Opinión
Ver día anteriorDomingo 9 de septiembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
A la mitad del foro

Desigualdad, poder y miedo

Foto
Los negocios en zonas como Iztapalapa permanecieron cerrados los días 5 y 6 de este mes ante la ola de rumores sobre actos violentosFoto Jesús Villaseca
E

l rumor se hizo grito. Ahí vienen, ahí vienen. Y las madres corrían con los hijos. Huían de las escuelas. El miedo se enseñoreó del alto valle metafísico de Alfonso Reyes. Ya hace tiempo que no era la región más transparente del aire. Polvos de aquellos lodos. De la desigualdad en el estallido demográfico. Del estallido social que por las más deleznables y productivas razones impera aquí y en toda la geografía nacional.

La izquierda no quiere verla. Jesús Zambrano es profeta del presente. El grito de La Llorona es himno nacional. Se fue al otro lado. Quiso asustar al millonario alcalde de Nueva York. Las mujeres mexicanas de la caravana manifestaron su dolor y dejaron Manhattan sin darse cuenta de que la derecha dejó de ser conservadora: Sé hizo moderna con el impulso de desmantelar y destruir las instituciones. Y la memoria misma de las políticas sociales, de las labores y obras del sector público. De la posesión de la tierra, los derechos obreros y la norma que ordena titular esos derechos. No los de los patrones. Borrar la identidad colectiva, disolver la seguridad social, las instituciones todas del estado de bienestar. La derecha tecnocrática y la confesional que coinciden en la fatalidad de la inequidad: primero crear riqueza y después distribuirla; los pobres estarán siempre con nosotros. Ignoran todo y Fox es su profeta.

En el oriente del valle de México, en Nezahualcóyotl y en Iztapalapa: el miedo. Los embriagados con la simultaneidad impune de las redes sociales demandan aclaraciones, la búsqueda de autores para esta tragedia esquiliana sin grandeza, sin sentido. Los dueños del poder y del dinero buscan al alivio de un régimen policiaco, no autoritario, pero totalitario en su desdén por los derechos individuales, los derechos humanos que van y vienen como eco de los gritos de La Llorona. Aquí no ha pasado nada. El miedo permanece. Marcelo Ebrard observa desde la tierra del signore Berlusconi. Y aconseja a López Obrador que se porte bien hoy domingo en su reencuentro con los fieles, en la reedición del acto de protesta en el Zócalo. ¿Adónde vas Andrés Manuel? Primero los pobres dijiste. Y los malhadados encuestadores dicen que la mayoría de los pobres votó por el PRI.

Y la indignación moral desde las alturas de la república amorosa tradujo esos votos en acto colectivo de masoquismo. Hoy, dicen, sabremos si Morena se convertirá en un partido político. Y el PRD, el partido integrado para que la izquierda permaneciera, es una agencia de colocaciones. Es la desesperanza, diría Cuauhtémoc Cárdenas. En la cumbre de Acapulco, donde la confusión y la fusión genéticas resolvieron que no se veía en el horizonte la explosión social; ahí, en el puerto de las ilusiones alemanistas, al que descapitalizó el inestable gobierno priísta de Manuel Añorve; en Guerrero, donde es gobernador Ángel Aguirre, de cepa priísta y sello perredista, anfitrión de la cumbre en Acapulco, el municipio más violento, con 107 homicidios calificados en agosto. Más que los padecidos en Ciudad Juárez, la frontera mártir, la tumba colectiva de mujeres y jóvenes.

Primero en tiempo, en peso, en la anticipación del unto de la expectativa. El primer informe de gobierno de Eruviel Ávila en Toluca, mientras cundía el miedo en los municipios conurbados al Distrito Federal. Recuento de logros. Y reencuentro en las alturas del poder de los desechados por el arribo alternante de la derecha confesional y la violencia desatada por el miedo al miedo, el desprecio a las labores de inteligencia, la imperdonable confusión entre seguridad pública y seguridad nacional. La elegancia en la tierra a la que volvió en mula Altamirano. Isidro Fabela sonreiría satisfecho. Podrían rescatarse los valores y principios de la política exterior mexicana. Por lo pronto, los ternos gris Oxford y las corbatas de seda roja. Y la cohabitación de la pluralidad de partidos a nombre de la evanescente unidad: magia menor como sucedánea de la Unidad Nacional.

Ahí, centro de atención y de atenciones, Enrique Peña Nieto. La resolución del tribunal es inatacable. La carga de los búfalos es incontenible. Unidad en las sonrisas. Y en la seriedad con la que Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno electo del Distrito Federal, estrechó la mano del presidente electo y desdeñó el cuestionamiento del periodismo declarativo: La norma dicta que Enrique Peña Nieto es presidente electo; y yo soy hombre de leyes. Más claro no lo dijo Garcilaso. Y por ahí una ovación en sordina por los candidatos ciudadanos, con disfraz o sin él, porque Mancera no militó en partido alguno. Y ahí mismo, Graco Ramírez reafirmó su compromiso con el mandato del pueblo de Morelos. Y Eruviel Ávila levitaba entre las fuerzas centrípetas.

Y a la capital, porque se anticipaba el carnaval de las guayaberas en Quintana Roo; ausente Luis Echeverría, pero omnipresente Carlos Salinas de Gortari. En el Distrito Federal, el PRD volvía a la inconcebible cumbre. Retrato de familia, o cuadro de la última cena con el mesías ausente y René Bejarano a la sombra, lejos de la lente indiscreta del ágora electrónica. En las primeras planas de los diarios, de izquierda a derecha, decían los cronistas de antaño. Auténtica profecía de la topografía partidista: Silvano Aureoles, michoacano, novel coordinador de la bancada en San Lázaro; Gabino Cué, gobernador de Oaxaca, converso, pacificador en vías de martirologio; Miguel Mancera, el de la norma, electo jefe de Gobierno del Distrito Federal: Graco Ramírez, quien nunca militó en el PRI, rara avis, como la zacatecana Amalia García: el resto de los gobernadores de la izquierda son brotes del viejo tronco tricolor.

Al centro, Jesús Zambrano, el meteorólogo de la tormenta social: Hay una sentencia inatacable del tribunal y (nosotros) somos respetuosos del estado de derecho. ...ya no somos los mismos, diría el poeta. Ángel Aguirre, sí. Arturo Núñez, gobernador electo de Tabasco, conocedor de la política y de lo electoral: en la urna no se puede distinguir un voto comprado de uno voluntariamente depositado. No habrá expedición punitiva. Y Alejandro Sánchez Camacho, Miguel Barbosa, coordinador senatorial. Dolores Padierna, Alejandro Encinas y Manuel Camacho Solís, trío de senadores; unidad en la diversidad. Adiós al conductor de almas, predicador del amor, de la moral y las virtudes individuales. Hoy domingo, misa solemne de la Morena en el Zócalo: Obrador no es sombra que pasa. Pero son muchos seis años más de travesía en el desierto.

En Chetumal, primer informe de Roberto Borge: la gratitud al Presidente por enviarle a la secretaria de Turismo; y la foto de familia del PRI que no se transformó en Solidaridad, que nunca dejó de ser, de estar. Volvió Carlos Salinas de Gortari. Y Pedro Joaquín Coldwell a su lado, como ayer, como siempre. Y Jorge Carlos Ramírez, puente para el cultivo yucateco en la segunda alternancia. Y los gobernadores Eruviel Ávila, del estado de México, César Duarte, de Chihuahua. Con Ivonne Ortega de Yucatán y Fernando Ortega de Campeche, como testimonio de que al sur del Bajío no hay ni rastros de panismo. De la izquierda: Guerrero, Morelos, Oaxaca. Lo demás es PRI.

Incluido Michoacán, donde Fausto Vallejo batalla con el fanatismo y la ignorancia, frente al desprecio de la derecha que se va, pero agita, atada al hilo conductor de Abad y Queipo a la Cristiada.

Tierra de Felipe Calderón, el que desde Vladivostok acuñó la sentencia para el mármol: Los pueblos, a menudo, a través de las elecciones pueden equivocarse.

Y queda el miedo.