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El violinista se presenta hoy en Bellas Artes con la OSN

Joshua Bell transmite en el país la magia de su Stradivarius

En los ensayos disfruté mucho; esta orquesta tiene un excelente espíritu y gran respeto por el trabajo, opinó el estadunidense

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Joshua Bell y el director Carlos Prieto, durante el ensayo con la OSNFoto Guillemo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Domingo 9 de septiembre de 2012, p. 4

Con su técnica y talento –más la magia que, reconoce, le transmite su Stradivarius de 1713–, el violinista estadunidense Joshua Bell visita de nuevo México para participar, como solista invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional, en dos conciertos y con un par de obras de Bruch y Ravel en apariencia contrastantes.

Se trata del Concierto no. 1 para violín y orquesta de Max Bruch, considerada una de las piezas más bellas del repertorio universal para ese instrumento, y de Tzigane, rapsodia para violín y orquesta, obra alegre y destellante salida de la inspiración gitana de Maurice Ravel.

“La pieza de Bruch es uno de los cinco conciertos más populares para el público, un favorito. Y terminar con Tzigane es como un bis o un encore en el que la orquesta y yo hacemos una especie de show”, comenta Bell en breve charla con la prensa luego de un agotador y detallista ensayo en la sala principal del Palacio de Bellas Artes, donde se presentaron la noche del viernes y deberán hacerlo el mediodía de hoy.

Joshua Bell, de 45 años, multipremiado, con varias grabaciones –entre las que destacan las de Tchaikovski y Beethoven– y considerado uno de los más virtuosos violinistas del mundo, confiesa de su Stradivarius de más de 3 millones de euros: Es un violín que tiene magia. Todos los violines, sobre todo si son Stradivarius, que son del siglo XVIII, tienen una personalidad que los hace tocar de manera distinta, tienen un sonido muy particular, y esa personalidad se transmite a la hora de interpretar.

Reinicio de temporada con Copland y Bernstein

En este reinicio de la temporada de conciertos 2012 de la OSN, dirigida por Carlos Miguel Prieto, el programa se complementa con Salón México, de Aaron Copland, y On the Waterfront, de Leonard Bernstein.

Salón México, comenta Prieto, la escribió Copland entre Tepoztlán y Estados Unidos, luego de una visita que hizo en 1932 a instancias de Carlos Chávez, quien lo llevó al antiguo Salón México, ubicado a unas cuadras de Bellas Artes.

A Copland le gustó mucho el espíritu del lugar, dice el director de orquesta, y agrega: Muy inocentemente puso en la partitura que no quiso hacer una imitación de la música mexicana, sino algo de lo que le inspiró esa experiencia. Esa obra la estrenó la OSN en 1936, aquí en México, con Chávez, el fundador de la orquesta.

Respecto de la inclusión de Bernstein en el programa, Prieto comenta que es porque sabe de la afición de Joshua Bell por este compositor. La suite, dice, es de una película que en México se llamó Nido de ratas, y para conectar Estados Unidos con nuestro país se le ocurrió Salón México. Es un programa bastante breve, ligero y accesible. Y me gusta reiniciar la temporada con algo alegre.

Joshua Bell, quien rechaza ser visto como rockstar, pese a que le gusta la música de figuras como Sting, con quien incluso ha tocado, comenta acerca del ensayo con la OSN: Lo disfruté mucho, siento que esta orquesta tiene un excelente espíritu y gran respeto por el trabajo. No es una orquesta que toque sólo porque sí, sino que colabora y le gusta afinar a fondo los detalles. La OSN tiene mucha personalidad y carácter. Estoy seguro que en los conciertos se entregará todavía más y subirá aún más el nivel.

Respecto de su nivel de excelencia, señala que un violinista o un músico no son como el queso o el vino, en los que se llega a un punto de perfecta madurez, sino que es todo un proceso de aprendizaje. Estoy en ese proceso, pero no necesariamente en algún momento especial. Sin embargo, si comparo con hace 25 años, cuando hice por primera vez el Bruch, no me gustaría oírlo ahora, comparte y sonríe.

Por otro lado, también agrega que no es difícil ser humilde ante la música, pues uno es el crítico más duro de uno mismo. Y explica: Siempre me percato de las cosas que podría hacer mejor. Sigo en un proceso de aprendizaje todos los días y no tengo duda de que hoy soy mejor que ayer y así será mañana. Por lo demás, la música no se trata de la perfección, sino de otra cosa. La gente va a los conciertos a ser movida por la música y para escuchar y ver cómo se tocan las obras.