridad cotidiana y que ésta sirva de pretexto para militarizar el país o convertirlo en un Estado policiaco que limite todavía más nuestras ya acotadas libertades. Siempre ha habido violencia, asaltos y robos, pero ahora casi le agradeceríamos al que nos roba la cartera sin darnos cuenta en lugar del que nos amenaza con un cuchillo o una pistola para quitarnos 600 pesos y un reloj de precio semejante. También nos interesaría que hubiera policías cuando los necesitamos y que éstos y sus mandos superiores no fueran corruptos y a veces más temibles que los delincuentes sin placa ni uniforme. La corrupción es una lacra que sólo se puede limpiar de arriba hacia abajo. No es aceptable, ni con criterio amplio y flexible, que tanto agentes del Ministerio Público como jefes policiacos les exijan cuotas de multas y detenciones a sus subordinados, para redondear sus nada sustanciosos sueldos por medio de mordidas. Si esos mismos jefazos les pidieran dinero a los grandes capos del crimen organizado a cambio de que éstos se encarguen de evitar la delincuencia callejera y a cambio también de que los policías y los ministerios públicos dejen de extorsionar a los ciudadanos comunes, quizá estaríamos mejor, pues finalmente nadie acabará con la producción y comercialización de las drogas ilícitas, así como tampoco con la prostitución, mientras exista demanda.

Nadie piensa que en Cambridge, donde probablemente viva Calderón, no haya crímenes, a pesar de que existe un policía promedio por cada 394 habitantes (véase el 2011 Annual Crime Report, del Cambridge Police Department). Sólo en 2011 hubo 436 crímenes violentos [asesinatos (cinco), violaciones (23), robos a comercios o en la calle (147) y asaltos agravados (261)] en una población de 105 mil habitantes. También hay drogas ilícitas: en 2011 fueron arrestadas por posesión de drogas 44 personas, 38 por posesión con intento de venta, ocho por venta en flagrancia y seis por tráfico de drogas. Y, sin embargo, hay una sensación de seguridad y la gente sale a la calle sin temor, de día y de noche. ¿Cómo se ha logrado esto? Se los dejo de tarea a Calderón en sus ratos de ocio y al Consejo Nacional de Seguridad Pública creado por Peña Nieto (nótese que no se llama Consejo Nacional de Seguridad Nacional, el matiz es importante).

rodriguezaraujo.unam.mx