Sociedad y Justicia
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Si pierden la tierra se desarticula el tejido social y estarán condenados a desaparecer

Libra pueblo kumiai batalla por la supervivencia y la identidad

Parcelar, paso previo a la privatización, temen

Extraños ponen alambradas y letreros de propiedad privada

Derechos de vía de gasoducto de Sempra fueron pagados a invasores

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El pueblo kumiai enfrenta la codicia de invasores por la riqueza y amplitud de su territorioFoto Luz Rojas
Enviada
Periódico La Jornada
Domingo 9 de septiembre de 2012, p. 32

Juntas de Nejí, Tecate, BC, 8 de septiembre. En contraesquina del centralista corazón del poder en México, a 3 mil kilómetros del Distrito Federal, el pueblo kumiai asentado en Baja California libra la que podría ser su última batalla: la preservación de las últimas 3 mil hectáreas de lo que fue el vasto territorio de 19 mil 500 hectáreas que habitan desde hace miles de años, de las cuales mil 700 comparten con mestizos en un ejido.

Se calcula que actualmente quedan unos mil indígenas kumiais, de los cuales sólo unos 200 hablan todavía su lengua original, entre hombres, mujeres y niños oriundos de esta comunidad, de San José de la Zorra, de la Huerta y de San Antonio Necua, aunque por la falta de trabajo, escuelas e infraestructura básica muchos viven en el cercano Valle de las Palmas, en Tecate o en Ensenada y van los fines de semana y durante las fiestas a la comunidad.

Estamos pateando y mordiendo para que nuestras tierras no se parcelen con la entrada del Fondo de Apoyo para Núcleos Agrarios sin Regularizar (Fanar) –programa que sustituye al Procede y Procecom para la adjudicación individual de las parcelas del ejido o la comunidad–, porque ese es el paso previo a la privatización, señalaron, por separado, Ofelia, de la comunidad de La Huerta, y Fausto Díaz, de San José de la Zorra. Reconocieron que algunos ejidatarios están en favor de la parcelación, pero saben que si pierden la tierra se desarticulará el tejido social de las comunidades y puede desaparecer el pueblo kumiai.

Las tierras de Juntas de Nejí son montañosas, pedregosas, semidesérticas, con manchones de encinos, arbustos y plantas medicinales como la salvia. Sin electricidad ni agua corriente, cuentan con un par de manantiales, uno ahora seco y otro del que mana un precario chorrito del que sacan para beber y asearse.

En las tierras de San José de la Zorra, ubicadas en el Valle de Guadalupe, municipio de Ensenada –en la ruta del vino– se da la vid y pueden producir hortalizas y trigo, porque tienen agua, pero eso atrae la codicia de invasores que normalmente llegan con un papel del RAN (Registro Agrario Nacional), explicó Fausto.

En Nejí se efectuó, el pasado fin de semana, la sexta reunión del Congreso Nacional Indígena (CNI) del noroeste, que originalmente debía convocar a miembros de los pueblos yaqui y mayo, de Sonora; cucapás y o´odham y el pueblo anfitrión, de Baja California. Finalmente sólo estuvieron los kumiais, dos representantes del pueblo purépecha de Michoacán y una treintena de miembros de colectivos zapatistas adherentes a la otra campaña de Tijuana y Ensenada, así como chicanos y estadunidenses –de Los Ángeles y San Diego– solidarios con las causas indígenas y populares mexicanas.

Respecto a la ausencia de representantes de los otros pueblos indios del noroeste (a finales de julio integrantes del Ejército incursionaron en forma violenta en La Huerta), Yolanda Meza, anfitriona en Nejí, explicó: los yaquis nunca contestaron los mensajes, igual que los o´odham y los cucapás, cuyo gobernador murió hace un año y era el que movilizaba a la gente. Los mayos mandaron decir que no tenían dinero para trasladarse hasta acá, informó.

De hecho no es fácil llegar a las comunidades kumiai de este lado de la frontera (en el lado estadunidense hay nueve asentamientos kumeyaay que fueron arrinconados en las montañas por el Tratado de Santa Ysabel, de 1852, que les impuso el gobierno Estados Unidos, arrebatándoles buena parte de sus tierras).

Los caminos de terracería en el territorio kumiai han quedado en peores condiciones luego de la pasada temporada de lluvias, así que se requieren camionetas o vehículos todo terreno para visitarlos. Sin embargo, para la solidaridad no hay obstáculos y así llegaron mestizos y gringos, con los víveres que estuvieron acopiando para este encuentro en la Casa de la Cultura Obrera y en Ollin Calli, en Tijuana, y en los colectivos de Los Ángeles y San Diego.

Los que llegan sin mucho problema son los invasores que van tasajeando el territorio ancestral kumiai. Los letreros de propiedad privada y las alambradas que cortan sus caminos proliferan. De la noche a la mañana ya no tienen acceso a sus lugares sagrados, a sus panteones, a los ojos de agua en cuya orilla crecen los juncos, los que entretejen con ramas de sauce para crear bellos cestos que sirven para guardar semillas o vender a los turistas en Tijuana o Ensenada.

Ultimamente hemos logrado parar a algunos invasores, explicó Fausto Díaz Castillo, señalando que la comunidad se movilizó para exigir que el RAN dejara de darles papeles para ocupar tierras en su territorio. Sin embargo, la situación es muy complicada. Hay papeles de 1800, de 1870 y uno de 1875 que le reconoce la posesión de su territorio al indio José Manuel y su gente mientras el Estado decidía la situación en que iban a quedar los indígenas, pero no establece el número de hectáreas del mismo.

En los años 40 del siglo pasado, cuando empezaron a invadir los colonos en las rancherías, los abuelos amojonaron el territorio, 19 mil 500 hectáreas y empezaron a meterse escritos a las diferentes instancias del gobierno, mismos que no obtuvieron respuesta. Después se creó un ejido de gente mestiza, vecino de San José de la Zorra, que más tarde pidió una ampliación, justo sobre el poblado, y se los dieron rápido porque metieron a 29 personas kumiai.

Dicen muchos mayores que ellos no sabían que los iban a hacer ejidatarios, que nada más ellos pedían apoyo al ejido El Porvenir por un programa de gobierno que había, que no se lo querían dar a la reserva porque no tenía valor jurídico, y con esa idea empezaron a apoyar a San José jurídicamente y ellos metieron a los kumiai en su padrón de ejidatarios, era plan con maña, relatan Fausto y Aurelia Ojeda.

En 1999 el jefe que teníamos en la comunidad de nosotros optó por separarse de El Porvenir; se separaron de los mestizos y se formó el ejido San José de la Zorra. Hace unos meses lo acaban de concretar, son 29 ejidatarios y el resto de los kumiai son avecindados: en el momento en que ellos decidan nosotros tenemos que salir, explicaron.

Tanto Fausto como su madre, Eva Carrillo, fueron encarcelados y enjuiciados en 2007, acusados de despojo de tierras por un invasor. Salieron bajo fianza, estuvieron firmando un año y ahora no saben exactamente cuál es su situación jurídica. Curiosamente, menciona Fausto, a los pocos meses entró a territorio kumiai el gasoducto de la transnacional Sempra, que va de la planta regasificadora de Ensenada hacia Estados Unidos, sin conocimiento ni consentimiento de los indígenas. Incluso el derecho de vía se lo pagaron a los invasores, apuntó.

Ahora el pueblo kumiai está trabajando para armar un expediente agrario de reconocimiento y titulación de sus tierras. Vamos a analizar este régimen que queremos para que no perjudique en el futuro, que quede todo de uso común y que no se pueda vender nada, que las familias y generaciones que hoy nazcan tengan una herencia, un patrimonio, que no se venda el terreno, señalaron, subrayando que tienen un programa para rescatar su lengua, trabajando con las familias en las casas y con los jóvenes. A los jóvenes sí les interesa hablar la lengua, no les da vergüenza: al contrario les da orgullo ser indígenas, afirmaron.