Economía
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Existen 100 empresas amenazadas de cierre total o parcial

Más de 45 mil empleos están en peligro de desaparecer en Francia

Sindicatos llaman a manifestarse y oponerse a las medidas de austeridad

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Imagen parcial de la movilización de trabajadores que se organizó frente al Salón del Auto, en París, para reclamar por la eliminación de puestos laborales y cierres de empresas del sector industrial francésFoto Reuters
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Miércoles 10 de octubre de 2012, p. 35

Burdeos, 9 de octubre. El 29 de septiembre se abrió en París el tradicional Salón del Auto, como una afrenta a la trágica situación de miles de obreros, empleados, técnicos, ingenieros, administrativos que están a la espera de la confirmación del cierre de la planta de PSA (Peugeot-Citroën) en Aulnay-sous-Bois, en la región de París, y del abandono definitivo de los últimos altos hornos productores del este de Francia.

En la inauguración se manifestaron en el lugar tanto obreros de PSA como de la Ford de Blanquefort, cerca de Burdeos, en lucha desde hace varios años para también impedir su despido. Querían hablar con Arnaud Montebourg, ministro de la Recuperación Productiva, que finalmente decidió no asistir al acto.

Arnaud Montebourg (izquierda del partido socialista), anda recorriendo Francia, atento pero impotente, tal don Quijote luchando contra los molinos de viento, tratando de salvar, cuando más, algunos empleos, chivo expiatorio de la política de derecha del gobierno frente a todas las iras sociales. En su mesa de trabajo tiene casi cien expedientes de empresas de todo tamaño, amenazadas de cierre parcial o total, regalo del anterior gobierno que contuvo durante varios meses los planes sociales previstos. De esas cien empresas, según la Confederación General del Trabajo (CGT), 46 están en peligro inminente.

En materia de autos, Francia siempre ha tenido marcas míticas: la Renault, primera empresa privada francesa del sector que se creó en 1898. Se nacionalizó en 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, acusado su propietario de haber colaborado con los nazis. Fue en el segundo gobierno socialista de François Mitterrand que se organizó, en 1990, la privatización de una empresa que los franceses consideraban –y consideran– suya. Desde entonces Renault se ha convertido en uno de los laboratorios del capitalismo salvaje (deslocalización, flexibilidad, rentabilidad para los accionistas….).

La empresa Peugeot lanzó su primer auto en 1891 para llegar a ser una de las mayores constructoras francesas. Después de la Primera Guerra Mundial, en 1919, André Citroën pasó de la fabricación de obuses a la creación de su propia marca. De 30 vehículos en 1920, llegó a producir más de 12 mil en 1921. En 1976 la empresa Peugeot compró Citroën a Michelin, principal accionista desde 1933, para constituir un gigante llamado grupo PSA Peugeot-Citroën con varias plantas en Francia, la más emblemática fue la de Sochaux (donde Jean-Pierre Peugeot lanzó, en 1928, el Football Club de Sochaux-Montbéliard, uno de los equipos importantes del actual futbol francés).

Hoy el grupo PSA está por despedir a 8 mil trabajadores. Hace dos años la CGT tuvo conocimiento de un documento confidencial donde se anunciaban los proyectos del consejero delegado de Peugeot, Philippe Vérin.

En el documento reconocía que el mercado del automóvil mundial estaba muy contrastado, pero afirmaba que Peugeot seguía ocupando el primer lugar de marca francesa en el mundo y que, contrario a los resultados de 2009, había tenido un resultado operacional de 620 millones de euros.

En 2003, más de 60 por ciento de la producción se hacía en Francia pero ahora casi 60 por ciento se produce fuera del país, lo que confirma la estrategia de PSA a favor de los interés de los accionistas y mercados que este año recibieron 200 millones de euros, cifra que corresponde a la masa salarial de la empresa de Aulnay-sous-Bois, la que se pretende cerrar.

En Lorraine, al este de Francia, después del sitio de Gandrange en 2009, el empresario indio Lakshmi Mittal, el sexto hombre más rico del mundo según la revista Forbes, acaba de anunciar el cierre total de los dos altos hornos de Florange.

Fue el presidente Giscard d’Estaing el que empezó, en 1979, el desmantelamiento de la siderurgia francesa, en una principiante Europa ultra liberal. Fue seguido por el gobierno socialista de François Mitterrand y, finalmente, por el presidente Chirac, que aceptó entregar el acero francés a Lakshmi Mittal, cuyo objetivo es producir en los países de mano de obra barata. La única negociación que se ha podido llevar a cabo con él es que ceda al Estado francés, por un simbólico euro, la parte de fundición –inactiva desde hace un año– y autorizar un lapso de 60 días para encontrar un comprador. En cambio, no piensa ceder el sector transformación, como la industria del automóvil, latas, etc…, que quiere seguir controlando.

Otras empresas importantes están en la tormenta: la industria farmacéutica, con Sanofi, líder francés del sector; la agroindustria, con Doux, primer productor europeo de aves y líder mundial en exportación y, Fralib, el té Elephant, que depende del gigante holandés Unilever. Air France anuncia 5 mil despidos y Carrefour-Francia 600. Petroplus, Trois-Suisses, Neo Sécurité, Presstalis, Goodyear… la lista está abierta. Son más de 45 mil empleos amenazados.

Si tuviera la voluntad política de enfrentar al sector privado y al Medef, que es el sindicato de los empresarios, el gobierno francés no estaría haciendo la promoción del Tratado sobre estabilidad, coordinación y gobernanza, el mismito que negoció Nicolás Sarkozy con Angela Merkel, que se está debatiendo, en estos días, en el Parlamento, sino que estaría proponiendo una ley que impidiera los despidos bursátiles y otra obligando a los dueños de empresas rentables a venderlas, en vez de cerrarlas para ir a buscar más ganancias en otros países.

Incluso hay quienes opinan que se podría pensar en la nacionalización de la siderurgia ya que, frente a los estragos y dramas sociales de toda índole, el costo no sería tan alto.

El 9 de octubre, en varias ciudades del país, la CGT, apoyada por la Confederación Europea de los Sindicatos (CES), llama los franceses a manifestarse para defender el empleo industrial y oponerse a la ratificación del tratado de austeridad.

Con la conferencia social de julio, el presidente Hollande y su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, lograron contener un tiempo el descontento generalizado, pero la aceleración de la crisis ha vuelto a encender los focos de alarma.