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Los Tigres del Norte refrendaron su romance de más de 40 años con sus fans, en el Auditorio

No podemos dormir tranquilos si no los complacemos a todos

Sólo vengo a agradecerles en nombre de todos los mexicanos por decir lo que es México, lo que pasa en este país y lo que queremos que sea, dijo el rector de la UNAM, José Narro Robles

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José Narro, quien en varias ocasiones se levantó de su butaca para bailar, entregó al grupo los discos de platino y doble de oro por más de 400 mil copias vendidas de MTV Unplugged: Los Tigres del Norte and FriendsFoto Ocesa
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de octubre de 2012, p. a13

Los Tigres del Norte, efigie en la historia de la música popular mexicana, refrendó el romance de más de cuatro décadas que ha tenido con sus fieles y heterogéneos seguidores: la noche del sábado en el Auditorio Nacional, los miembros de la familia Hernández entregaron, como en todos sus conciertos, no sólo el corazón, sino todas sus vísceras materializadas en partículas sonoras devenidas canciones, que ya son parte de la vida de muchos mexicanos.

Hay pocos connacionales que no conocen la música de este grupo que, para muchos es como Los Rolling Stones de la música norteña o regional mexicana, como los clasifican en Estados Unidos, donde residen desde hace muchos años. Los Tigres del Norte se mueven con dominio natural y absoluto de las tablas de cualquier proscenio, ya sea del pueblo más recóndito del país, que otras partes del mundo de cualquier nivel sociocultural.

El recinto de Reforma vibró con la música de esta banda y los gritos y el catártico canto de las miles de gargantas que corearon canciones como El jefe de jefes, La puerta negra, Agua salada, La granja, Un día a la vez, Rosita de Olivo, Somos más americanos, Sangre prisionera, La sala de espera, El avión de la muerte Camelia la Texana y La Reina del Sur, entre otras. Fue un concierto de tres horas y media que convenció a gente de todo tipo y de todas las edades. Los Tigres avasallaron con sus corridos, con su acústica folclórica, que en esta ocasión fue acompañada por la Orquesta Sinfónica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Como cuando eran niños

Como cuando niños, época en la que por cinco o 10 centavos cantaban la rola que fuera en las cantinas de su pueblo, y en la que, por ejemplo, el bajista Hernán –el del mechón, el que ofrece los altos registros de voz a la agrupación–, tenía que acostarse para tocar el contrabajo (que obviamente lo rebasaba en tamaño, relató en el concierto su hermano Jorge, el tigre mayor, el del sombrero), los Tigres del Norte aparecieron flamantes en el tablado del Auditorio; brillantes por esos trajes confeccionados especialmente para ellos, pero más aún por su sola presencia.

Son artistas sencillos que saben que están arriba debido a toda la gente que los sigue, que compra sus discos, que sabe de su idiosincrasia; expresan con su sencillez su manera de dirigirse a la gente. No podemos irnos a dormir tranquilos si no los complacemos a todos, dijo Jorge, luego de que en la presentación recibían los tradicionales papelitos con las peticiones, como si estuvieran en el baile de las ferias en las que usualmente tocan.

En todo momento se dejaron querer y tomarse fotos, aunque fuera en plena rola. Hernán posaba mientras movía sin cesar los dedos sobre el bajo. Eduardo cambiaba de la guitarra al acordeón y de éste al saxofón; los domina. Óscar Lara le tundía a la batería con potencia. Luis rasgaba con suavidad su bajo sexto y su voz arrancaba suspiros a las más jóvenes. Mientras, el tigre mayor recitaba en cada pieza, casi convulsionado.

Ni el equipo de luz y sonido ni las cinco pantallas de gran formato hicieron lucir más al grupo que su simple presencia en el escenario. Son, con su música e imagen, la muestra de ese México apreciado por muchos. Ni siquiera el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro Robles, presente en el concierto, pudo resistirse a bailar la tonada cuatro cuartos del chuntata-chuntata de los corridos clásicos de la agrupación, surgida de Sinaloa. De hecho, recibieron de manos del académico los discos de platino y doble de oro (como suelen nombrar las disqueras a sus ventas) por más de 400 mil copias vendidas de su álbum MTV Unplugged: Los Tigres del Norte and Friends (extraordinaria placa en la que cantan con músicos como Juanes, Andrés Calamaro, Zach de la Roche y Calle 13), del cual interpretaron la mayoría de los temas, con la potencia de las lengüetas de metal, el fuelle y el teclado de ese hermoso instrumento llamado acordeón, que tanto Jorge como Eduardo interpretan orgánicamente.

El rector de la máxima casa de estudios, en nombre de los mexicanos que asistieron al primero de dos conciertos, agradeció: Hoy no voy a cantar, porque no puedo; sólo vengo a dar las gracias en nombre de todos los mexicanos por decir lo que es México, por decir lo que pasa en este país y por lo que queremos que sea México, subrayó Narro Robles, quien en varias ocasiones se levantó de su asiento, como muchos otros, para bailar en los pasillos con esta inevitable insoportable levedad de escuchar a un grupo chingón que hace levantar de su silla a cualquiera.

Los hermanos Luis, Eduardo, Hernán y Jorge Hernández, así como el primo Óscar, no dejaron de agradecer las muestras de cariño y las decenas de peticiones, como La banda del carro rojo, que ligaron con La mesa del rincón y Pedro y Pablo, piezas que el respetable cantó sin parar.

Con temas como Corta venas y Pacas de a kilo, la euforia se apoderó del público, que sin duda imaginó no estar en un foro serio, sino en un típico baile a cielo abierto, con piso de tierra y chelas al por mayor, al ofrecerle a su gente la posibilidad de las complacencias en un espacio en el que no se permite moverse mucho de los asientos.

Gracias por permitirnos trabajar en vivo para ustedes, que son nuestros jefes, reiteraba Jorge, quien brilló en piezas como La jaula de oro, otra de las emblemáticas canciones de la agrupación, que siguió su lista con rolas como Golpes en el corazón, La manzanita, La camioneta gris y Quiero volar contigo, que llegaron cual disparo de metralla para contribuir aún más al flirteo que tienen con sus adeptos.