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Las cuatro décadas de La Morsa
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Periódico La Jornada
Sábado 7 de julio de 2012, p. a16

Diez, veinte, treinta... ¡cuarenta! Han pasado ya cuatro décadas. Pasumecha.

Para conmemorar el cuadragésimo aniversario de su segundo disco solista, el septuagenario señor Paul McCartney (sir Pol, le dicen algunos; Pol! Pol! Pol! Pol! Pol!, corean las masas) lanza una edición especial, en siete versiones distintas, del disco RAM, que incluyen una de cuatro cidís y un devedé, pero nosotros nos conformamos con la Special Edition: dos cidís, el primero con el material original, por supuesto remasterizado, y otro más con 33 minutos y 6 segundos de material hasta ahora inédito, o bien versiones poco conocidas de campanazos del tipo Another Day.

Escucharlo es un viaje en la máquina del tiempo: 1971, cuando los mozalbetes usábamos el cabello largo y las muchachas vestiditos cortos.

RAM es el segundo disco del gran Macca luego del truene de The Beatles (De Bírels, pronuncian unos; De Bírols, los muy acá; Los Bíceps, los fisiculturistas y Los Bítles, los de acá, del lado moridor).

Curioso: como los trancazos estaban de a peso entre los Four Fab, todos querían hallar consuelo frente al luto de ver perdido un referente: The Beatles is history, dream is over, ya nos cargó el payaso, y entonces buscaban culpables: que la bruja Yoko (mi maestro, don Nikito Nipongo mejor propuso a la Bruja Lisco y a su inseparable amigo, el niño Trinito Tolueno y su Tololoche), que la bruja Linda (Eastman, envuelta en la leyenda del imperio Eastman Kodak), que el culpable fue John porque Paul es la Morsa, que a Ringo le apestan las patas, que a Yorchito (Harrison) lo bolsearon. Total, que la crítica musical se lanzó a mordiscos contra RAM (Cordero) y de música muzak no lo bajaron, concepto que por supuesto Juanito Lennon dejó enmarcado en una canción por tal motivo clásica: How do you sleep? Y luego en otra rola ácida: Crippled inside, con una postal donde Juanito Lennon sostiene a un cerdo por las orejas, en evidente parodia a Pablo Mac, quien tiene en su portada a un borrego (RAM) al que sostiene también por las orejas.

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Con el paso del tiempo y los ánimos calmados, cae por su propio peso el talento de Paul McCartney, capaz de elaborar los discos y rolas más sosas y cursis que por igual grandes obras, o bien grandes versos como los que contiene su disco RAM: So I sat in the attic/ a piano up my nose/ and the wind played a dreadful cantata.

Este disco, el único que firmó como Paul and Linda McCartney a pesar de que la colaboración duró muchos años, incluida la primera visita a México, por allá en el lejano Año Uno Caña (1994). De su track listing, la mayoría identifica la cursilona Uncle Albert/ Almiral Halsey, mientras otros optamos por la férrea Monkberry Moon Delight (los versos arriba citados abren esta pieza) y la hermosa Long Haired Lady. He aquí entonces al gran Big Mac sin John Lennin: un músico que en sus 40 años post-Beatle le ha entrado a todo: desde tocar todos los instrumentos en su inaugural McCartney (1970) hasta escribir las canciones más increíblemente sosas y edulcoradas, por igual que las más inspiradas y bellamente estructuradas –con las que hizo llorar de felicidad a más de 200 mil personas recientemente en el Zócalo– inclusive escribió ópera, música sinfónico-coral y toda clase de ocurrencias y lujos, como su disco más reciente: Kisses on the Bottom (el pitorreo respecto del doble sentido, involuntario claro está, del título corretea a sir Paul), álbum lleno de mermelada, merengue, azúcar glass y otras dulzuras; a pesar de la colaboración del mismísimo Dios, es decir Eric Clapton y de la rubia Diana Krall, da penita ajena este álbum flamante, en contraste con muchos de entre el titipuchal de discos que ha grabado el Gran Macca.

¡Pol! ¡Pol! ¡Pol! ¡Pol! ¡Pol! ¡Pol! ¡Pol! ¡Pol! ¿Pol! ¡Pol! ¡Pol!

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