Lévi-Strauss descubre al buen salvaje


El joven Lévi-Strauss y su mona Lucinda abrazado a la pierna

Cuando llegó a Brasil en 1935, Claude Lévi-Strauss (1908-2009) estaba lejos todavía de alcanzar el Top Ten de la antropología mundial y ser la pesadilla, o el catecismo, de sucesivas generaciones de etnólogos, lingüistas y no pocos filósofos, y admirado por las vanguardias literarias del medio siglo. Su experiencia en el Mato Grosso y el sur de la Amazonía brasileña, que duró hasta 1939, produjo buena parte de Tristes Trópicos (1955), su primera obra importante.

Lévi-Strauss nunca pretendió ser fotógrafo, pero lo fue durante esos cuatro años, con las 3 mil placas que obtuvo con su Leica, del mismo modo que tomó una cantidad aplastante de notas de campo, diagramas y no pocos dibujos del natural. Emplearía algunas de estas fotografías en sus libros, y olvidó el archivo más de 50 años. Al reencontrarlas, imprimirlas y seleccionarlas para Saudades do Brasil (Plon, París, 1994), logró unas “memorias fotográficas” que poseen otros valores además del documental (que es inmenso). Algunas fotos se sostienen en sí mismas como retratos originales de la espléndida raza humana.

Él las llama “indicios” de un paisaje, un tiempo y una circunstancia perdidos en los pliegues de la memoria. Lo primero que recupera al abrir su archivo es el olor de la creosota que había protegido su equipo de las hormigas. Como la magdalena de Proust, lo traslada a los olores de esos lugares, esa naturaleza y esas gentes que de primer golpe le parecieron neolíticas.

Las fotos revelan su azoro. Como si lo sorprendiera que estos pueblos silvestres fueran humanos. Al recobrarlas, Lévi-Strauss es conciente de que ese mundo fue destruido en gran medida. A fines del siglo XX, el pensador francés, lingüista de alambicado y polémico método teórico, observa: “Ante nuestros ojos, un nuevo cataclismo está despojando a los indígenas de su modo de vida, que habían logrado mantener intacto por uno o dos siglos”.

Son los caduveo, nambikwami, bororo, tupi-kawahib, y los últimos rastros del pueblo mudé. Sus retratos conservan el asombro hoy legendario de Lévi-Strauss, y la vida que fue en esas tierras de olvido.