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¿La Fiesta en Paz?

Sergio Flores o el complicado arte de honrar el traje de luces

D

esde su gloria, única posesión que su aturdida madre y los guardianes de las buenas costumbres no le pudieron quitar, Manolete sabrá esperar a que nos ocupemos de su fugaz, pero apoteósico paso por ruedos mexicanos, salvo por el funesto error administrativo de no haber actuado nunca en estas tierras con su gran rival en España, Carlos Arruza, al que al poco tiempo la afición haría pagar tan desatinado acuerdo entre los apoderados Camará y Andrés Gago.

El Monstruo de Córdoba, como apodó a Manuel Rodríguez el crítico Ricardo García K’Hito, estaría más que complacido con la actuación del joven tlaxcalteca Sergio Flores la tarde de su alternativa en la plaza de Bayona, Francia, el domingo pasado. Y es que no se trató de una tarde normal o de una alternativa más, sino del inicio triunfal –dos orejas de su primero y salida en hombros– de la prometedora etapa como matador de uno de los jóvenes mexicanos con más claridad de ideas no sólo delante de los toros, sino frente a su vocación, esa imperiosa voz interior que sólo algunos elegidos son capaces de escuchar.

Hoy como nunca, muchos se visten de torero, pero también como nunca, muy pocos saben honrar ese vestido, y no porque carezcan del mínimo de valor para ponerse delante de un toro, sino porque honrar el traje de luces tiene que ver más con un principio ético hoy prácticamente en desuso: el respeto, tanto a sí mismo como al toro, a la profesión y al público, que ha pagado por emocionarse, no por divertirse, ante la verdad de la tauromaquia, es decir, de un toro con edad, trapío y sus astas íntegras, capaz incluso de matar, y de un torero con cabeza, corazón y cojones para lidiarlo y someterlo con pundonor, no sólo con posturitas.

Este Sergio Flores –el hombre hace al nombre–, con una fuerza de raza incontenible, nacido en Apizaco el 17 abril de 1991, como el resto de sus compañeros con hambre de ser y de hacer, debió marchar a España casi en los inicios de su carrera novilleril, tanto para ponerse a buen resguardo de la mezquindad de los empresarios mexicanos que intentan desaparecerlos de escena, cuanto para aprender y evolucionar en el competido medio taurino español y medir ante sí mismos, ante toros, alternantes y públicos, la estatura de su carácter.

La tarde del 17 de julio del año pasado, en el coso de Las Ventas, Sergio, ensimismado y encastado templaba con la derecha a su segundo novillo-toro con cuatro años cumplidos, Regalao, del hierro de Javier Molina, cuando fue prendido, recibiendo en el suelo una cornada en el cuello de 15 centímetros hacia dentro que contusionó arteria carótida, traquea y venas yugulares, dos puntazos en los muslos de 15 y 5 centímetros y otros dos en los testículos y el pene. Pronóstico: grave.

A las pocas semanas reapareció ante difícil encierro en una plaza francesa, demostrando que a él ese y otros percances no lo iban a quitar de torero. Desde su debut en 2008 en la Plaza Nuevo Progreso, de Guadalajara, Sergio Flores acumuló como novillero 60 tardes en los principales ruedos de México, Colombia, Perú, España –varias faenas importantes en Las Ventas, donde le regatearon orejas– y Francia. Antes, a los 12 años de edad, porque el talento natural también se tiene que afianzar, El Jorongo, como afectuosamente le decían a Flores sus paisanos y compañeros en sus inicios, recibió en su natal Apizaco las primeras nociones sobre el toreo de parte del subalterno en retiro y maestro Jesús Villanueva.

Posteriormente Sergio ingresó a la escuela del Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino, donde continuó asimilando la teoría y participando en tientas. Por último, la gente de Tauromagia, institución que con inteligencia y eficacia dirige Julio Esponda, percibió sus cualidades, sobre todo su privilegiada intuición en la cara del toro, y lo llamó a formar parte de ese semillero.

La afición de México espera con sumo interés la presentación de este excepcional diestro tlaxcalteca, triunfador de todas las plazas, en carteles a la altura de su trayectoria, sentido ético y enorme potencial. Las empresas deberán ponerse las pilas. Toreros como Sergio Flores le urgen a la fiesta y el ánimo del país los necesita. Veremos y diremos.

Hoy hace el paseíllo en la Plaza México la fina novillera poblana Karla de los Ángeles, quien por inoportuno embarazo debió interrumpir su prometedora carrera.