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Un israelí que lucha por la paz
U

ri Avnery tiene 89 años, pero sigue siendo un luchador. De hecho, el famoso escritor es uno de los grandes guerreros izquierdistas de Israel que aún exigen paz con los palestinos, paz con Hamas y un Estado palestino en las viejas fronteras de 1967, kilómetros cuadrados más o menos. Aún cree que Israel podría tener paz mañana o la semana próxima. Si Netanyahu quisiera.

Describe su predicamento como la desventura de ser un optimista incorregible. ¿O tal vez un ilusionista?

Es el mismo tipo que encontré hace 30 años jugando ajedrez con Arafat en las ruinas de Beirut. Ahora tiene blancos el cabello y la barba, pero sus palabras son rugidos –está un poco sordo en estos días– impregnados de la misma rabia y el sentido del humor de siempre.

Le pregunto qué hacen Netanyahu y su gobierno. ¿Qué se propusieron con esta guerra en Gaza? Con un brillo en los ojos, escupe su respuesta:

“Usted presume que sabe lo que quieren y que quieren la paz… y que, por lo tanto, su política es estúpida o insensata. Pero si parte de que la paz les importa un bledo y lo que quieren es un Estado judío desde el Mediterráneo hasta el río Jordán, entonces lo que hacen tiene cierto sentido. El problema es que lo que hacen conduce a un cuello de botella, porque ya tenemos un Estado en toda la Palestina histórica: tres cuartos del Estado judío de Israel, y un cuarto de Cisjordania y la franja de Gaza ocupadas por Israel.”

Avnery construye frases perfectas; mi pluma se desliza por la página hasta que se queda sin tinta y tengo que pedirle una prestada.

“Si se anexan Cisjordania como han hecho con Jerusalén oriental –añade–, no será muy diferente de como es ahora. El problema es que en este territorio dominado por Israel hay 49 por ciento de judíos y 51 por ciento de árabes, y esa desproporción se volverá cada vez mayor porque el incremento natural en el lado árabe es mucho mayor que en el nuestro. Así que la pregunta real es: si esta política perdura, ¿qué clase de Estado será? Hoy día es un Estado con apartheid, una segregación total en los territorios ocupados y cada vez mayor en Israel… y si continúa así será el apartheid total en todo el país, de manera incontestable.

Avnery continúa su sombrío alegato. Si se conceden derechos civiles a los pobladores árabes habrá una mayoría árabe en el Knesset y lo primero que harán será cambiar el nombre de Israel y bautizar al Estado como Palestina, y todo el ejercicio de los 130 años pasados se habrá reducido a nada. La limpieza étnica en masa es imposible en el siglo XXI, expresa –o espera–, pero no hay discusión acerca de la demografía.

“Hay una supresión. Se supone que debemos sacar esto de nuestra conciencia. Ningún partido político habla de este problema. La palabra ‘paz’ no aparece en ningún manifiesto político, excepto en el pequeño partido Meretz: ni en la oposición ni en la coalición. La palabra ‘paz’ ha desaparecido por completo.”

¿Y la izquierda en Israel? “Más o menos ha estado hibernando, desde que Ehud Barak la desbarató en 2000. Al regresar de Campo David, como líder autoproclamado del ‘bando de paz’, nos dijo: ‘no tenemos aliados para la paz’. Fue un golpe mortal. El que lo dijo no fue Netanyahu, sino el líder del Partido Laborista. Fue el fin de Paz Ahora.”

Luego resurge el optimismo, al tiempo que las nubes oscurecen el mar más allá del departamento de Avnery en un séptimo piso en Tel Aviv. Cuando me reuní con Arafat, en 1982, los términos estaban todos allí. Los términos mínimos y máximos de los palestinos son los mismos: un Estado palestino junto a Israel, que comprenda Cisjordania y la franja de Gaza y tenga su capital en Jerusalén oriental; pequeños intercambios de tierra y una solución simbólica al problema de los refugiados. Pero esto yace sobre la mesa como una flor marchita. Nos mira día tras día. Hemos cedido la franja de Gaza, pero para apoderarnos de Cisjordania, de la misma forma en que (Menachem) Begin cedió el Sinaí para quedarse con toda Palestina.

Avnery está convencido de que Hamas aceptaría esos mismos términos. En 1993 dio una conferencia ante ese movimiento. Allí estaban 500 jeques barbados; les hablé en hebreo. Se pusieron de pie, me aplaudieron y me invitaron a comer.

De entonces a la fecha se ha reunido con otros delegados de Hamas. Para ellos Palestina es un waqf, no se puede entregar, pero una tregua puede ser santificada por Dios. Si ofrecieran una tregua por 50 años, para mí en lo personal será suficiente. Cierto, dice, el manifiesto de Hamas habla de destruir a Israel. “Pero abolir un manifiesto es algo muy difícil. ¿Alguna vez los rusos abandonaron el Manifiesto comunista? La OLP sí abandonó el suyo.”

Y así por el estilo. Los grupos de paz, pequeños pero muy activos –Gush Shalom, el proyecto Paz Ahora que supervisa los asentamientos, los Combatientes por la Paz (ex soldados israelíes y ex combatientes palestinos) y padres afligidos–, se preparan para las elecciones de enero. Algo interesante es que Avnery cree que el condenatorio –pero muy condenado– informe Goldstone, referente a la sangrienta guerra de 2008-9 en Gaza, fue lo que evitó una invasión por tierra en esta ocasión.

“Goldstone puede estar muy satisfecho… en verdad salvó muchas vidas.” Son más de unos cuantos los liberales en Israel que esperan que Uri Avney viva otros 89 años.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya