La tristeza de papá Sabino

Venancio Neria Candelaria

Amanecí con muerte,
    en las vísperas de tu tristeza
Papá Sabino;
entonces,
    ¿cómo le hago para llevarte mis ojos,
si se me han ido de llorarte en el repecho?

Soy hijo del sitio
            al que, un día,
instaló costo a su nombre una nube flaca.

Ciego soy,
        como mis hermanos
                ciegos.
Venimos en caterva,
y nos sentamos a comer el maíz
que ayer no cosecharon nuestras manos,
que no cosecharán mañana nuestros hijos
    porque la milpa está rentada.

Nos dieron gordas tiesas
de masa martajada,
de maíz amarillo,
del que comen los puercos,
ése que no es comida de cristianos.

Aquí vinieron a enterrar mi ombligo,
    la noche aquella en que comparecí muy tarde.
Me trajo un águila negra envuelta en su zarape;
se vino por el filo de los cerros
    desgranando mazorcas y rezando,
para espantarle la calentura
    a Dios,
que se despuntó aquejando.
Todos los días hicieron la Semana Santa
y nos pusieron a decir
    las Siete Palabras.

Vamos a lucir
                nuestras lenguas amarradas.
Vamos a llorar por los mezquites,
por las ánimas solas,
por el ejido grande.
Vamos a llorar por Santoñito
que ya no se acuerda de nosotros.

Horizonte de los malos días,
sonámbulo en el polvo de la canícula.
Ángel amargo
que tocas campanas.
Majestad que te asomas a los balcones.
¿cuándo me verás con tus ojos
    de ascomicetos vulgares?

Desde aquí abajo
sólo se te ve desnudo como perro sin dueño;
coruco y garrapata
    que anticipan las trompetas,
zapato que pisa majada de vaca.

¡Arre, parroquia y patria!
Anda al caballo bayo que olvidó Zapata.
Despierta, acémila blandengue;
que la capital te queda cerca,
que tu capital está en los bancos
que ya no cierran temprano;
que los burdeles amanecen tarde.

Que allá en la plaza
fundaron, en atajo,
rameras y oración traidora,
tenemos precio,
nos vendemos barato por dolor:
-tres pesos, tres…

Ayer se te murió el marido,
mañana se te ha muerto el padre.
—Tres…
Ángeles destechados,
lombricientos…
¿Y la madre?

Descarnados desde el primer misterio.
Después de todo y antes de nada,
sólo se canta la canción de los necios;
sin quelites,
sin frijol y sin hijos,
porque se te murieron chiquitos
en los calores de mayo.

Tres pesos por los hoyos en la casa de pencas.
Tres y centavos
por la tos que te mató a Francisco,
por el doctor y los jarabes que llegaron tarde.
¿Y por los granos de sal
que a secas se te cayeron dentro?
¿Cuánto por las lágrimas que no se han llorado?

Quisiste escribir una mentada
o quiera Dios,
pero te faltaron las letras
porque no tuviste escuela.

Vamos a sembrar ya metoro,
queso fresco y r’ant’o
para estañar el hambre y días de raya,
y compartir perros hambrientos.

Amanecen morillos negros,
cruces de sed bordean la carretera;
y tú allá,
que no baja la calentura,
que dicen que Dios se agrava.

A los hijos de la perra prieta
los amamantó una mula,
huérfana de santo patrono.
¿Quién habrá de llorar por ella?
Tres años para parir,
partos de sangre aguada
(más te valiera te comieras a tus hijos).
Tú que nunca fuiste Mesalina,
hijos de Hetaira se sientan a tu mesa;
se comen entre hermanos,
todos son pintos,
y se vomitan los nombres
y los escaños.
Son de arena;
sus aguas
son aguas indignas que dan al mar.

(Fragmento)


Los nambikwara de Brasil. Fotos: Claude Lévi-Strauss

NOTSI

Yo que soy ñähñú,
lloro en ñäñhú;
por eso no te enteras tú.

            *

Luciérnagas embriagadas
de la noche en el Mezquital;
la luna es un tinacal.

            *

En mi vida, tus ojos;
en la calle, el foco aquel,
y en la iglesia, San Miguel.

            *

A la milpa doy ofrenda,
flor y oración juntas;
¿a Dios?, sólo mis preguntas.

            *

Avilesina 1
Pintaré en tu espalda un xaxni
cuando la mañana se abra;
y con pájaros cantores, las palabras.

            *

Ma tsat’yo ya bi du
Mi perro se murió ayer
entre las ramas aquellas
hoy va a pastorear estrellas.

            *

Al norte se va mi amor,
del Mezquital se va;
dime Dios si volverá.

            *

Tengo ganas de llorar;
que nadie me calle.
Lloro porque llora el Valle.

            *

En tu piel tibieza
y en aquel jacal,
tristeza.

            *

Que se cierre el día,
            yo voy a pedir;
que la nube estéril
tiene que parir.

            *

Jardín de Ixmiquilpan 1
Si la Diana Cazadora
    apunta para enfrente,
¿le apunta al Presidente?

            *

Jardín de Ixmiquilpan 2
Que se dé la vuelta
    y apunte derecho;
que el blanco sea mi pecho.

            *

Flor de mayo;
Florecita de San Juan,
dame el agua, dame el pan.

            *

Límpiame con huevo,
quítame el espanto
    del hambre que duele tanto.

            *

Mujeres del Mezquital
Bordan pajaritos
a sus blusas y galas;
    de noche les crecen alas.

            *

Se las menté
hoy en el Congreso,
con esta boca que te beso.

            *

Avilesina 2
Cantarle al Valle
es cantarte a ti,
con el pecho encinto
    de un tutumixí.

            *

San Miguel en Ixmiquilpan,
Santo Apóstol Santiago;
¿hoy para comer, qué hago?

            *

Secas las borregas,
seca la tierra india que piso,
¿Dios es mestizo?

            *

Soy del color de la tierra,
de la tierra que yo he visto;
¿de qué color será Cristo?

            *

ñähñú de ida
ñähñú de venida;
ñähñú la Tierra Prometida.

            *

El ñähñú es hombre
    de los buenos,
nada más,
            pero también nada menos.

            *

Tienes tu tierra, tu canción.
    Tienes tu lengua y tu mezquite;
que nadie te los quite.

Venancio Neria Candelaria, poeta, teatrero, promotor de lectura y cuentacuentos de origen ñähñú, nació en Los Tigres, Mixquiahuala. En 2011 publicó La tristeza de Papá Sabino (alb@atros Press, Mineral de Reforma, Hidalgo). La narradora argentina Laura Dippolito, colaboradora escénica del autor escribe en el prólogo que “transmitir una memoria es una manera de ser en el mundo”, como es el caso de este libro que en su brevedad despliega una inesperada variedad de registros literarios.