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Bajo la Lupa

Egipto: junta militar y Hermandad Musulmana, entre los modelos de Pakistán y Turquía

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El nuevo presidente egipcio, Mohamed Mursi (derecha), estrecha la mano de Farouk Sultan, jefe de la comisión electoral, después de la ceremonia de toma de posesión ayer en El CairoFoto Reuters
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a entrega anterior enuncié el modelo paquistaní como precario equilibrio de transición entre la junta militar y Mohamed Mursi, de la omnipotente cofradía de la Hermandad Musulmana y primer presidente civil en 7 mil años en tierras faraónicas (ver Bajo la Lupa, 27/6/12).

Stratfor (27/6/12) –centro texano-israelí expuesto por Anonymous en sus desinformaciones flagrantes y sus vínculos globales/mexicanos de proclividad sionista (ver Bajo la Lupa, 28/12/11)– sugiere que el modelo paquistaní beneficia a la junta militar, mientras el modelo turco favorece a la Hermandad Musulmana.

Pese al obsceno sesgo de Stratfor, vale la pena evaluar lo que ha sido planteado por los circuitos militares de Estados Unidos y sus repetidores círculos satelitales sobre el modelo turco para implementar en Egipto, cuando las recientes historias de Turquía y Egipto sólo tienen en común que son bañadas por el mar Mediterráneo y una adherencia muy sui generis al Islam.

El modelo turco ha evolucionado durante un siglo desde un militarismo laico hasta el reciente control del poder por civiles –con el corolario de juicios públicos contra algunos nostálgicos militares golpistas–, más proclives a un Islam que los exégetas occidentaloides denominan moderado (whatever that means) porque suple los intereses de la OTAN debido a su pertenencia como única entidad musulmana en su seno.

El llamado simplonamente modelo turco se instaló a la caída del imperio otomano con el intento de un renacimiento militar mediante la expresión de corte laico de Mustafa Kemal con el fin de anclar a Turquía a la modernidad occidental (sus vencedores bélicos), más allá de las dos guerras mundiales, y donde el ejército jugó el papel de único guardián.

El omnímodo poder militar en Egipto no ha variado; al contrario, se ha acentuado. Su única variable, de enorme ponderación, es el despertar islámico en torno de las pirámides milenarias de Gizeh como nuevo paradigma y dogma en el mundo árabe con mínimos rasgos de laicismo, a diferencia notable con Turquía, pese al relativo retroceso laico frente al reciente ascenso del Islam moderado del primer ministro Recep Erdogan y su Partido Justicia y Desarrollo (AKP).

Stratfor juzga que la Hermanda Musulmana tratará de consolidar su poder en la rama ejecutiva del gobierno antes de construir gradualmente su influencia en las otras ramas, en similitud a la táctica del AKP en Turquía, mientras crecía en estatura.

Estatura tiene la Hermandad Musulmana desde hace casi 85 años que le han impedido traducir en poder institucional las circunstancias geopolíticas del Medio Oriente y cuyo momento estelar, conveniente a la nueva agenda redireccionada de Estados Unidos, parece haber llegado después de su larga hibernación religiosa.

A juicio de Stratfor, la junta militar egipcia está consciente de cómo el ascenso de AKP en Turquía erosionó el poder militar turco, y usará un modelo más cercano al de Pakistán con el fin de mantener a las fuerzas civiles débiles, divididas y en querrellas internas.

Fuera del común denominador de su pertenencia al poderoso rito sunita, ¿qué tan parecidos son el AKP turco con la Hermandad Musulmana egipcia, cuando se ignora aun el rumbo formal de la agenda geopolítica de esta última?

Por el momento se despliega el poder casi absoluto de la junta militar, la que mediante un decreto perentorio limitó severamente los poderes del presidente electo Mohamed Mursi, hasta la formulación de una nueva Constitución, donde la junta goza poder de veto.

La junta militar decide la declaración de guerra y no el presidente, quien parece reinar más que gobernar, si es que no sucumbe en el intermezzo a la irrelevancia operativa.

La junta se ha arrogado la prerrogativa de nombrar al ministro de Defensa, que sería al mismo tiempo el comandante en jefe de las fuerzas armadas. En esta fase, la junta militar no reparte ni comparte su poder adquirido desde el golpe de Estado en 1952 del general Muhammad Naguib.

El problema yace en que tampoco la Hermandad Musulmana puede ser percibida por una opinión pública tan contestataria como un vulgar instrumento de la junta militar, lo cual le costó enorme descrédito al flamante Parlamento (depuesto por la junta días previos a la elección presidencial), dominado por la dupla de la Hermandad Musulmana y los salafistas integristas.

Los partidos islamistas sufrieron casi un siglo el ostracismo del poder militar kemalista en Turquía, y Stratfor juzga que AKP obtuvo la supremacía sobre los militares gracias a su habilidad de mejorar las condiciones económicas después de la crisis financiera de 2001, al crear una nueva elite empresarial y en seguridad interna. Este enfoque financierista es muy discutible y no toma en cuenta la modernización del ejército, que catalizó su despegue industrial.

Stratfor reconoce que el Islam egipcio es mucho más conservador que su similar turco, cuando el laicismo no ha tenido cabida en las masas egipcias. Nada nuevo.

El analista Fyodor Lukyanov (Ria Novosti, 28/6/12) considera que las “condiciones que llevaron a la Primavera Árabe son fundamentalmente diferentes de las reformas de Kemal Ataturk” y cuyo proyecto, un nacionalismo laico de corte occidental, fue lanzado después de la derrota del imperio otomano.

Durante 37 años, de 1960 a 1997, los militares turcos propinaron cuatro golpes de Estado para impedir el advenimiento civil/islámico al poder, lo cual se concretó hasta 2002 con Recep Erdogan, pero en circunstancias globales distintas.

Fyodor Lukyanov alaba la evolución de los militares turcos, quienes permitieron la transición suave a la democracia durante varias décadas, lo cual no será sencillo de emular en Egipto o en otro país árabe, ya que los militares egipcios no creen que el país disponga del lujo de una transformación evolutiva cuando la energía de la renovación social está asociada con los islamistas, quienes son los únicos capaces de ofrecer una nueva visión, aunque vaga, del futuro. Por cierto, hasta ahora la Hermandad Musulmana no ha negado su proyecto de califato panárabe.

Fyodor Lukyanov aduce que los militares egipcios han decidido actuar como reguladores (sic) socio-políticos y concluye que la “principal tarea de todos los países de la Primavera Árabe consiste en crear gobiernos estables (sic) y efectivos (sic)”, cuando ha quedado atrás el mito, promovido por los neoconservadores straussianos, de que con sólo derrocar a los dictadores e introducir la democracia se resuelven los problemas. ¿Cuándo la democracia sola ha resuelto los poblemas?

Joshua Stacher (Ordenar el caos egipcio, MER, 29/6/12) arguye que los militares egipcios son más poderosos política y económicamente que en cualquier otro tiempo desde los días de Nasser, a grado tal que las comparaciones con el omnipotente ejército paquistaní no están fuera de lugar.

La junta militar desea el modelo paquistaní, mientras la Hermandad Musulmana anhela el modelo turco, con sus matices y sutilezas idiosincráticas.

El corto plazo favorece la eclosión del modelo paquistaní y deja en el tintero el espectacular acercamiento, todavía en la fase subrepticia y embrionaria, entre la sunita Hermandad Musulmana y la teocracia chiíta iraní mediante la bisagra de Hamas en Gaza.

http://alfredojalife.com@AlfredoJalife