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Retoman en zona limítrofe con Sonora la producción de frutas, hortalizas y granos

Buscan en la sierra de Chihuahua alternativas al cultivo de enervantes

Construcción de pequeñas represas permite a varias comunidades aumentar cosechas de maíz y frijol y la cría de ganado

Sembrar mariguana, menos rentable y más riesgoso que antes: lugareños

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Campesinos de las barrancas de Batopilas y Morelos cosechan los primeros frutos de las huertos de aguacate con que el año pasado empezaron a sustituir las parcelas que dedicaban al cultivo de mariguanaFoto semanario Norawa
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 27 de agosto de 2012, p. 36

Las Chinacas, Chih., 25 de agosto. La mariguana ya no es negocio. A los jodidos ya no nos da ni para comer, comparado con el riesgo y los problemas que nos trae, sostuvo Gonzalo Montaño, campesino de la región limítrofe entre Chihuahua y Sonora.

Pobladores de las comunidades Las Chinacas, Milpillas, La Lobera y Tecorahui, donde viven unas 3 mil personas, empezaron hace un año a construir pequeñas presas para captar agua de lluvias a fin de recuperar la vocación agrícola de sus parcelas, con cultivos de maíz, frijol, calabacita, membrillo, durazno y pera, abandonados durante cuatro o cinco décadas para dedicarse a la siembra de enervantes.

Familias enteras cuyos hijos tienen ahora alrededor de 50 años han dependido de la siembra de mariguana. Hombres y mujeres jóvenes apenas recuerdan cómo era vivir de las huertas de frutales, de los que obtenían materia prima para elaborar ates, orejones (fruta deshidratada), mermeladas y almíbares.

Las tierras familiares de la zona habían dejado de cultivarse. Las mujeres sólo sembraban pequeñas milpas para los elotes de la temporada y un poco de frijol. Los hombres se iban a las cañadas y las faldas de los cerros más escabrosos para sembrar la chutama (mariguana, en rarámuri), que tenía buen precio, y permitió a muchos comprar camionetas, dejar las viejas chozas de adobe y techos de tablaetas para levantar casas de ladrillo y concreto, con celdas solares para obtener energía eléctrica y sistemas de radiocomunicación.

El nivel de vida mejoró algunos años con la siembra de mariguana, pero también llegaron la violencia, las ejecuciones de jóvenes y las presiones de los intermediarios entre los campesinos y las organizaciones que se dedican al trasiego de la droga.

Hace más de un año, un grupo de lugareños aceptó la propuesta de la Secretaría de Desarrollo Rural del Estado para participar en un programa de cultivo de hortalizas y frutas en zonas subtropicales de la sierra Tarahumara. Además de entregarles árboles e insumos y de brindarles asesoría, se planearon obras de infraestructura hidráulica tanto para el riego de huertos como para que abreve el ganado y se asegure el suministro para las familias.

Enfrentando la sequía

En la primera etapa se construyeron 70 presones con capacidad de entre 3 mil y 500 mil litros de agua. En esta temporada de lluvias, la gente ve con entusiasmo cómo sus presas derraman excedentes y en el estiaje pudieron recuperar aguajes que se secaban durante marzo, abril y mayo.

Alfonso Largara, campesino de La Lobera, muestra orgulloso su presa, que derrama agua por el desfogue. Este año logró sembrar maíz y frijol, y cuenta que en los días más difíciles de la sequía no tuvo problemas para dar de beber al ganado. Solitos llegaban.

Este año la gente sembró más maíz y frijol que en temporadas anteriores. Tiene la esperanza de levantar buenas cosechas y cuida sus pequeños huertos, que ya han empezado a dar frutos.

Los hombres ya planean presas más grandes a fin de extender sus sembradíos. En La Lobera localizaron un cañón para construir una presa de mampostería.

En las barrancas de Batopilas y Morelos la situación es similar. Aquí, junto a predios llenos de plantas de mariguana se han sembrado terrenos con aguacate, mangos o cítricos. Campesinos indígenas y mestizos desconocían estos cultivos, pues durante 50 años sólo habían visto cosechas de mariguana y amapola.

Durante una gira por la sierra de Chihuahua, la semana pasada, al gobernador César Duarte Jáquez le tocó probar los primeros aguacates criollos que sembraron el año pasado indígenas de las barrancas, e insistió en que los tres niveles de gobierno pueden impulsaruna verdadera transformación en las zonas productoras de enervantes si logran que la población retome los cultivos lícitos.

“A la gente serrana le queda claro que el narcocultivo no es una alternativa de vida. No justifico las actividades ilícitas, pero el rezago, la marginación y la falta de infraestructura y oportunidades de trabajo son el mejor caldo de cultivo para que se dé el delito”.

Admitió que transformar la base de la narcoeconomía en la sierra de Chihuahua, vinculada con el triángulo dorado (Sinaloa, Durango y Chihuahua) es una labor titánica, pero con infraestructura se puede avanzar. No digo que esté resuelto o lo podamos lograr en corto plazo, pero tenemos muy claro que la fruticultura puede ser una alternativa digna.

Los climas en las barrancas permiten actividades rentables y legales. Las actividades ilícitas le han costado muy caras a la región; se han traducido en violencia y muerte, agregó.

Lo que da la mota ya no alcanza

Rafael Hernández, campesino de la barranca de Batopilas, dedicó 45 de sus 60 años de vida a la siembra de drogas. Ahora dice estar convencido de regresar a los tiempos de antes. Muchos que nos dedicamos a la siembra de mota estamos buscando otro quehacer. Algunos se van de gambusinos a los ríos y minas viejas para buscar pepitas de oro, o a sembrar maíz, frijol y chile piquín en las laderas abandonadas, porque ahora sí está llegando el hambre. Lo que la mota da no alcanza para comprar comida.