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Édgar Pat Cruz participó en un ciclo de conferencias organizado por el INAH de Campeche

El espíritu renace con un suspiro en una embarazada: cosmovisión maya

Para esa cultura, la tierra, situada entre el cielo y el xibalbá o inframundo, es el sitio donde se da la contienda entre la vida y la muerte, es el símbolo de esa dualidad, explicó el arqueólogo

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Integrantes del grupo Jarana Maya en la tradicional vaquería, ahora dedicada a los muertos, en Mérida, YucatánFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Jueves 1º de noviembre de 2012, p. 8

Para los antiguos mayas, cuando alguien moría lo que se desintegraba era el cuerpo, pues el alma subsistía para reintegrarse después a otro ciclo, explicó el arqueólogo Édgar Daniel Pat Cruz, quien participó en las conferencias La visión de la muerte entre los mayas, organizadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de Campeche.

En su ponencia La muerte y sus representaciones en la cosmovisión de la cultura maya, Pat refirió que para los mayas el un muerto tardaba cinco años en llegar a xibalbá o el inframundo. Después de ese tiempo, el espíritu entraba por medio de un suspiro en una embarazada para revivir en otro ser y así empezar un nuevo ciclo.

Según las investigaciones de epigrafistas sobre iconografía y estudios de tradición oral, la diferencia entre la vida y la muerte para esta civilización radicaba en la materia.

Los mayas, agregó, creían que el cosmos estaba formado por tres estratos: el cielo, integrado por 13 niveles; la tierra, y el inframundo, que tenía nueve niveles.

La tierra está situada entre el cielo y el xibalbá; es el sitio donde se da la contienda entre la vida y la muerte, donde se producen el choque de los contrarios y la armonía; es un lugar sagrado entre los mayas, símbolo de la dualidad, origen de la vida y de la muerte.

La muerte, añadió el arqueólogo, estaba asociada al inframundo, al caos, a la oscuridad y a la destrucción, mientras la vida se vinculaba con el cielo, el orden, la luz, el sol, la creación y la racionalidad.

Esa ambivalencia se representaba por medio de diversos elementos, como la ceiba, árbol sagrado de los mayas, para los cuales la parte superior simbolizaba el cielo y la raíz, la entrada al inframundo.

Otra representación que encontramos en la cosmogonía de esa civilización son los animales considerados portadores de la muerte, como el búho, que cuando cantaba la gente le tiraba piedras porque se creía que su canto vaticinaba la muerte. Ocurría lo mismo con los zopilotes, que se han podido identificar en diversos aspectos arqueológicos, como la cerámica y la pintura mural, comentó.

Pat Cruz refirió que una idea que prevalecía entre los mayas era que había ingresos hacia el inframundo, como las portadas de estilo zoomorfo de diversos monumentos, muy comunes en Campeche, que tenían representadas fauces de animales y se pensaba que al entrar ahí, se ingresaba al xibalbá.

Acerca de las características de los complejos mortuorios, tanto de la élite como de la gente del pueblo, que se han encontrado en toda la península de Yucatán, el especialista dijo que entre los mayas se mantiene la tradición de dar la bienvenida a las almas de los muertos el 31 de octubre y el primero y 2 de noviembre. Se colocan altares con los alimentos que les gustaban a los difuntos, costumbre milenaria denominada Hanal Pixan (comida de ánimas).

En el ciclo La visión de la muerte entre los mayas, también participaron el historiador Lázaro Hilario Tuz Chi, con la conferencia titulada Salgan, salgan ánimas en pena. Concepciones sagradas de la muerte en los pueblos mayas peninsulares, y la antropóloga Cessia Chuc Uc, con Pixano’ob, el discurso sobre los ‘otros’ desde la identidad maya. Los dos son especialistas de la Universidad Autónoma de Yucatán.