Ciencias
Ver día anteriorViernes 2 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 

El célebre médico sufrió una insuficiencia respiratoria la noche del miércoles

Murió Fernando Ortiz Monasterio, padre de la cirugía plástica en México

Es arte y ciencia; se necesita la creación artística y la capacidad artesanal de ejecutarla, como en todos los oficios, dijo en 1997 a este diario

Doctor honoris causa por la UNAM, fue el primero en el mundo en realizar una operación en el útero de paladar hendido

Foto
Ortiz Monasterio fue pionero en la aplicación de la técnica monoblock. La imagen, el 8 de diciembre de 1997, en su archivoFoto Fabrizio León Diez
 
Periódico La Jornada
Viernes 2 de noviembre de 2012, p. 2

Una insuficiencia respiratoria acabó, la noche de este miércoles, con la vida de un hombre ilustre en la ciencia de nuestro país: Fernando Ortiz Monasterio, padre de la cirugía plástica mexicana y doctor honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Tenía 89 años.

Ortiz Monasterio, quien nació en la ciudad de México en 1923, fue el primer cirujano del mundo que realizó una intervención quirúrgica en el útero: reparó el labio paladar hendido en un feto. Además, fue el primero en realizar en Latinoamérica el procedimiento conocido como cirugía cráneo-facial, que consistía en el corte, el desplazamiento y el reacomodo de los huesos faciales para crear un rostro más normal y corregir deformidades congénitas como la enfermedad de Crouzon y el síndrome de Apert. Sus investigaciones, efectuadas en más de 50 de trabajo, beneficiaron a miles de pacientes, cuya vida se transformó.

También fue pionero en la aplicación de la técnica conocida como monoblock, la cual fue considerada como un avance importante en el campo de la cirugía cráneo-facial. Se decía que no había intervención quirúrgica que realizara a la que no asistiera, al menos, una decena de especialistas de distintos países.

A Fernando Ortiz Monasterio, jefe del Servicio de Cirugía Plástica y Reconstructiva en el Hospital General de México de 1957-1977 y director general del Hospital General Manuel Gea González de 1977-1984, le sobreviven ocho hijos (profesionales destacados en el arte y la ciencia), 25 nietos y 14 bisnietos. Sus restos serán cremados este viernes en la agencia funeraria de Félix Cuevas, donde ayer familiares y amigos dieron el último adiós. A las exequias acudieron personajes como Salomón Chertorivski, secretario de Salud, y Bernardo Sepúlveda Amor, ex secretario de Relaciones Exteriores.

Los dogmas, inaceptables

No crean en nada; los dogmas deben ser inaceptables para ustedes; lo que diga yo, los libros o revistas, no lo acepten, cuestiónenlo. Es inaceptable que los médicos no piensen como científicos y dejen de preguntar, investigar, observar y generar conclusiones en su trabajo clínico, dijo Ortiz Monasterio cuando recibió el doctorado honoris causa por la UNAM.

En esa ocasión afirmó que aun en el consultorio, un médico debe pensar como científico. Es inaceptable que no sea así, que no pregunte, dude ni analice.

En la Facultad de Medicina de la UNAM, donde estudió, fue docente desde 1957 y profesor emérito a partir de 1994. Impulsó la apertura de la Unidad de Cirugía Plástica del Hospital General de México, donde se ha formado la mayor parte de los cirujanos plásticos en México. En los año cincuenta, la relación con un amigo que se entrenó en cirugía plástica en Estados Unidos lo llevó a ese campo. Se fue al vecino país, donde pasó por tres universidades, y regresó a México para comenzar sus extraordinarios trabajos en cirugía reconstructiva: lo mismo de mano que de labio y paladar hendido, o sorprendentes tratamientos de quemaduras.

Hace 40 años hablábamos ya de restiramientos faciales. Hacíamos correcciones de nariz. Las orejas prominentes las poníamos en su sitio y los daños que las leyes de gravedad producen en mamas y abdomen, los arreglábamos. Cuando detectábamos cáncer en la mejilla, lo quitábamos y poníamos un injerto que era un parche horroroso, de diferente textura y color. Era como una vulcanizada. A los niños de labio leporino los sometíamos a operaciones para cerrarlo, contó a la periodista Elena Gallegos en una entrevista en 1997, que se publicó en estas páginas.

Además de ser un relevante científico, Ortiz Monasterio tenía gusto por el arte. En el Hospital Ángeles, su consultorio parecía más una galería que un despacho médico. Tenía obras de Giorgio de Chirico, David Alfaro Siqueiros, Leonora Carrington, lo que da cuenta de la pasión de coleccionista.

¿Para un cirujano plástico es esencial la formación estética?, se le preguntó en esa entrevista.

Respondió: Sí, es importante, pero la cirugía no es una postura meramente artística. Es arte y ciencia. Se necesita la creación artística y la capacidad artesanal de ejecutarla, como en todos los oficios.

Contaba que la cirugía plástica no era exclusiva del sexo femenino. El 25 por ciento de mis pacientes son hombres. Y, aclaraba que la cirugía no hace milagros.

Ortiz Monaterio sabía que estas intervenciones no eran sólo para ricos. En los hospitales del sistema de salud la practicamos. Hemos avanzado mucho en la lucha contra el envejecimiento. Vivimos en una cultura en la que se pone énfasis en la juventud. Es más bonito el joven que el viejo. Se acabó la historia... Yo no detengo el tiempo, puedo engañarlo un poco, borrar las huellas que ha dejado. Sólo eso. Quien se somete a una intervención de cirugía plástica se va a sentir bien y se va a ver mejor, pero no va a ser ni un día más joven... Muchos pacientes llegan al consultorio con cuadros depresivos graves y piensan que si rejuvenecen o si modifican sus formas, el mundo cambiará. No es así. Hay pacientes que pueden caer, incluso, en un cuadro sicótico.

El destacado facultativo relataba que a finales de la década de 1990 comenzaba la moda de la cirugía del esqueleto facial. Producto de mi deformación profesional, a veces, cuando miro una cara estoy viendo el esqueleto, como si tuviera mirada de rayos X. Con exactitud veía desde afuera cómo estaba la mandíbula, el maxilar superior, los pómulos.

Ortiz Monasterio consideraba que los límites de la cirugía plástica eran muchos: No podemos evitar las cicatrices. Se han hecho muchas cosas para conseguirlo. Yo hice cirugía fetal, primero en ratas y luego en monos... operé un niño de labio leporino en el útero. Creo que eso podía evitar la cicatriz, partiendo de las informaciones que teníamos de que en un feto se borraban por regeneración. Salió bien, pero fue muy riesgoso. Ahora estoy convencido de que las intervenciones en el útero sólo se justifican cuando el feto tiene alguna deformación que pone en peligro su vida.

Ortiz Monasterio pasó muchos atardeceres en Buenos Aires charlando con Jorge Luis Borges; fue amigo de David Alfaro Siqueiros, quien pintó uno de sus cuadros especialmente para él. Era un lector voraz, amigo de Gabriel García Márquez y de Carlos Fuentes.

Respecto de las intervenciones quirúrgicas para cambiar de sexo, dijo: Hice unas 12. Fueron una pesadilla (...) Moralmente no creo que esté mal cambiar el cuerpo de un hombre por el de una mujer si eso va a servir y lo va a hacer feliz.