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Luego de visitar 27 ciudades concluye en Washington la caravana encabezada por Javier Sicilia

Exigen a México y Estados Unidos caminar juntos en favor de la paz

Organizadores admiten que el movimiento tuvo poca influencia en el ámbito político

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Al coro de fin a la guerra contra las drogas, la caravana del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por el poeta Javier Sicilia, marchó frente a la Casa Blanca y ocupó brevemente la Plaza de la Libertad en WashingtonFoto Notimex
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 13 de septiembre de 2012, p. 15

Washington, 12 de septiembre. No hay suficientes lágrimas en el mundo ni alcanza la ira cuando se cuentan las historias de hijos y familiares muertos y desaparecidos. Con esos testimonios de integrantes de la Caravana por la Paz se da nombre y rostro a las estadísticas de la guerra contra las drogas emprendida en México por el presidente Felipe Calderón.

La Caravana por la Paz culminó su trayecto de unos 10 mil kilómetros y actividades en 27 ciudades a lo largo de este país, como un paso inicial para generar un movimiento binacional contra la llamada guerra antinarcóticos, lo que Javier Sicilia calificó como un proceso inédito en el que por primera vez ciudadanos de Estados Unidos y México se unen para hacer diplomacia ciudadana frente a gobiernos subordinados a los grandes capitales que viven de las muertes, de las miserias, de la violencia ilegal y legal.

Reiteró que es un esfuerzo para civilizar el dolor, donde mexicanos y estadunidenses caminemos juntos en un proceso por la paz.

En esta capital, como a lo largo de la gira de la caravana –que hoy cumplió un mes– las historias de las víctimas se repitieron en diversos actos, en iglesias, en sedes sindicales, en foros académicos, también en las oficinas de unos 27 legisladores, en una reunión con la subsecretaria de Estado para Derechos Humanos, María Otero. Igualmente en una junta en la embajada de México con el embajador Arturo Sarukhán, en mítines en plazas públicas donde, junto con representantes de decenas de organizaciones civiles aliadas, culminaron esta noche con una procesión de una iglesia progresista en Washington al parque Martin Luther King, donde se festejó la conclusión de esta iniciativa con música y promesas para continuar tejiendo las alianzas binacionales contra esta guerra.

Olga Salazar, de Ciudad Juárez, habla de sus seis familiares que fueron asesinados. Ni a los asesinos ni al gobierno perdono, pues no se ha hecho justicia y cuenta detalladamente su historia, de que son una familia de defensores de los derechos humanos, y cómo uno tras otro han muerto o huido (ella ahora vive en la ciudad de México). “Si no hacemos esto –la caravana– qué nos queda, sólo sentarnos a llorar…”, dice ataviada con una camiseta grabada con la frase Estamos hasta la madre. “No son ‘daños colaterales’, son mis hermanos, son el resultado de estas políticas de guerra que son contra el pueblo”, afirma, responsabilizando al gobierno de Felipe Calderón.

Una tras otra, las integrantes afirman que no hablan por sí mismas, sino por las miles de madres o las viudas, o las hermanas y hermanos y más que comparten el mismo dolor, que no encuentran respuesta ante las autoridades.

“Los funcionarios son injustos, crueles, como si no tuvieran un corazón humano. No les importa lo que estamos viviendo… Nos están aplastando”, dijo María Herrera, de Michoacán, que desde hace cuatro años busca a sus cuatro hijos desaparecidos –muchachos jóvenes y alegres– en Guerrero y Veracruz. Unos narcos le informaron que uno de sus hijos fue asesinado, descuartizado, bañado con ácido e incinerado y que tal vez tiraron sus restos en campo de aguacates. Llorando grita, por eso le digo a mis nietos que coman mucho aguacate porque así podemos estar con él.

María González declara en un mitin en la Plaza de la Libertad que este maldito gobierno de Calderón nos ha dejado un río de sangre. En el río Bravo ya no corre agua, sino la sangre de miles y miles de nuestros hijos. Entre su llanto grita que México se está muriendo poco a poco por el narcotráfico y esta guerra. “Nos estamos muriendo de dolor… no hay nombre para este dolor”.

“Es por sus voces que vamos a lograr los cambios necesarios y la paz en México y Estados Unidos… Después de 60 mil muertos y 10 mil desaparecidos es hora de decir juntos, ¡basta!”, declaró la secretaria tesorera de la central obrera AFL-CIO, Liz Schuler, al dar la bienvenida a la caravana el lunes en Washington, y vinculó la violencia a las políticas fallidas de ambos gobiernos. Otros representantes de organizaciones sociales hicieron eco de este mensaje y afirmaron que es el inicio de un movimiento por la paz binacional.

Vivos se los llevaron, vivos los queremos y Obama, escucha, estamos en la lucha, coreaban los integrantes al pasar por la Casa Blanca. Con ellos, al igual en todas las actividades, había aliados de organizaciones sociales y ONG, así como Oficiales de Seguridad Pública contra la Prohibición (agrupación de ex agentes de seguridad pública, jueces, fiscales y más que se oponen a las políticas antinarcóticos), de la Alianza Nacional de Comunidades Latinoamericanas y Caribeñas, de la Oficina en Washington de Asuntos Latinoamericanos, del Instituto para Estudios de la Policía, Cambio Global (que coordinó la caravana a escala nacional), Presente.org, algunos grupos locales como Casa Maryland y el Naacp de Washington (organización de derechos civiles afroestadunidenses), y Dolores Huerta, la cofundadora del UFW y quien está en contra del tráfico de armas.

A la vez, fue notable que la caravana no generó, como algunos organizadores esperaban, una presencia en los medios masivos de comunicación, ni tampoco la participación más amplia y numerosa de posibles aliados sociales de este lado de la frontera. Pero Javier Sicilia y otros recordaban que era un primer paso, un sembrar de semillas, para impulsar un nuevo movimiento binacional.

Andrew Selee, director del Instituto de México del Centro Woodrow Wilson comentó a La Jornada, después de un acto con integrantes de la caravana que la marcha puso una cara humana al sufrimiento en México que muchos estadunidenses vieron por primera vez y dio una dimensión personal al asunto del tráfico de armas para muchos aquí y la complicidad de Estados Unidos en la violencia al sur de la frontera, la cual casi siempre es sólo una estadística. Aunque consideró que la caravana tuvo un impacto marginal sobre los políticos aquí, sí tuvo un impacto grande en la sociedad estadunidense, y frecuentemente nos olvidamos en Washington que lo que más preocupa a los políticos es lo que opinan sus bases locales, eso es lo más importante que logró esta caravana.

Para Roberto Lovato, dirigente de Presente, esta iniciativa logró poner de cabeza la solidaridad tradicional, porque ahora junto con los mexicanos, latinos y afroestadunidenses estamos en la misma mesa binacional.