Opinión
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Jugando a las guerritas
¿S

e acuerdan de la época en que Oliver Stone era un director relevante? Gustara o no, su cine era punto de discusión en los niveles más exigentes de la cinefilia, y películas como Pelotón (1986), JFK (1991) o Asesinos por naturaleza (1994) eran tanto objetos de admiración como de desprecio. Pero de un tiempo para acá, por mucho que el cineasta ha intentado mantenerse al corriente de los temas de actualidad, la indiferencia con que fueron recibidos los resultados –World Trade Center, (2006) W. (2008) y la secuela de Wall Street (2010)– evidenciaron su pérdida del pulso de los tiempos.

Ahora con su más reciente Salvajes, Stone intenta presentar su tosca visión del conflictivo intercambio de drogas entre México y Estados Unidos, tema urgente si los hay. La acción gira en torno a un triángulo amoroso californiano formado por Ofelia, apodada O. (Blake Lively), babosa niña rica enamorada del endurecido veterano de guerra Chon (Taylor Kitsch) y, al mismo tiempo, del pacifista Ben (Aaron Johnson), un neojipi botánico que ha logrado destilar las cepas más puras y poderosas de mota. Opuestos en carácter, el par de jóvenes forman un perfecto ying y yang para hacer un próspero negocio de venta y exportación al mayoreo, sin necesidad de recurrir –salvo en ocasiones– a la violencia.

Ese paraíso se echa a perder cuando representantes del temible cártel mexicano de la Reina Elena (Salma Hayek, con peluca de Cleopatra) le ofrecen a Chon y Ben una asociación que, en teoría, no podrían rechazar. Cuando el trío de gringos decide escapar a Indonesia, Lado (Benicio del Toro), el desalmado lugarteniente de Elena, entra en acción secuestrando a O. y transportándola a Tijuana. Ben y Chon deciden contratacar con la ayuda de un corrupto agente federal (John Travolta, sin peluquín).

Sin que nos dejemos llevar por el nacionalismo, digamos que en ese enfrentamiento entre los supuestos héroes –unos gringos desabridos, carentes de personalidad– y los pintorescos villanos, uno no titubea en tomar partido por los paisanos. Por una vez, a Hayek se le ha dado un papel a la medida de su usual sobreactuación. En plan de diva perrísima no sólo está convincente, sino muy divertida. Por su parte, el puertorriqueño Del Toro interpreta a un villano como de espagueti western: greñudo, con los pelos parados, sádico de un modo socarrón y hablando inglés con acento de Speedy González. (El mejor gag es que el cártel manda sus amenazadores e-mails, anunciándolos con el tema de El chavo del 8).

Stone dirige como si quisiera dar la impresión de mantenerse joven, con ocasionales cambios de textura de imagen, colores saturados y una banda sonora llena de canciones. La energía ya no es la misma. No obstante su falta de sutileza –una categoría nunca asociada al cine de Stone–, Salvajes nunca alcanza la sordidez y el exceso febril que Brian de Palma le imprimió a Caracortada (1983) que, recordarán, fue escrita por el propio Stone.

Aunque el cineasta ha hecho profesión de fe al hablar de las virtudes de la mariguana, en uno de los dos finales de la cinta plantea una especie de triunfo de las fuerzas del bien. Ridícula en cualquiera de sus conclusiones, Salvajes se plantea, más bien, como el triunfo del cinismo de Stone que se contenta con concluir frívolamente que el conflicto se explica, porque ambos lados de la frontera están habitados por gente de lo más incivilizada.

Salvajes (Savages). D: Oliver Stone/ G: Shane Salerno, Don Winslow, Oliver Stone, basado en la novela homónima de Don Winslow/ F. en C: Dan Mindel/ M: Adam Peters, canciones varias/ Ed: Joe Hutshing, Stuart Levy, Alex Márquez/ Con: Blake Lively, Taylor Kitsch, Aaron Johnson, Benicio del Toro, Salma Hayek, Demián Bichir/ P: Ixtlan, Onda Entertainment, Relativity Media. EU. 2012.

[email protected] y Twitter: @walyder