Opinión
Ver día anteriorDomingo 9 de septiembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Crisis institucional
L

a lucha contra el terrorismo de Sendero Luminoso, una de las más cruentas de América Latina, dejó un saldo de 70 mil muertos en casi 12 años de conflicto. Además, dejó un enseñanza muy clara: ni la policía primero, ni los militares después lograron vencer a los llamados terrucos; fue la unidad de inteligencia la que finalmente logró capturar a Abimael Guzmán.

En Colombia los mayores éxitos que se pueden atribuir al gobierno en su lucha contra el narco y las FARC provienen de los servicios de inteligencia. Ir a la cabeza no soluciona el problema, pero sí es un golpe mucho más duro que capturar a decenas de narquillos. Lo mismo pasó en las guerras inútiles de Irak y Afganistán; fue el servicio de inteligencia el que acabó con Bin Laden.

En México llevamos cinco años y medio de guerra contra el narcotráfico y el saldo ya son 60 mil muertos. Ni la policía ni el Ejército han demostrado ser eficaces en esta lucha.

En seis años no se ha podido constituir una policía profesional y el Ejército se ha desgastado en pequeñas escaramuzas. Para colmo, no hay un servicio de inteligencia preparado y eficiente para enfrentar el reto. Los servicios de inteligencia que han dado algunos resultados, hasta el momento, son los de la DEA.

Pero el problema es mucho más grave, porque estamos sumidos en una verdadera crisis generalizada de las instituciones fundamentales del país. Y, si éstas no funcionan, no hay Peña Nieto, ni nuevo PRI, que puedan resolver el dilema.

Venga a colación un ejemplo cotidiano del cual fui el principal afectado, y que pone en evidencia una profunda crisis institucional. Hace unos años expedí un cheque de Banamex, para el pago de la suscripción a una revista. Como venía el sobre con la dirección impresa para mandar el cheque, lo deposité en esos buzones rojos que todavía están por las calles. A la semana siguiente me di cuenta de que el cheque de 300 pesos se había cobrado como si fueran 15 mil 300. Fui a reclamar y me dijeron que era un cheque con mi firma y que no había ninguna duda al respecto. Y que además los cheques de Banamex eran infalsificables.

Después de múltiples reclamos fui a la Comisión Nacional Bancaria y puse mi denuncia y exigí ver el cheque. Efectivamente, era el mismo cheque, con mi firma: le habían cambiado el nombre y habían puesto quince mil antes de la cifra escrita a mano y también habían alterado los números. El cheque tenía varias marcas, tachones y cambios de letra, que debían haber llamado la atención del cajero, pero no pasó nada.

El abogado de Banamex dijo que no se podía hacer una devolución y no aceptó mediación alguna de la Comisión Nacional Bancaria. Su respuesta fue contundente: que si quería reclamar fuera a los tribunales.

Consulté con un abogado y me dijo que por 15 mil pesos nadie se iba a meter a un juicio. De todos modos puse mi denuncia en la procuraduría, en una oficina atiborrada de papeles. Obviamente no pasó nada.

Como en este tiempo trabajaba para una comisión del IFE, pude hablar con un consejero y solicitar que me informaran sobre la credencial, para saber si era falsa. Pero la credencial era buena, y se negaron a darme la dirección u otra información.

El siguiente paso fue cancelar todas mis cuentas y tarjetas con Banamex y tragarme el coraje, que hasta ahora no he podido digerirlo del todo.

En resumen, el correo mexicano no funciona. Me informaron que son múltiples los robos de cheques y money orders que mandan los migrantes. El correo es sistemáticamente ordeñado por delincuentes enquistados en la institución, y seguramente protegidos por el sindicato. Y se supone que el correo es una institución vital para el país, que no sólo es ineficiente, sino que roba sistemáticamente y no hay ningún remedio.

Por su parte, Banamex y sus cheques infalsificables también son un fiasco. No pueden aceptar una evidencia palpable, reconocer un fraude, un error de su parte y proteger al cliente. La Comisión Nacional Bancaria tampoco sirve para nada, porque su labor es simplemente conciliadora y los abogados del banco saben cómo poner un ultimátum.

La procuraduría nunca resolvió nada, nunca me llegó una comunicación, la denuncia quedó traspapelada en montones de denuncias inútiles. A nadie le importa que falsifiquen un cheque. Es un problema menor.

Finalmente el IFE. Su credencial ha demostrado, en 2012, ser eficiente para votar, aunque tecnológicamente sea obsoleta. Pero no sirve realmente como credencial, como un documento nacional de identidad de cualquier país, que puede utilizar la policía y puede ser un argumento que se presente ante un juez.

La credencial del IFE sólo sirve para votar. El crimen organizado, que hace extorsiones todos los días, va con su credencial y con la mano en la cintura a cobrar a Electra y no pasa nada, ni puede pasar. El IFE no debe ni puede dar ninguna información, la policía no tiene facultad para buscar a una persona que delinquió utilizando esa credencial.

La cadena de ineficiencia institucional en el país es infinita. La impunidad campea por todos lados: en el correo, en los bancos, en las instituciones reguladoras de los bancos, en el sistema de justicia.

Al parecer tenemos una incapacidad casi genética de contar con un sistema de información eficiente sobre la población. La CURP nadie sabe para qué sirve, la cédula de identificación ciudadana duerme el sueño de justos inocentes en Baja California, y la credencial del IFE sólo sirve para votar, aunque digan lo contrario. A todo esto le pueden sumar que no existe en el país un registro nacional de automóviles; ni siquiera a los beodos que son llevados a El Torito se les puede cancelar la licencia, porque la base de datos no es operativa.

Con esta infraestructura institucional de información, ¿para qué queremos un servicio nacional de inteligencia?