Opinión
Ver día anteriorMiércoles 10 de octubre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

De confianza y fe

D

e la desconfianza y la fe en el lenguaje es que la poesía nace.

La velocidad de la paciencia.

En ese montoncito de palabras que llamamos poema actúa de modo vivo todo el lenguaje. Todo poema es –tan indirecta como directamente– todo el lenguaje.

Hay quienes gustan de ver cómo pueden ser corregidos sus poemas, para aprender. Hay quienes gustan de ver sus poemas corregidos, para lucir.

Hallar el tono es escuchar el tono. Y escuchar el tono es escuchar la escucha de ese tono.

El sentido, en un poema, suena o no suena.

El novelista es un arquitecto, el poeta un relojero. El dramaturgo, supongo, una feliz hibridación de ambos.

El psicólogo es experto en el arte de escuchar en las palabras del paciente menos lo que el paciente dice que lo que tales palabras del paciente dicen. El poeta, por su parte, se ejercita no tanto en escuchar lo que de sí mismo sus palabras dicen como en percibir lo que del lenguaje las palabras hacen manifiesto.

La musicalidad de las palabras, la musicalidad de las imágenes.

De alguna manera la poesía es lenguaje en desuso.

La poesía, que en más de algún sentido vuelve extraño nuestro lenguaje, hace lenguaje de nuestra extrañeza. He ahí su certidumbre –y su frontera con la incertidumbre.

De la poesía nadie puede aprovecharse, todos podemos aprovechar.

Hay los que en el tiradero buscan el universo –y lo encuentran.

En poesía, cuyo ritmo es fácilmente audible, cuya armonía es fácilmente visible, la melodía, no tan fácil de ver y exigente al oído y paso necesario entre los elementos dichos, supone una percepción más afinada.

Hacer de cada detalle una totalidad, convocante. Hacer de cada totalidad sólo un detalle.

Hacer que lo artificial sea naturalmente humano.

El impaciente no pisa su paso, sino el que dará; el impaciente se encuentra más allá de donde se encuentra. No danza (el bailarín siempre pisa su paso); no se halla, no se encuentra.

El pensamiento, en poesía, es siempre imaginación.

Cuando un paisaje es todo, cuando muchos paisajes nada son.

Volver en sí: saber que otro, felizmente, se es.