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Escribo para crear dentro de esos universos algo más intenso”, expresa en entrevista

Para Bellatin, la realidad no tiene mucha vida, sabor ni sentido

También busco establecer una complicidad con un lector al cual le exijo mucho, como si fuera un coautor, refiere el autor de El libro uruguayo de los muertos, su obra más reciente

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“El libro uruguayo de los muertos es para mí una larga carta escrita a la nada”, explica el también autor de DisecadoFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Domingo 1º de julio de 2012, p. 2

La realidad no tiene mucha vida, en cambio en la ficción se vive la verdadera realidad, aunque trate de algo terrible, dice el poeta y narrador Mario Bellatin en entrevista sobre su reciente obra: El libro uruguayo de los muertos (Sexto Piso).

Se trata de una novela en la que aparecen personas como el escritor Sergio Pitol o incluso el propio Mario Bellatin, pero que en realidad son personajes de dicha ficción, escrita a manera de una larga carta.

Autor de Disecado y con textos recientes sobre su trabajo como La variable Bellatin. Navegador de lectura de una obra excéntrica (Universidad Veracruzana), compilado por Julio Ortega y Lourdes Dávila, este escritor cuenta también con proyectos editoriales como Los Cien Mil Libros de Bellatin.

–¿El libro uruguayo de los muertos es una novela, una carta-novela, una narración epistolar?

–Hace ya muchos años que he tratado de apartar mis libros de un texto definido. Cuando empezaba a escribir las discusiones eran si un texto era novela o cuento. Tendía a considerarse que una novela era mejor que un cuento o que había una escala de valores entre un género y otro. Al final es una estupidez discutir eso. No importan los géneros. Hace tiempo decidí que son simplemente ‘textos’.

“Cada texto tiene un valor en sí mismo. En aquella época yo hacía la pregunta: ‘bueno, ¿te gustó o no te gustó; es bueno o no?’; eso es lo importante. El libro uruguayo de los muertos es un texto en el cual cabe lo que cada quien como lector puede darle, como una novela epistolar o una larga carta. Para mí es una larga carta escrita a la nada. Claro, hay un destinatario que, en un momento dado, se convierte en varios y se difumina.”

Literatura como reflejo

–En apariencia narra la realidad que vive, y en ese sentido se crea una segunda realidad, como un espejo, pero en el fondo se trataría de una tercera realidad, ésta estrictamente literaria. ¿Sería así?

–Creo que esa es la clave. Por muchos años en Latinoamérica se ha tomado la literatura como vehículo de otras disciplinas. La importancia de un libro radicaba –o radica– en la realidad que está mostrando, como un reflejo. El abuso de ese recurso o de esa forma de entender la literatura, tanto por lectores como por autores, ha hecho que se desgaste. Es ahí donde entra el famoso compromiso del autor frente a su realidad. Se esperaría que un autor denuncie o refleje la realidad inmediata, coyuntural, como una postura política o social.

“Yo trato de incidir en esta realidad, pero de manera no obvia. Al ser así creo que se incide de manera más profunda que como lo hacen las formas tradicionales de entender la literatura. Y al mismo se le da un valor a lo literario en sí mismo. Es decir, que el ejercicio literario, la estructura que voy planteando, sea lo más fiel posible a su propia propuesta, no a otra instancia, que sería la realidad en este caso.

“Por eso, cuando planteas lo de una tercera realidad, es precisamente la realidad de lo literario, la realidad que hace que sea fiel a la propia propuesta que en la obra planteo. Dentro de esa fidelidad y de esa realidad se incluyen todas esas otras realidades, pero no como fin sino como parte del proceso, como instrumento. Por ejemplo, cuando aparecen Sergio Pitol o Margo Glantz, un supuesto yo o un suceso determinado.

No son ellos, ellos son instrumentos para lograr una obra que sea lo más literaria posible, que responda a sí misma antes que al resto. Pero lo otro tampoco queda anulado, al contrario. Creo que incido de manera mucho más profunda de lo que podría hacerlo si me remitiera sólo a reflejar o contar las cosas de la vida cotidiana.

–¿Con eso busca un avance en la corriente de la tradición literaria, un aporte particular a la historia de la literatura?

–Más que avance busco movimiento, porque el arte avanza, retrocede o algo, pero no se queda estático. Si repetimos las maneras como creemos que deben hacerse las cosas, se produce un espacio estático, repetitivo, aburrido, que llega a no decir nada. Es un movimiento circular que puede retroceder. No es mejor una obra del siglo XXI que otra del siglo XIII.

Me interesa que mis libros cuestionen, pregunten, establezcan movimiento dentro de lo que significa el hecho literario, la escritura en sí misma. Me interesa más la escritura que lo que se va contando. Mucha gente piensa que lo importante es el contenido, la anécdota, los personajes, y no la escritura, la cual contiene todos esos elementos en uno y no se puede separar. Pretendo que todos mis libros sean uno solo y que me reconozcan una voz única, personal, que no haya otro autor que diga lo que estoy diciendo, de la manera como la estoy diciendo.

–En el libro el personaje Mario Bellatin plantea que no quiere vivir ni escribir, sino ser, precisamente, un personaje. ¿Es mejor ser personaje que persona? ¿En la realidad literaria todo es armonioso, mientras la realidad real tiende más a lo común?

–Para mí, la realidad no tiene mucha vida. La realidad tal cual se me hace sin color, sin mucho sabor ni sentido. En cambio me parece que en la ficción se vive la verdadera realidad, incluso en ficciones que pueden aparecer como terribles. Tal vez escribo para crear esos universos que son imposibles, pero que de alguna manera sí se contraponen con esta vida cotidiana que me da poquísimas satisfacciones y que veo deslavada, deslucida, ajada.

“No quiero decir que odio vivir y que me voy a suicidar, ni siquiera da para eso. No es una actitud existencialista, del absurdo o del horror, tampoco me lleva a repudiarla de manera activa. Ahí está y tendré que vivirla. Por eso escribo, para crear dentro de esos universos algo que para mí es mucho más intenso.

“También escribo para establecer una especie de complicidad con un lector al cual le exijo mucho, como si fuera un coautor.

Así como cuando yo escribo me convierto en un lector de esa realidad que siento mucho más intensa que la cotidiana, también quiero lograr que cada lector cree su propia realidad en el libro, que lo reinvente.