17 de noviembre de 2012     Número 62

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Luchar por los derechos humanos
desde la educación no formal

Carlos A. Ventura Callejas  Colaborador del Área de Educación, Promoción y Difusión del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP, AC  [email protected]


FOTO: Cortesía del Centro Vitoria

La educación no formal en derechos humanos es una propuesta que contribuye a la construcción de una cultura basada en el respeto de la dignidad de los pueblos y las personas. En este texto, hacemos una reflexión del trabajo que realiza el Centro de Derechos Humanos “Fray Francisco de Vitoria OP”, A.C. (Centro Vitoria) acompañando los procesos formativos dentro del proyecto Escuela para Promotoras y Promotores Juveniles en Derechos Humanos (EPJDH) el cual, en 2012, llega a diez generaciones de egresadas y egresados.

Cuando nos referimos a la educación no formal en derechos humanos hablamos de una educación, primero, alejada de toda institucionalización dada en los modelos educativos administrados por el Estado; segundo, será imposible realizar esta experiencia educativa sin los aportes metodológicos que nos ofrecen la educación para la paz y la educación popular, propuestas recreadas a partir de la historia de las comunidades que se organizan y defienden sus derechos, y que al entretejerse con la educación en derechos humanos surten un efecto complementario entre sí. Es importante reconocer que los derechos humanos han sido ganados gracias a los movimientos históricos de liberación en el mundo y América Latina.

La EPJDH es un espacio que busca articular una diversidad de saberes para ser intercambiados, socializados y compartidos entre las comunidades, además, es importante que esto nos lleve a ampliar horizontes del saber, reconociendo en el otro y la otra su capacidad para aprender y enseñar de manera horizontal y comunitaria. Partimos de que el saber se construye colectivamente, alejado de toda jerarquización o posición de poder. Vemos los derechos humanos como una herramienta que en la actualidad es factible para evidenciar la violencia de la cual son centro los pueblos y las personas. Asimismo, creemos que estos derechos son medios para la emancipación y dignificación de todas y todos los que habitamos o transitamos por este país. Consideramos que es necesario un componente crítico frente a la línea neoliberal que puede inmiscuirse entre el discurso de los derechos humanos. No apostamos por justificar planteamientos pírricos de los derechos humanos, sino todo lo contrario, buscamos acompañar experiencias comunitarias y que sea a partir de ahí de donde se genere la justicia social, la paz y la dignidad, siempre considerando que las comunidades son las tomadoras de decisiones y el Estado debe cumplir con sus obligaciones de garantizar, proteger y respetar los derechos humanos de todos los pueblos.

Desde nuestra experiencia vemos cómo la educación bancaria, que criticó Paulo Freire, puede ser sustituida por una educación liberadora y motivante de la praxis y la transformación. Esta educación liberadora ha sido experienciada a la largo de muchas décadas en Latinoamérica. A partir de procesos de educación popular es que se pueden comprender luchas de emancipación y resistencia que se han registrado en la historia de Latinoamérica. Por ello, la EPJDH busca realizar su trabajo en el presente rescatando las experiencias educativas liberadoras del pasado, recontextulizándolas en nuestro tiempo y solidarizándose con la defensa de los derechos de los pueblos. Deseamos contribuir a la multiplicación de procesos de sensibilización, empoderamiento y restructuración, frente a las prácticas deshumanizantes del actual sistema.

Durante esta década de trabajo, nos hermanarnos con las luchas del campo mexicano, de los pueblos originarios, de los movimientos sociales con demandas legítimas, y de todos los espacios encaminados a la dignificación de los pueblos y las personas, esto lo hacemos mediante la facilitación de procesos de acompañamiento de las juventudes que se acercan al Centro Vitoria y poniendo un toque de creatividad y participación entusiasta en las diversas actividades en las que podemos contribuir.

La EPJDH ha permitido a las y los jóvenes vincularse con movimientos rurales y urbanos, participar de sus luchas y sensibilizarse frente a las violaciones de derechos humanos de las que conocen. Esto les posibilita mirar aquello que el sistema actual no permite contemplar. Cuando nos encontramos en este proceso de sensibilización, nos es muy significativo conocer los rostros de las personas y grupos que a lo largo de la historia han sido dominados y explotados. Mediante este proceso de formación buscamos originar espacios fraternos para construir un mundo diverso e incluyente donde quepamos todas las personas. En este caminar formativo hacemos una opción preferencial a favor de los grupos en situación de vulnerabilidad los cuales siguen siendo atacados por el sistema patriarcal y capitalista.

La EPJDH aporta y aportará en la denuncia de las graves violaciones a derechos humanos por las que pasan nuestros pueblos, y sin merma seguirá contribuyendo de manera solidaria con los movimientos que apuestan por edificar una realidad donde todas y todos seamos sin que nadie deje de ser.

Chiapas

La educación autónoma en
los pueblos zapatistas

Bruno Baronnet  [email protected]   http://brunobaronnet.wordpress.com


Escuela Autó noma Emiliano Zapata, ejido Arroyo Granizo, Municipio Flores Magó n, Chiapas FOTO: Jean Trinh (2005)

Sin pedir permiso o considerar a los “malos gobiernos”, los pueblos zapatistas se hacen cargo de escuelas primarias y secundarias, cursos de alfabetización para adultos y centros de capacitación de educadores.

Al poner en práctica formas de educación propia en Chiapas, los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas proponen proyectos de transformación de las políticas públicas. Así, apuestan a la descolonización de los conocimientos, buscando consolidar autonomías con compromisos colectivos, mediante la formación de conciencias críticas que fortalezcan el protagonismo activo de los pueblos.

Después del levantamiento de 1994, los militantes tseltales, tsotsiles, choles y tojolabales han construido más de 500 escuelas “en resistencia”, revalorizando la lengua, la memoria y las identidades. Sin contar con recursos estatales, entre mil 300 y mil 500 promotores de educación (en servicio y formación) reciben consejos, apoyos y alimentos proporcionados por cada comunidad. Algunos observadores estiman que más de 45 mil jóvenes han sido atendidos en las escuelas zapatistas, y muchos de ellos ahora fungen como promotores de educación, de salud o de comunicación, e incluso como representantes del núcleo ejidal o consejeros municipales.

Con recursos propios, los zapatistas logran superar una deficiencia del sistema oficial: la falta de participación de los pueblos en el diseño de los programas y las políticas de educación. Se involucran los padres de familia, las autoridades legítimas y los educadores en la elaboración de programas comunales, por medio de consultas y tomas de decisión en asambleas donde rinden cuentas las personas designadas y dispuestas a ocupar cargos de docencia y de gestión educativa. Como procesos democráticos integrales, los proyectos de “educación verdadera” derivan del control comunitario sobre la administración y las pedagogías. En la Selva Lacandona, las formas de los tseltales de participar en educación se generan desde las prácticas de asamblea y de militancia, la designación de cargos revocables, la cooperación y el trabajo colectivo.

Los municipios zapatistas elaboran proyectos de cambio educativo opuestos a las orientaciones nacionales que limitan e impiden esta participación en planeación, implementación y evaluación. Los niveles de incidencia de los pueblos en la definición de currículos alternativos demuestran la capacidad y la dificultad de coordinar redes formativas de niños, jóvenes y adultos. Además de aplicar unilateralmente los Acuerdos de San Andrés, los zapatistas hacen realidad la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2007) que permite “establecer y controlar sus sistemas e instituciones docentes que impartan educación en sus propios idiomas, en consonancia con sus métodos culturales de enseñanza y aprendizaje” (Artículo 14). Al involucrar a los pueblos se garantiza el “derecho a que la dignidad y diversidad de sus culturas, tradiciones, historias y aspiraciones queden debidamente reflejadas en la educación” (Artículo 15).

A pesar de la guerra integral de desgaste, se sostienen las capacidades organizativas y disposiciones necesarias para asumir la gestión educativa, lo que impacta en la formación pedagógica, lingüística y político-cultural. Los educadores se vuelven entusiastas investigadores de las demandas y los saberes locales, y movilizan su creatividad para que los niños gocen de un aprendizaje situado desde lo comunal en articulación con lo nacional y lo global. Por ejemplo, estudian palabras y textos sobre la madre tierra, memorias e historias de lucha social, derechos agrarios, técnicas fitosanitarias, matemáticas aplicadas a la medición de parcelas, cosechas y precios. Como lo manifiesta un mural en el poblado de Francisco Villa (San Manuel): “Estudiar, aprender, para el pueblo defender”, se trata así de prepararse para la defensa del territorio y de la dignidad de pertenecer a pueblos mayas en lucha.

Las experiencias autonómicas revelan la capacidad organizativa de apropiarse en profundidad de la educación, dando la espalda a la discriminación institucional hacia las lenguas y culturas originarias. Aunque son numerosas las dificultades al transitar de una educación “para” a una educación “por” los pueblos, la autonomía se erige en condición para una escuela antirracista, crítica y dignificante. De manera legítima, las comunidades toman la educación en sus manos contra viento y marea. Esto procura orgullo y protagonismo a los ancianos que se dicen “ignorantes” (analfabetos) pero que son valiosos asesores pedagógicos y éticos que dan sentido al zapatismo.

Jornadas de concientización: talleres de descolonización y género entre migrantes indígenas


FOTO: Cortesía Fiob

Gaspar Rivera-Salgado
Coordinador general del FIOB   [email protected]

Una tarea central del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB) es crear conciencia entre sus miembros sobre lo que significa la lucha indígena en el presente y desarrollar una plataforma política que se adecue a lo específico de la realidad local de los lugares donde se organizan: Oaxaca, Baja California y California.

Si en verdad los miembros del FIOB quieren seguir siendo agentes de cambio social, su lucha se tiene que enmarcar en el reto que significa para los indígenas estar fuera de su territorio original e insertarse en el proceso de globalización por medio de su mano de obra en los lugares donde se encuentran las zonas de producción agrícola de exportación en México y California.

Para lograr esto, el FIOB se ha propuesto levantar conciencia política entre sus miembros con una campaña de educación popular intensa binacional centrada en tres áreas cruciales: el proceso de descolonización, mujeres y liderazgo y el derecho a quedarse y no migrar.

Los talleres de descolonización surgieron como una necesidad básica para dar respuesta a los fuertes embates de racismo y discriminación que los indígenas experimentan en los lugares de trabajo y donde viven. Por ejemplo, para los mixtecos que laboran en los campos agrícolas de California, donde ya representan el 30 por ciento de la fuerza laboral de casi 700 mil trabajadores mexicanos, la discriminación es pan de cada día. Y esto no sólo se da en los lugares de trabajo entre los adultos migrantes; también los hijos e hijas de estos mixtecos lo sufren, a tal grado que los oficiales del distrito escolar en Oxnard, California, tuvieron que aprobar una resolución prohibiendo el uso de la palabra “oaxaquita” entre los estudiantes, como una medida extrema, ya que los niveles de acoso y violencia verbal habían llegado a ser intolerables para los jóvenes indígenas en las escuelas públicas de esa región.

La meta principal de estos talleres es compartir con los migrantes indígenas herramientas prácticas que les permitan entender las instituciones de opresión (la estructura de clase capitalista, el patriarcado y el legado colonial) y ofrecer un marco de análisis para comprender su lucha. El lema de estos talleres es “caminar y luchar sin vernos como víctimas, pero tampoco convertirnos en opresores”.

La primera fase de los talleres de descolonización se centra sobre qué significa ser indígena en el umbral del siglo XXI. Se comienza con un análisis del legado de la conquista y el desarrollo histórico de una ideología bipolar, donde todo lo indígena se ve como lo opuesto al modelo de civilización occidental y por tanto inferior a éste. Se comparte con los participantes, con ejercicios basados en sus propias experiencias, el proceso histórico por el cual ocurre la internalización de esta visión por parte de los pueblos indígenas, donde se empieza a ver el mundo y el lugar de los pueblos indígenas desde la perspectiva del opresor/colonizador. La idea principal aquí es entonces desarrollar una conciencia crítica entre los participantes para desechar esta ideología opresora (el proceso de descolonización) y comenzar a reconstruir una visión crítica y verdadera de lucha.

La segunda parte de estos talleres se centra en el tema de género. Esta serie se titula “Mujeres indígenas en liderazgo” (Miel). Aquí presentamos de manera histórica y práctica la importancia de alinear los valores de lucha y liberación que tenemos como pueblos indígenas en la práctica cotidiana de nuestras comunidades, con el objetivo de que todas y todos los participantes tengan presentes que la liberación de los pueblos indígenas está íntimamente ligada a la de las mujeres y al desmantelamiento de la institución del patriarcado. Se da el debate sobre la relación entre mujeres indígenas y el movimiento feminista y se discute sobre diferentes luchas al interior de las comunidades indígenas para lograr cambios prácticos en el sistema de usos y costumbres y las asambleas comunitarias.

La última parte de estos talleres corresponde al tema de “El derecho a permanecer en casa y no migrar”, es decir a hacer la migración una de las últimas opciones de sobrevivencia para los pueblos indígenas y no la primera como hasta hoy.

Estos talleres de educación popular, principalmente impartidos en Oaxaca, se enfocan en tres grandes áreas: a) la capacitación a autoridades municipales indígenas para monitorear políticas públicas que impactan en el acceso a fondos públicos para las comunidades indígenas; b) fomento de proyectos productivos para un desarrollo sustentable, y c) desarrollo de liderazgos, sobre todo entre mujeres y jóvenes para lograr el desarrollo organizativo del FIOB a largo plazo. El complemento de estos talleres se da en California con discusiones comunitarias sobre política migratoria. Se parte de la premisa básica de que la migración es fundamentalmente un proceso laboral, por tanto las políticas migratorias deberán tener un contenido de protección laboral robusto, y sobre todo lo que se enfatiza es el carácter trasnacional del fenómeno migratorio.

En conclusión, uno de los principales retos del FIOB como organización indígena es cómo crear una plataforma política de cambio que refleje los valores humanistas universales y los particulares del movimiento indígena en México y de los migrantes indígenas que viven fuera de su territorio tradicional. No sólo se necesita tener un cambio radical hacia afuera, sino también dentro de las estructuras sociales y políticas de los pueblos indígenas, y para esto es fundamental un proceso sostenido de educación popular entre sus miembros para lograr que se tenga FIOB en las décadas por venir.