Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 14 de octubre de 2012 Num: 919

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Episodio de primavera
Iáson Depoundis

Transparencias
de Fuentes

Bárbara Jacobs

Ombligos sin fronteras
Ricardo Bada

Literatura femenina
en Puerto Rico

Carmen Dolores Hernández

Los tiros con chanfle y el Principio de Bernoulli
Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Galería
Rodolfo Alonso
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch


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Jorge Moch
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Twitter: @JorgeMoch

Contrastes (II Y ÚLTIMA)

El presidente presunto y el presuntamente electo se reúnen para hablar de “seguridad”. La reunión recibe atención de los medios, particularmente de los graves lectores de noticias que siempre cantan logros del gobierno –el gran socio, el gran padrino– y subrayan inauguraciones, pero son incapaces de retratar la realidad del despeñadero nacional donde se estrellan las esperanzas de la gente, su poder adquisitivo, su seguridad personal. La reunión, dicen con tono falsamente optimista, es para que las estrategias de seguridad del gobierno, ésas que se traducen en seis larguísimos años de una carnicería espantosa e inútil, encuentren en el relevo transexenal un cauce de continuidad para asestarnos otro tanto de espanto y muerte. Con eufemismos tontos esconden la verdad de la amenaza: van a seguir los inútiles retenes que se ponen después de la balacera o del hallazgo macabro de cadáveres despedazados, más para amedrentar a la población que para capturar a los verdaderos criminales; continuarán las balaceras de madrugada que luego nadie menciona, precisamente, en un noticiero; seguirán vertiéndose miles de millones en la barriga sin fondo de las policías y las fuerzas armadas y también, aunque tampoco lo dicen los presuntos dueños y modeladores de la verdad, México seguirá siendo territorio de muerte para el periodista. Bien se guardan, también, los lectores de noticias, de señalar que ambos presuntos presidentes, el saliente y el que inevitablemente llega, son espurios, ladrones del poder político, figurines a modo de intereses extranjeros y empresariales. En cambio resaltan sus frases ocurrentes o amistosas, las opiniones que trazan el rumbo que invariablemente es una espiral hacia abajo, pero que ellos, todos ellos miran con otros ojos, de gráfica de inversionista. Y mientras toda la farsa sigue en pie y todos sabemos de qué pie cojea, en Coahuila asesinan al sobrino de un capo y en respuesta, horas después, asesinan al hijo de un exgobernador y exdirigente partidista famoso por tener más cola que un banco en quincena.

En el ínterin de tan aciagas noticias, el tartufo, adicto a la mentira que siempre respaldan las televisoras, da banderazo tardío a una campaña de vacunación para tratar de hacer algo contra el virus del papiloma humano que asuela a una gruesa franja de la población joven y sexualmente activa sin que, en demasiados casos, las afectadas se den por enteradas. Hay una inexcusable y alta cantidad de casos de cáncer cérvico uterino en el país, una enorme y creciente cantidad de casos de infección de enfermedades sexualmente transmisibles y una multitud de madres adolescentes, saldo criminal de al menos doce años de desgobierno de la derecha recalcitrante y la influencia, en las más altas esferas del poder en México, incluidas las televisoras, de un clero católico retrógrada y revisionista que siempre se opuso con gritos, filípicas y casullazos a la implementación de programas oficiales de salud reproductiva, educación sexual, métodos profilácticos, anticonceptivos y de control demográfico.

Mientras la propaganda propala el discurso pseudosanitario del pseudopresidente en una pantalla de televisión puesta en la sala de espera para tratar de mitigar la desesperación de la gente que va a sufrir a una especie de purgatorio en la Tierra, una derechohabiente del Instituto Mexicano del Seguro Social arriesga perder la silla para ir al baño en una clínica del IMSS. Uno pensaría que, puesto que se trata de un espacio hospitalario, ese baño puede ser humilde, de piso de cemento y quizá apenas con una sencilla mano de pintura, pero debe estar limpio. Lo que la mujer encuentra es un asco, excremento que topa los escusados, mierda embarrada en los muros, un hedor insoportable. En un hospital del gobierno de ése que se llena el buche de hablar de salud, los baños son un pestilente foco de infección donde el jabón o el papel sanitario son inexistentes, no hay agua corriente ni se desinfecta el espacio, sin mencionar la porquería de atención de la mayoría de las enfermeras y no pocos deshumanizados médicos. El responsable, nos dicen, es el administrador.

Claro que esto no sale en la tele, ni lo padecen el tartufo ni sus compinches, sino la gente, la que en una atestada sala de espera, sin sillas suficientes ni cómodas, sin baños dignos, sin agua y sin amabilidad, ve la tele con resignación, con vacuno gesto de ausencia, mirando al hombrecillo que enhebra, rodeado de guardaespaldas y batas blancas, su maldito discurso mendaz.