Imágenes: corte a... Daniel Sada jugando ajedrez... Daniel Sada desbloqueando a nuevos escritores en sus talleres de creación literaria... Daniel Sada escribiendo cuentos, poemas o novelas... Daniel Sada retratando la situación del país, la frontera, la migración, la violencia en su último libro, El lenguaje del juego, un proyecto que terminó de escribir cuatro meses antes de su fallecimiento y en el que no hace concesiones a los personajes ni al lector.

Él tenía este proyecto desde hacía años. El proceso de descomposición social que tiene que ver con el crimen organizado, el fenómeno fronterizo, tiene años, y él estaba muy preocupado por esto. Tenía muchos libros en proceso, y estuvo pensando en este asunto durante mucho tiempo, pero tenía cierta reticencia a tratar el tema, porque se convirtió un poco en una moda, recuerda Adriana Jiménez, viuda del escritor.

Al convertirse en una moda literaria generó una serie de fórmulas que él no estaba dispuesto a seguir. Sin embargo, “llegó un momento en que ignorar el tema de la violencia y el deterioro en la zona fronteriza era ignorar demasiado, así que emprendió la escritura, aunque ya tenía años pensando en esta novela. Maquinaba muchísimo antes de sentarse a escribir, digamos que comenzaba a escribir años antes de escribir.

Siempre tenía muchas historias en la cabeza. Decía que ignoraba el temor de la página en blanco, porque siempre tenía algo en mente. Llegó un momento en que ya no pudo posponer más este asunto, porque decía que es un tema que se impone, que era imposible de obviar y fue entonces cuando la escribió.

Ocaso de una familia común

El lenguaje del juego, publicada por Anagrama, es la historia de Valente Montaño, sus hijos Martina y Candelario, y su esposa Yolanda. Es una familia común, y la novela habla de cómo se va corroyendo, socavando la estructura de ese núcleo. Es acerca de lo que la violencia y la situación fronteriza generan en una familia común, desde los aspectos más evidentes hasta los más sutiles.

Creo que en esta novela, explica Adriana Jiménez, “se propuso llegar hasta las últimas consecuencias y esto es difícil por los lugares comunes que existen para hablar de la violencia. Uno espera ciertas escenas, ciertas situaciones, o ciertos finales, y Daniel es un autor que frustra estas expectativas.

La facilidad para llegar al lugar común es grande, y él siempre huyó de esto. Decidió que si le iba a entrar al asunto lo haría a fondo, con personajes y situaciones construidos de forma minuciosa. Esto vuelve a la novela un verdadero viaje delirante y salvaje.

Daniel Sada (Mexicali 1953- DF 2011) tardó un año en escribir este libro. Comenzó antes de que se agravara su enfermedad y lo terminó cuatro meses antes de su muerte, ya en condiciones muy difíciles. Prácticamente no veía, su cuerpo estaba muy debilitado por la enfermedad, pero debo decir que hasta el último momento en que estuvo frente a la computadora disfrutó enormemente de la escritura, como siempre lo hizo. Puso la misma pasión, entrega, el mismo manejo plenamente literario en este proyecto.

Escritura rigurosa y lúdica

De acuerdo con Adriana Jiménez éste es el último libro que dejó listo. Estaba escribiendo un poemario, pero los poemas no estaban suficientemente trabajados. Sé cómo hacía las cosas, era muy minucioso y nunca daba una letra a la imprenta si no estaba muy pensada, muy revisada.

En unos meses se publicará, además, el libro Sin mirar a los lados, con ensayos, columnas periodísticas y prólogos, además que muchas de sus obras fueron o serán traducidas al italiano, francés e inglés, entre ellas Casi nunca, con la que obtuvo el Premio Herralde; Lampa vida, Porque parece mentira la verdad nunca se sabe y Una de dos. Se prevé también la redición de algunos de sus trabajos de juventud. Toda la obra de Daniel Sada es radicalmente literaria, rigurosa y absolutamente lúdica, finalizó su viuda.

El lenguaje del juego será presentado hoy a las 19.30 horas en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica (avenida Tamaulipas 202, colonia Condesa). Participarán Adriana Jiménez, Luis Jorge Boone y Federico Campbell.