Cultura
Ver día anteriorSábado 1º de septiembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

El sociólogo francés asistió al relanzamiento de Televisión Educativa de la SEP

Vivir el avance tecnológico en una era violenta, más que paradoja es un fracaso: Lipovetsky

Destacó los alcances de la conexión entre la televisión e Internet: Da la posibilidad de interactividad, entonces el espectador puede interrogar; aprendemos mejor cuando somos activos

Foto
Gilles Lipovetsky en los Estudios ChurubuscoFoto María Meléndrez Parada
 
Periódico La Jornada
Sábado 1º de septiembre de 2012, p. 4

Hay una contradicción entre el formidable desarrollo tecnológico y una realidad social que hasta podría observarse como arcaica, señala el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, quien agrega que la era tecnológica es el universo de la inteligencia pero, al mismo tiempo, hay países en los que no se invierte lo suficiente en esos recursos, por lo que están condenados a alejarse de esa inteligencia.

Autor de libros como La era del vacío; ensayo sobre el individualismo contemporáneo y El imperio de lo efímero; la moda y su destino en las sociedades modernas, Lipovetsky participó en el acto de relanzamiento de la programación y producción de Televisión Educativa, de la Secretaría de Educación Pública (SEP), realizado el jueves pasado en los Estudios Chrurubusco.

“Es posible –comenta en breve entrevista– que estemos asistiendo a una nueva era, a una era hipermoderna de la televisión educativa. La era moderna era la de la televisión, y la hipermoderna tiene que ver con esa televisión conectada y por Internet, que además contribuye con la interactividad en la formación de adultos y jóvenes, maestros y estudiantes.”

–¿Qué opina de la contradicción entre, por un lado, una buena tecnología y una buena política pública, y por otro, una realidad social que se resiste a cambiar, con problemas como pobreza o violencia?

–Comprendo la pregunta porque el mundo de la tecnología es el mundo del porvenir y el mundo de la violencia se antoja un mundo arcaico. Pero probablemente vaya a ver también una violencia hipermoderna. Sin duda sería demasiado optimista pensar que la violencia, la droga o la pobreza son arcaísmos, que es una visión arcaica y que la tecnología es el futuro. Sería pensar en una visión demasiado homogénea.

En la era moderna nos hicimos las mismas ilusiones y fracasamos. Pensamos que el progreso, que los ideales humanistas harían retroceder a la violencia y, sin embargo, tuvimos dos guerras mundiales, Hiroshima, la bomba atómica.

Respecto de la posible contradicción, abunda: “El analfabetismo, la falta de educación, eso es el arcaísmo. Pero eso no es una fatalidad. Es inadmisible que en ciertos países, incluso como Francia, haya todavía tasas de analfabetismo demasiado grandes. Quizá no haya que emplear una palabra como ‘contradicción’, sino hablar claramente de ‘fracaso’. En el caso del analfabetismo hay que hablar de un fracaso de las políticas escolares que no están logrando que los ciudadanos aprendan a leer y escribir, que es algo elemental.”

Aportes de la televisión

Antes, en una charla con el conductor de televisión Nicolás Alvarado, Lipovetsky comentó que hay algo de verdad en la idea generalizada entre los intelectuales de que la televisión arruina o quita altura a la cultura. Pero al mismo, dijo, hay que ver todo lo que el consumo y la televisión han aportado al mundo libre, ya que la televisión ha presentado a las sociedades universos diferentes. “Con el tamiz de las imágenes, de la información, la gente puede juzgar y comparar su propia existencia con la de los demás.

“Necesitamos tener una lectura más compleja de la televisión y ver que la seducción puede ser instrumento de una personalidad social más grande. Es decir, de consolidación de la era democrática, independientemente de los problemas específicos con que se tope la cultura. De eso es de lo que vamos a hablar cuando tratemos de televisión educativa.

En efecto, desde los años 70 la televisión ha hecho que recule la parte de la educación, que tenga menos importancia respecto del fenómeno del espectáculo. En la mayor parte de los países la televisión educativa es una porción muy pequeña de la televisión, casi marginal.

Sin embargo, dice Lipovetsky, ahora vivimos un gran momento, porque la televisión se conecta con Internet. Estamos en una nueva era de la televisión, en la que se verá transformada radicalmente la relación de la televisión con la educación y con el saber.

Argumenta el filósofo: La televisión conectada da a la gente la posibilidad de ser interactiva. Y eso redunda en una situación parecida a la de la escuela, en la que los jóvenes alumnos pueden hacer preguntas. Tenemos que crear esa televisión educativa que permita a los alumnos interrogar, cuestionar a quienes les aportan el conocimiento. Aprendemos mejor cuando somos activos. La idea es impedir que el espectador sea un mero receptor pasivo, sometido únicamente a un espectáculo.

También se refirió al rol de la televisión educativa con relación a los maestros. Creo que el porvenir está cifrado a un gran esfuerzo de formación de los maestros, docentes y profesores. Hay que ver a la televisión como algo que puede ayudar a los docentes. Tenemos ahora instrumentos formidables para que al interior de un país y más allá del país, se busquen las experiencias pedagógicas de éxito.

Puso como ejemplo de las nuevas utilidades de la televisión educativa la producción de mensajes para contrarrestar la desorientación de los padres ante la crianza de los hijos. Las tres funciones de la televisión, comentó, son entretener, educar e informar.

La noción de entretenimiento a imperado por sobre las otras dos. Pero eso no significa que la televisión no pueda cumplir con una misión educativa, sobre todo ahora reforzada por la presencia de las nuevas tecnologías de Internet, que dan lugar a una televisión conectada.

La televisión educativa, dijo, no tiene límites y puede dirigirse a niños, jóvenes, adultos y viejos, e incidir sobre todos los dominios de la vida. Se ocupa tanto del saber ser como del saber hacer, es decir, de cómo vivir la vida y cómo desarrollar las competencias para esa vida, resumió.

Por ejemplo, al ser un género emotivo, la telenovela puede incidir en el comportamiento de los jóvenes de manera muy eficaz. Quizá la televisión educativa tenga mayor éxito en ese sentido que la educación moral a la antigua, que no logró grandes resultados en el entorno escolar.