Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Minorías en Siria: peligrosa neutralidad
A

hora, en medio del tormento de Alepo, recordemos a las minorías: los palestinos de Siria, más de medio millón, y los 1.5 millones de cristianos –el mayor número vive en Alepo– que son ciudadanos sirios y ahora están sentados al borde de un volcán.

Ni unos ni otros desean colaborar con el régimen de Bashar Assad, pero cuando uno permanece neutral acaba sin ningún amigo. Vender una hogaza de pan a un nazi en la Francia ocupada no era convertirse en colaboracionista, pero hacerlo equivalía, para usar una vieja expresión alemana, a ayudarle a empujar la rueda. No, Bashar Assad no es Hitler, pero Dios salve a los palestinos y cristianos de Siria en estas horas terribles.

Hay lecciones por aprender. Los 500 mil refugiados palestinos en Líbano combatieron del lado de la izquierda musulmana en la guerra civil de 1975-90; su recompensa fue el odio, el asesinato en masa y el aprisionamiento en las chozas de su propio campamento. Refugiados palestinos en Kuwait apoyaron la invasión de Saddam Hussein en 1990; cientos de miles fueron desterrados a Jordania en 1991. Palestinos que vivían en Irak desde 1948 fueron masacrados o expulsados del país por la resistencia iraquí luego de la invasión estadunidense de 2003.

Así pues, la neutralidad en Siria es la única esperanza de salvación para los palestinos ahora que han quedado atrapados en una nueva guerra civil. Sin embargo, sus campamentos reciben la visita regular del Ejército Sirio Libre. Luchen con nosotros, les dicen. Y los muhabarrat del gobierno sirio infestan los mismos campamentos. Luchen con nosotros, les dicen. Por desgracia, dos unidades militares palestinas, Saiqa –una de las milicias más venales luego de la invasión militar siria en Líbano, en 1976– y el Ejército Palestino de Liberación, están bajo control directo del régimen. Hace dos meses, 17 de los soldados del EPL, entrenados en Siria, fueron asesinados. Y luego otros 17 fueron muertos en Damasco.

Algunos dicen que el ESL los mató para advertir que no ayuden al régimen, me comenta un activista del Frente Democrático para la Liberación de Palestina. Otros aseguran que el régimen los asesinó para que advertir que no colaboren con el ESL. Lo único que podemos hacer es aferrarnos a nuestra neutralidad. Y hay que recordar que algunos palestinos de los campamentos sirios son de por sí muhabarrat de inteligencia del gobierno sirio. El propio comando general del Frente Popular para la Liberación de Palestina ha dicho que combatiría por el régimen.

La mayoría de los palestinos en Siria son musulmanes sunitas, como la mayor parte de la población local y de la resistencia.

Los ciudadanos cristianos de Siria no son mayoría en ninguna fuerza opositora a Assad. La estabilidad de Assad –ahora tambaleante, sin duda– es preferible a los desconocidos terrores del régimen que podría sucederlo. Existen 47 iglesias y catedrales tan sólo en la región de Alepo; los cristianos creen que entre los rebeldes combaten salafistas, y tienen razón.

También para ellos hay lecciones. Cuando aquel famoso cristiano nacido de nuevo llamado George W. Bush envió sus legiones a Irak, en 2003, la salvaje secuela de la invasión hizo pedazos una de las más antiguas comunidades cristianas de Medio Oriente: los cristianos iraquíes. El papa copto cristiano Shenouda de Egipto apoyó a su protector Mubarak hasta apenas dos días antes de su caída; los musulmanes cristianos egipcios se acuerdan de eso. Así pues, ¿qué pueden hacer los cristianos de Siria?

Cuando, al principio del levantamiento en Siria, el patriarca maronita de Líbano, el nada inspirador Bechara Rai, dijo que había que dar más tiempo a Bashar, enfureció a los musulmanes sunitas de su país.

Pero al observar la televisión siria es fácil estremecerse. La semana pasada tocó el turno al obispo maronita de Damasco dirigirse a los sirios. ¿Sus primeras palabras? Quería agradecer a la televisión estatal siria la oportunidad de hablar. Dijo lo mucho que los cristianos respetan el Ramadán, cómo la fe de los musulmanes en ese mes sagrado ayuda a los cristianos a revigorizar sus propias creencias, afirmación perfectamente razonable, aunque formulada en momentos en que la mayor parte de la grey del buen obispo siente pavor de esos mismos musulmanes.

Y luego vino la parte terrible. Al final de su sermón, el obispo dio su bendición a todos los civiles, oficiales y soldados de Siria. Se refería, desde luego, a los oficiales de Bashar. Y a los soldados del régimen. Supongo que podríamos recordar el viejo consejo cristiano de dar al césar lo que es del césar y a Dios lo que es Dios. Otro recordatorio: Bashar no es el césar.

Pero un escritor cristiano libanés lo entendió bien cuando sugirió que tal vez los cristianos de Siria siguen la recomendación de San Pablo (1 Timoteo 2:1): Exhorto ante todo a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que tienen autoridad, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. ¿Y quién, si no Bashar, tiene por ahora la autoridad en Siria?

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya