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Manual para enamorarse, nuevo libro de relatos de la autora publicado por Grijalbo

Decir lo más invisible de la conducta humana, reto del cuento: Mónica Lavín

Internet propicia que el género se propague más rápido y haya más lectores, señala

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Mónica Lavín durante la entrevista con La JornadaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Viernes 14 de septiembre de 2012, p. 4

Me gusta espiar las cosas aparentemente inofensivas y pequeñas de la vida cotidiana, y así, poco a poco, Mónica Lavín espió los 12 cuentos que conforman Manual para enamorarse, su nuevo libro de cuentos, ese género canónico que permite la exploración y tiene nuevas posibilidades.

Doce historias breves que se escribieron en varios años. Un libro de cuentos se cosecha lentamente, dice la narradora en entrevista. “Desde La corredora de Cuemanco y el aficionado a Schubert me ha dado por jugar con la forma, por aligerarme frente al cuento. Sé que es un género muy canónico, riguroso, pero he podido soltarme dentro de sus límites, de sus características que son sensacionales, una forma que te hace tratar de buscarle la elasticidad.

Ahora no sé por dónde voy a explorar, pero hay una especie de sensación mía, como más libre frente al cuento. Creo que uno empieza de manera casi escolar escribiendo cuento, vas a los talleres y te ajustas a una especie de esto es lo correcto. Hoy mi relación con el género es más exploratoria, una sensación de que cualquier asunto puede caber. Más de divertimento.

Y esta exploración pasa también a la novela, el otro género con que cultiva Mónica Lavín, autora de Yo: la peor y La más faulera. Creo que uno no puede perder la posibilidad de estirar las formas, de indagar sobre el propio vehículo de la escritura. Hay que arriesgarse.

Escribir en Twitter, reto singular

El cuento es un género que se arriesga frente a la explosión de Internet y los medios electrónicos. Los jóvenes exploran ahora con el mismo lenguaje que lo hacen en Twitter, por ejemplo, que ha vuelto a incitar a la escritura muy breve, casi aforística, y eso me parece un reto singular.

Las reglas del juego del cuento no han cambiado tanto, como ocurrió con el cine, que fue el gran revolucionador de la forma de contar, aun más que las redes sociales o Internet, porque simplificó o sintetizó la descripción: el mundo de la imagen o el lenguaje de la imagen nos llevó a comprender cosas de manera más breve sin tener que desarrollarlas con la pausa, y además nuestro tiempo es veloz.

Sin embargo, Internet ofrece la posibilidad de que el cuento se propague más rápido y de que haya más lectores para este género que casi no se publica impreso. La pantalla es muy amable para el cuento, no tanto para la novela.

El gran reto para el cuento es, según Lavín, decir lo más invisible de la conducta humana. El cuento, como la poesía, lo pueden apresar de forma mucho más poderosa que la novela, porque pueden fijar la atención en algo muy pequeño. Es poner la mirada en lo más tenue para que le dé la dimensión necesaria, para ubicarlo, para darle su estatura en los asuntos de la condición humana, y hacerlo con la mayor fuerza poética.

Manual para enamorarse, publicado por Grijalbo, se asoma a cosas de apariencia inocente: una llamada equivocada, llegar a casa de unos extraños. Creo que un cuento no se escribe si no hay algo que se sale del control, que también es un tema muy interesante, cómo creemos que tenemos las cosas controladas y cómo cuando algo se sale de ese cauce nos revela cosas de nosotros mismos, otro aspecto.