Opinión
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Falsificadores de la historia: rigor y seriedad
E

l licenciado José Manuel Villalpando ocupa desde hace años un lugar destacado entre los falsificadores de nuestra historia, por sus libros y sus programas de radio, y también porque Felipe Calderón le encargó la coordinación de los festejos del bicentenario y la dirección general del Inehrm. Villalpando suele decir que alguno de sus trabajos equivale a un doctorado en historia. Evidentemente, ignora que una tesis doctoral debe cumplir con los paradigmas metodológicos, teóricos y de crítica de fuentes propios de la historia, aspectos que no cumple ninguno de sus libros, que se caracterizan por la ausencia de fuentes de archivo, por la aceptación acrítica de las versiones que sostienen sus prejuicios y la descalificación inmediata de aquellas que los contradicen, así como la ligereza de sus juicios. Cierto es que un doctorado no da autoridad y que entre los doctores hay auténticos vividores, que en 30 años de cobrar un sueldo de nuestros impuestos han escrito uno o dos libros intrascendentes; pero que no se engañe Villalpando: ningún trabajo suyo se acerca a una mediocre tesis doctoral.

Villalpando obtuvo los jugosos cargos antes mencionados por la interesada defensa que hizo de su personal amigo Felipe Calderón, aunque a veces quiera disimularla como una particular guerra en defensa de la historia de su principal enemigo: la ignorancia, que hace a nuestra población presa fácil de los interesados en manipular en su provecho la historia, deformándola y amoldándola a sus muy particulares ambiciones (Batallas por la historia, p. 13)... que es justamente lo que él hace.

En efecto: participó en la campaña electoral de 2006 con dos propósitos. En tanto historiador, para defender a la historia de la ignorancia; como ciudadano, “para contribuir al triunfo de la opción política que considero –con fundamento en mi conciencia, en mi conocimiento histórico y en mis reflexiones– la más adecuada y conveniente para mi patria” (209). A eso yo no le pondría ningún pero, si no fuera porque en campaña mintió y abusó de la historia y posteriormente consideró que esos textos de campaña eran algo más que eso y debían convertirse en libro. Veamos algunos ejemplos.

El país se dividió, con encono, durante el proceso electoral, pero esta división no se debió a las campañas de odio promovidas por el candidato del licenciado Villalpando, sino a un candidato que quiso apoyarse en la historia como legitimadora de sus ambiciones, manipulándola, ofreciendo una versión parcial e incompleta para ahondar más en la odiosa división entre buenos y malos, entre patriotas y traidores, reviviendo los odios de antaño. Frente a las provocaciones ignorantes de un caudillo, Villalpando, como especialista, decidió actuar con rigor y seriedad (209-210).

Pero ¡oh sorpresa! México estaba dividido desde antes: Villalpando aprendió en su escuela, que México siempre ha sido uno y ya crecidito descubrió que no era así. Lo que no descubrió, porque no ha leído o entendido los tratados de geografía económica de México, es que México es un país con escasa tierra cultivable, recursos hidráulicos muy limitados y minerales poco accesibles y mal distribuidos es decir, ningún cuerno de la abundancia. El mito de la riqueza de México sustenta una serie de prejuicios de los que Villalpando abusa sin pudor: la idea de que el sur es feraz y pródigo y por tanto su gente, mestiza o indígena, partidaria de la cultura del poco esfuerzo –y por tanto, votó mayoritariamente por López Obrador–; y quienes han hecho del trabajo y la productividad su divisa ven con temor a López Obrador. En el sur, dice, había que aprovechar los elementos, los del norte tenían que dominarlos, y por eso se industrializaron (249-250). Que la plata, nuestra casi única mercancía de exportación por siglos, así como los elementos indispensables para la industrialización inicial, es decir el hierro y el carbón, se concentraran en el norte de la República, no tiene nada que ver, supongo. Que en el sur haya muy pocas tierras realmente buenas y que las que hay produzcan cosechas que exigen mano de obra superexplotada tampoco es advertido por nuestro falsificador.

Y esta ligereza en el uso de fuentes, la facilidad con la que miente e inventa sin sustento, se refleja con aún mayor claridad, como veremos en la próxima entrega, en sus programas de radio. Mientras tanto, ¿nadie le pedirá cuenta por el despilfarro –que muy probablemente esconde corrupción– de la noche del 15 de septiembre de 2010 y de la Estela de Luz?