Opinión
Ver día anteriorMiércoles 21 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Tíos muertos*

C

uando te moriste, decía la abuela grande, había un sol seco como de la canícula. Ni una sola nube por ningún lado. Unos zopilotes rondaban por el pueblo. Seguramente olían tu carne, por eso los hombres se apresuraron a cavar tu sepultura. La tierra estaba correosa, dura, como el cuero de las vacas que se mueren en el monte. No se sabe si era por el calor o porque se negaba a recibirte./ Tu padre había muerto hacía poquito tiempo. Nunca hicieron las paces. Se fue con ese resentimiento que te tenía. No lo hablaron nunca. Cuando naciste los encontró llenos de sangre. Tú, llorando como loco, y ella casi muerta. Por eso había un recelo o una desconfianza entre él y tú. Te cortó el cordón de la placenta con su navaja. Te envolvió en una cobija y ahí te dejó, mientras se llevó a tu madre a que la viera un médico./ Creciste huraño y te apartabas de todos. Cuando tenías nueve años te fuiste. /Te marchaste a vagar por la ciudad. Después de tanto tiempo mira cómo te traen: abierto del pecho como si te hubieran arrancado el corazón con un cuchillo sin filo./ Muchos vienen a verte, dejan unas velas o veladoras, pero luego se van. Les das miedo. Por eso, ya te vamos a llevar para que descanses. Ojalá no asustes cuando te vean tus muertos allá. Así de maltrecho, nadie va a creer que eres tú.

2. Entre sueños Lina lo vio/ la tarde que lo llevaron a enterrar.// Con su sombrero vaquero a punto de cubrir sus ojos/ iba a enredar los cohetes con el hilo de chapopote que llevaba en su brazo derecho.// A Rosendo lo mataron de un balazo/ aún alcanzó a tocar la puerta/ después de que le habían disparado.// Lina abrió él se dejó caer sobre su pecho/ empezó a sangrar.// A Rosendo lo mataron de un balazo en el corazón.

3. Cuando había una velada, en la escuela o en el palacio municipal, todo el pueblo se reunía. No era muy seguro./ Aprovechando que había muchas sombras la gente se cobraba sus rencillas./ En una de esas fiestecitas mataron a un tío mío; todos corrieron a esconderse cuando se escucharon los primeros balazos y pronto se quedó el patio de la escuela sin un alma./ Clareando la mañana, avisaron a mi abuela que fuera a ver a su hijo, lo habían encontrado muerto en el río con la mitad del cuerpo metido en el agua. El del Ministerio Público era mi papá y tuvo que levantar el cuerpo de su hermano./ Yo estaba chamaco pero todavía lo recuerdo todo. Las lágrimas de mi abuela, y los ojos de mis tíos fijos en el cadáver./ Ese día fue muy largo. Lo pasé comiendo paguas en el pagual de don Güalo y matando pájaros con el charpe que me había regalado mi tío.

* Textos de Jaime Santiago Santiago, Ignacia Muñoz y Elena Quiroz