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Más de 50 mil jóvenes acudieron al segundo concierto del movimiento #YoSoy132

Rock, brincos, malabares y llamados a la paz en el Zócalo

Botellita de Jerez, Los Músicos de José, Los Estrambóticos, Los Malditos Cocodrilos, Los de Abajo y Panteón Rococó ofrecieron su música

Con latas de aluminio escribieron libertad

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Armando Vega-Gil y Alfonso Arau, de Botellita de Jerez, en plena actuación.Foto José Carlo González
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La energía también se expresó con el lanzamiento de jóvenes al aireFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de junio de 2012, p. 8

El movimiento #YoSoy132 tiene un mañana. Y así lo demostró la convocatoria de ayer en el Zócalo, donde se realizó el segundo concierto que congregó a más de 50 mil personas, quienes disfrutaron a Botellita de Jerez, Los Músicos de José, Los Malditos cocodrilos, Los Estrambóticos, Los de Abajo y Panteón Rococó.

Hacia las 16 horas, Botellita de Jerez adelantó su actuación para dar fluidez al concierto. Comenzaron con el tradicional Guacarock, que provoca brincos y más brincos en la multitud. Los chavitos de menor peso volaban catapultados por sus congéneres. Uno se dio un trancazo en los codos y le gritaron que no se sobara, porque esos golpes son de buena suerte.

La plancha del Zócalo era un comal y la cerveza no saciaba la sed de nadie. Finalmente, jóvenes en grupos se tiraban al suelo; algunos fajaban aprovechando el tiempo, otros se colocaban alguna prenda sobre el rostro. A estas alturas los tragos ya hacían efecto. Algunos vendían chelas bien frías para mitigar el calorón y hubo quienes hubieran preferido que apareciera Tláloc.

Más que música

Ya habían pasado al escenario Los Músicos de José, quienes hicieron un llamado por la paz y la esperanza, e incitaron a continuar la lucha contra el regreso del PRI al gobierno federal.

El botello Sergio Arau expresó: Este movimiento del 132 es más que música y ha llegado por una pinche crisis nacional que venimos arrastrando año con año, como si no pasara nada. Aquí se está demostrando que el movimiento está por objetivos más altos ,más que contra la inseguridad. Está defendiendo lo más básico, como los derechos humanos y está por una mayor apertura de los medios de comunicación, contra el duopolio (televisivo). México es nuestro, no de los gobiernos que, a final de cuentas, no nos han representado y menos a los estudiantes de las universidades más populares. Televisa tiene todo el derecho a decir sus pendejadas, pero nosotros tenemos el derecho a que haya más canales, más opciones.

En la plancha del Zócalo, teatreros disfrazados de demonios portaban muñecones con la imagen de Felipe Calderón y otros políticos. Una joven con escote pronunciado tenía estampado el número 132. A su paso, algunos con disimulo leían la cifra y se echaban un taco de ojo. Los papás con sus hijos vestían camisetas con el mismo mensaje una y otra vez: #YoSoy132.

En el paisaje de la plaza mayor se veían algunos muchachos en zancos, otros haciendo malabares, unos más realizando peripecias con el trompo giratorio. Hubo jóvenes de escuelas del estado de México que se sintieron parte del 132. Es su identidad, ese ser y sentimiento que los une con los indignados de España y sus contemporáneos de Chile. Una reja rodeaba el cuadrante y en varias entradas algunos estudiantes boteaban para una vaca, voluntaria, para pagar los gastos de este concierto, porque tienen que pagar el alquiler de las bocinotas, del sonido, de las carpas y otras cosas que siempre se requieren en las tocadas. Un día antes se temía que no se realizara porque el varo no aparecía. Finalmente, algunos botes se llenaron y el Gobierno del Distrito Federal hizo su parte. Tocata habemus.

El reven llegó a uno de sus clímax con Los Estrambóticos. Pinocho, el vocalista, dijo que el 132 como movimiento es un sueño y anunció que tocarían Soñar contigo. La gritería se volvió ensordecedora. De frente al escenario, la barrera de metal estaba a punto de vencerse y fue reforzada con cables. Había llegado más banda de la que aterriza para divertirse en serio con el slam y los círculos de amor. Madrazo, codo, cara, patada. A darle a todo lo que dan el cuerpo y la juventud. Los Estrambóticos acomodaban las letras y el grito antiPeña se volvió masivo. La gritería ya no ofende a nadie. Revindicaban a cada momento que su movimiento es pacifista, pero que no tiene nada de tonto ni de inocente.

Reptiles en el escenario

Pinocho agregó: “A nosotros, Televisa no nos deja entrar a sus instalaciones desde 1997. El 132 está luchando por derechos muy básicos. Ojalá los que están en su casa sentados viendo la tele se unan al 132, porque no se trata de estar solo contra un candidato y lo que representa, sino contra todo lo que simbolizan todos los políticos. Todos somos 132 y todos somos estrambóticos. Además, ya hay que dejar atrás todo eso del miedo. Aquí, hoy en el Zócalo, estamos un chingo, pero somos muchos más en toda la República”.

En el escenario hicieron acto de presencia Los Malditos Cocodrilos, banda que se volvió poderosa con los éxitos de La Maldita Vecindad. A estas alturas la plaza ya se veía llena y los organizadores aseguraban que eran más de 50 mil los asistentes. Algunos muchachos y varios trabajadores reforzaban el barandal frente al escenario, donde destacaba la palabra libertad escrita con latas de aluminio de refresco y cerveza.

Cuando se escuchaba Solín, la prendidez llegó hasta 20 de Noviembre, donde algunos bailaban solitos. Fue el grito del cocodrilo que suele dar tarascadas de ska. La continuidad no se rompió con la participación de Los de Abajo, banda que siempre ha apoyado todos los movimientos sociales que buscan mayor democracia.

El ambiente fue de fiesta y de mucha energía. El ritmo machacón es el que buscan más los chavos concitados. Es la alegría y es el desmadre. Volaban botellas y cartones y el espectáculo crecía. Los jóvenes de las primeras filas ya de plano cayeron en el cansancio y sus suéteres y chamarras yacían en el suelo, después de varias horas de chuntacas.

Al cierre de esta edición, cuando aún se esperaba la actuación trepidante de Panteón Rococó, habían llegado más muchachos, pese a una llovizna que quedó en conato de aguacero. Un coro crecía en diferentes puntos de Zócalo: ¡Olé, olé, olé, olé, AMLO, campeón!