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Dos explican el desarrollo de leucemia linfática crónica, dice Carlos López Otín en entrevista

De 567 genes de proteasas, 60 están relacionados con metástasis

Dedicado desde hace 25 años a investigar las causas del cáncer, el experto español halló que ese tipo de proteínas facilita la proliferación de células malignas y la capacidad para migrar a otras partes del cuerpo

 
Periódico La Jornada
Jueves 18 de octubre de 2012, p. 2

La lectura del genoma humano se convierte, a 12 años de su desciframiento, en una herramienta invaluable para enfrentar enfermedades graves como el cáncer. No es la cura todavía, pero en los próximos tres años, el mundo dispondrá de información certera sobre las mutaciones genéticas responsables del desarrollo de más de 50 tumores malignos, con lo cual será posible disponer de medicinas específicas para detener el avance del mal.

Así lo plantea el proyecto del Consorcio Internacional del Genoma del Cáncer (ICGC, por sus siglas en inglés), por el cual la comunidad científica modificó sus formas de trabajo y en lugar de estudiar genes específicos que se encuentran alterados en los tumores malignos, se volcaron al análisis de los genomas completos de estos males.

Para investigadores como el doctor Carlos López Otín, Premio México de Ciencia y Tecnología 2011, corresponsable del proyecto España para el estudio de la leucemia linfática crónica, significó ver el cáncer de otra forma.

Durante 25 años, el científico se dedicó a buscar la explicación del cáncer y junto con su equipo de trabajo, descubrió 60 genes de proteasas (tipos de proteínas) que facilitan a las células cancerosas su desarrollo y, sobre todo, su capacidad para migrar a otras partes del cuerpo, es decir, favorecen la metástasis.

En entrevista, el científico de 54 años de edad, quien visitó México en días pasados, explicó que las proteasas son bien conocidas por ser las encargadas de digerir las proteínas de la dieta en el estómago.

Más funciones

Con su investigación, identificó otras funciones hasta entonces desconocidas de las proteasas.

En condiciones de normalidad, dijo el investigador del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Oviedo, España, tienen actividades variadas, como controlar el sentido del equilibrio, percibir el dolor, regular el metabolismo del hierro y de los huesos.

En otros casos, controlan el metabolismo de los lípidos, el mitocondrial; es decir, participan en la regulación del peso corporal, dijo. Algunas otras proteasas están presentes en el páncreas, el cerebro y cumplen funciones que explican la supervivencia de la humanidad, pero ante la presencia de células tumorales, se alteran o desregulan y pueden favorecer la progresión del cáncer. Existen otras que lo obstaculizan, apuntó.

López Otín aseguró que existen 567 genes de proteasas, 60 de los cuales –identificados por su grupo– están relacionados con las neoplasias malignas. En eso estaba cuando el avance de la medicina genómica lo hizo entrar en esa aventura compleja del ICGC, la cual, a casi tres años, le ha permitido identificar que alteraciones en los genes NOTCH1 y SF3B1 explican el desarrollo de este tipo de leucemia común entre los adultos.

Foto
Especialista en bioquímica y biología molecularFoto José Antonio López

Los resultados del grupo español han sido corroborados en investigaciones de Estados Unidos y China. Lo que sigue, dice el experto en bioquímica y biología molecular, es producir medicamentos que bloqueen la actividad descontrolada de estos genes con la finalidad de detener la progresión del padecimiento y eventualmente impedir su desarrollo.

El investigador advirtió que en un futuro muy próximo se necesitará de personas entrenadas en la lectura e interpretación de genomas. Con estudios que cada vez son más accesibles, estos expertos podrán identificar las cinco o seis mutaciones más frecuentes en cada neoplasia. Esta información genómica de cada paciente será una guía para los oncólogos que podrán determinar un tratamiento específico para cada individuo.

Hacia allá apuntan las investigaciones que se realizan en Australia, Canadá, China, Francia, India, Japón e Inglaterra sobre diferentes tipos de cáncer. En Estados Unidos se realizan otros proyectos paralelos sobre varias neoplasias y recientemente se sumaron al ICGC varios países de América Latina, México entre ellos, para tener la información genómica de los 50 tipos de cáncer más frecuentes en alrededor de 25 mil personas.

Sobre el trabajo de España, López Otín comentó que se han estudiado los genomas de 200 personas con leucemia linfática crónica; la meta es completar 500 y compararlos con otro número similar de individuos sanos.

Todavía falta mucho para poder hablar de una cura para el cáncer, entre otras razones por la posibilidad que tiene de resurgir en el transcurso de los cinco años posteriores a la conclusión de un primer tratamiento de control.

Esto se debe, explicó López Otín, a la reactivación de mecanismos como la angiogénesis que es la captación o formación de nuevos vasos sanguíneos que alimentan tumores incipientes.

En estos procesos las proteasas desempeñan papeles decisivos, señaló el experto, quien con su trabajo sobre estas sustancias también encontró algunos indicios genéticos que explican el envejecimiento de la población.