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Inauguran propuesta de Mario Moravenik en el Palacio de la Escuela de Medicina

Libro de Elena Poniatowska inspira obra de artista argentino

Con la instalación La noche de Tlatelolco plantea un homenaje sereno a los muertos, familiares, amigos y compañeros, no una reivindicación política

En AL, primero es callar a la cultura, dice

Foto
Una de las piezas de la instalación La noche de Tlatelolco, emplazada en un patio del Palacio de la Escuela de MedicinaFoto cortesía del Fideicomiso del Centro Histórico
 
Periódico La Jornada
Martes 16 de octubre de 2012, p. 4

La instalación La noche de Tlatelolco, del argentino Mario Moravenik (1956), retoma el nombre del libro de la escritora y periodista Elena Poniatowska, el primero que leyó sobre la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968.

Se trata, explica el artista, de un homenaje sereno y tranquilo a los muertos, familiares, amigos y compañeros, no de una reivindicación política.

La obra fue inaugurada anoche en un patio del Palacio de la Escuela de Medicina (calle Venezuela, esquina Brasil), por iniciativa del Fideicomiso del Centro Histórico, con la presencia de la colaboradora de La Jornada y el historiador Lorenzo Meyer,

Radicado en Barcelona desde 1991, Moravenik llegó a México hace año y medio. Del 2 de octubre nada sabía, sin embargo, le pareció que su historia tenía similitud con muchas otras historias que había trabajado, como la ocurrida durante la dictadura en Argentina y la Guerra Civil en España. De allí que ha tomado el tema de Tlatelolco como un genocidio más.

Rebeldía de los jóvenes

“Según todo lo que he leído a lo largo de un año –prosigue Moravenik–, oficialmente hubo 20 muertos, pero parece que superan los 200; o sea, nunca se va a saber. Viví la dictadura argentina, entré a la universidad el 24 de marzo de 1976 a las 8:30 horas. El primer día de clases, a las seis de la mañana, el ejército se había llevado en un helicóptero a Isabelita Perón.

“Viví el miedo, las persecuciones, por ser estudiante, por tener como todos los jóvenes una ilusión de cambiar el mundo. Entiendo a nivel intelectual y en lo emocional lo que significa querer callar a los estudiantes. Es un fenómeno que en América Latina existe, mientras en otros países se ha superado. Digamos que hay una mejor comunicación, o más cercana, entre los poderes, las universidades y los estudiantes.

En América Latina perdura el concepto de que lo primero que hay que callar es la cultura y la educación, o sea, marginarlas, y eso, por supuesto, a los jóvenes les produce mucha rebeldía.

Un crítico feroz en Argentina ha dicho que Moravenik no hace instalaciones, sino puestas en escena para movilizar emocionalmente. Aunque el artista siempre trabaja temas catastróficos, intenta evitar la rabia, la agresión y la violencia. Es decir, no sacar agresión de adentro del espectador, sino un sentimiento más profundo vinculado a la emoción. Siempre hago una distinción entre qué es memoria y qué es no olvidar. Esto último es voluntario e intencional y por lo general está cargado de rabia, por eso el lema: ni olvido ni perdón. Recordar es involuntario y muy pacífico.

La instalación está concebida como una ceremonia del entierro y sólo usa palas, camisas blancas y cinturones de cuero. Moravenik utiliza la camisa desde que empezó a trabajar en instalaciones, en la medida que todo mundo, desde el rico hasta el pobre, tiene una camisa, una blanca, seguro. Hace paquetes: Armo como cuerpos con esas camisas que están apresadas con cinturones a las palas, que están suspendidas en el aire. Las palas llevan atravesado un tubo de neón blanco que uso como la luz de la memoria. No hay que olvidar, pero sin rencor.

Describe su trabajo como muy austero: “Soy considerado un artista minimal y povera; trabajo con pocos elementos muy pobres. Sugiero mucho con pocas cosas”.

Admirador del trabajo del artista de origen búlgaro Christo, Morvenik dice hacer desde hace unos años cosas más efímeras: Están preparadas para que se deterioren, luego, se tiran por lo general. Considero que este tipo de trabajo es como la vida, uno envejece y se estropea. Sigo el concepto de Christo, de la memoria como un flash o una fotografía de un momento.